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Respondemos a los Monty Python: ¿Qué han hecho los romanos por nosotros?

Como en una película de los míticos cómicos británicos, quizá los celtíberos, vacceos o vetones no estuvieran muy de acuerdo en ser arrasados por el poder de Roma. Visto con la perspectiva que dan los siglos, no nos queda más remedio que sentirnos herederos de aquella conquista. Porque en buena medida somos romanos. Mestizos y colonizados por la cultura anglosajona -otra vez los bárbaros-, pero romanos al fin y al cabo

Ricardo Ortega

¿Qué han hecho los romanos por nosotros? La pregunta fue popularizada por los británicos Monty Python en la mítica película ‘La vida de Brian’ (1979) y demostró que una pregunta retórica, lanzada al aire, puede ser contestada por un espontáneo y acabar convertida en una trampa dialéctica.

En los últimos tiempos ha repuntado el interés por el periodo romano, o así lo señalan las redes sociales, que han detectado la importancia que tiene Roma en el pensamiento de los varones occidentales.

Por eso resulta oportuno preguntarse qué han hecho los romanos por nosotros, si su huella es profunda o una simple anécdota en la historia de estas parcelitas que llamamos España o Castilla y León.

Los Monty Python ya nos advirtieron en 1979 de que no debemos confundir el Frente Popular de Judea con el frente Judaico Popular, porque los enemigos no son siempre los romanos…

Es bien sabido que los romanos penetraron en la península por Ampurias en el año 218 a.C. y que llegaron al valle del Duero unas cuatro décadas después. La conquista de la llamada Celtiberia, con epicentro en la actual provincia de Soria, fue obra principalmente de Tiberio Sempronio Graco.

En el año 133 a.C. Publio Cornelio Escipión Emiliano destruye la ciudad celtíbera de Numancia, en un episodio entre sádico y heroico cuyo recuerdo nos hace temblar las piernas, aunque bien mirado nos permitió engrosar nuestro diccionario: como recuerdo a aquella gesta terrible se habla de actitud numantina cuando alguien resiste hasta el límite, con la mayor tenacidad.

En la parte central del valle del Duero, el pueblo celta de los vacceos fue sometido en una serie de campañas entre los años 73 y 56 a. C., dirigidas por Pompeyo y Quinto Cecilio Metelo Pio. Los conflictos con los vacceos se mantuvieron aún unas décadas, pero no acabaron definitivamente hasta la guerra del 29 a. C., cuando los romanos inician la campaña que recordamos como las guerras cántabras.

Para someter a las tribus astures y cántabras, Octavio hubo de trasladarse a Segisama, actual Sasamón (Burgos), para dirigir en persona la campaña, cuyo campo de operaciones incluía el norte de las provincias de León, Palencia y Burgos.

Integrar nuevos territorios

Los romanos fueron unos maestros en el arte de la guerra, y al mismo tiempo se los ha visto como un modelo en la forma de integrar a los nuevos territorios dentro de su estructura. Es la llamada romanización, como se denomina a la asimilación de las costumbres, las leyes y, en general, el modo de vida de Roma.

Según esa visión, la civilización latina, mucho más avanzada y refinada que las anteriores culturas de la península, tenía importantes medios para su implantación allá donde los romanos querían asentar su dominio.

Los romanos trajeron su sistema jurídico, antecedente remoto del que se disfruta hoy en día, y sobre todo su lengua, que seguimos hablando aunque sea en una versión que vuelve locos a quienes tratan de aprenderla, con un singular sonido de la ‘zeta’, sin diferenciar las ‘bes’ de las ‘uves’ y con un sonido ‘jota’ que resulta impronunciable para millones de personas.

La romanización tiene mucho que ver, también, con la realización de obras. La creación de infraestructuras en los territorios bajo gobierno romano mejoraba tanto las comunicaciones como la capacidad de absorber población de los territorios conquistados.

La mejora de la urbanización de las ciudades incluyó el impulso de servicios públicos, tanto utilitarios como de ocio, lo que incluye acueductos, alcantarillado, termas, teatros, anfiteatros, circos… Una buena respuesta para el líder rebelde de ‘La vida de Brian’.

Este proceso de romanización tuvo importantes puntos de apoyo en la creación de colonias de repoblación como recompensa para las tropas licenciadas, así como la constitución de latifundios de producción agrícola, propiedad de familias pudientes procedentes de Roma o que, siendo indígenas, adoptaban con rapidez las costumbres romanas.

Buenos ejemplos los tenemos en la Villa Romana La Olmeda, junto a Saldaña (Palencia), en el Museo de las Villas Romanas de Almenara-Puras (Valladolid) o en la villa romana de La Tejada, en Quintanilla de la Cueza, también en Palencia.

La gran constructora

La civilización romana es conocida como la gran constructora de infraestructuras. Fue la primera civilización que dedicó un esfuerzo serio y decidido por este tipo de obras como base para el asentamiento de sus poblaciones y la conservación de su dominio sobre el extenso territorio de su imperio. Destacan por su relevancia y por su solidez, que desafía el paso de los siglos, calzadas, puentes y acueductos.

Estas infraestructuras se convirtieron en vitales para el normal funcionamiento de la ciudad y su economía, permitiendo el abastecimiento de aquello que le resultaba más esencial: el agua por vía de los acueductos o los suministros de alimentos y bienes a través de la eficiente red de calzadas.

Cualquier ciudad de mediana importancia contaba con un sistema de alcantarillado para permitir el drenaje tanto de las aguas residuales como de la lluvia, para impedir que esta se estancara en las calles.

Las calzadas vertebraron el territorio peninsular uniendo desde Cádiz hasta los Pirineos y desde Asturias hasta el Mediterráneo. Por ellas circulaba un comercio en auge, alentado por la estabilidad política del territorio a lo largo de varios siglos.

En Castilla y León destaca la Vía Lata, o Vía de la Plata, pero también eran de gran relevancia la vía que discurría de forma paralela al Duero o la que enlazaba Burgos con Sasamón, Carrión de los Condes, Sahagún y León para continuar hacia el Bierzo. ¿No nos recuerda a la ruta que siguen los peregrinos hacia Santiago?

También nos han dejado su impronta los puentes romanos, complemento de las calzadas y cuyo exitoso modelo se extendió hasta entrada la Edad Media. Hoy, de hecho, es difícil saber en algunos casos si algunos puentes son realmente romanos o construcciones posteriores que siguieron el mismo patrón.

Agua para la ciudad

Un núcleo urbano importante precisaba ante todo un aporte de agua constante que permitiera el abastecimiento de miles de personas, situadas en un lugar que podía encontrarse a varios kilómetros de distancia de las fuentes naturales. Para conseguir este flujo continuo de agua se construyeron los acueductos.

Eran subterráneos en su mayor parte, como en el caso de Segovia, cuyo acueducto es quizá el mejor conservado de cuantos se erigieron en la península.

Dentro del entorno urbano destacan las termas y alcantarillados; y también son remarcables las construcciones destinadas al ocio y la cultura, como los teatros, circos y anfiteatros.

La cultura romana rendía culto al cuerpo, y por consiguiente, a la higiene. Las termas o baños públicos se convirtieron en lugares de reunión de personas de toda condición social, y su uso era fomentado por las autoridades.

Aunque hombres y mujeres compartían en ocasiones los mismos espacios, las horas de baño eran diferentes para unos y otros: las mujeres acudían por la mañana mientras los hombres lo hacían al atardecer.

La terma romana tiene una estructura definida por su función. El apodyterium era, además de la entrada a la terma, la zona de vestuario. A continuación se pasaba al tepidarium, que consistía en una sala templada que a su vez daba paso al frigidarium o al caldearium, salas de agua fría o caliente respectivamente.

Las termas se rodeaban de jardines y otros edificios accesorios con servicios para los visitantes, como gimnasios, bibliotecas o espacios de reunión (laconium).

Alcantarillado

Los romanos comprendieron desde el principio de su auge como civilización que una ciudad debía tener un sistema eficiente de eliminación de desechos para poder crecer.

Para ello construyeron en la todas las ciudades de cierta importancia los conocidos sistemas de alcantarillado que aún hoy siguen cumpliendo su función original. En ciudades como León o Astorga se conservan vestigios de estas infraestructuras, que son visitables y que ofrecen una información utilísima para conocer el funcionamiento de la ciudad romana.

Pero todo tiene su final, hasta un imperio como aquel, que dejó obras que perdurarían a lo largo de milenios. Llegó la crisis de las instituciones y entraron en tromba los pueblos germanos. Y es que nunca debemos menospreciar a los bárbaros.

Aquel fue el inicio de un periodo de oscuridad que para algunos duró mil años, hasta que unos locos decidieron apartar a los dioses del centro del mundo y sustituirlos por el hombre. Y por la mujer. La llegada de la Edad Moderna venía a coincidir con el Renacimiento, que en Castilla y León también dejó una impronta imborrable.

¿Qué opinan los invadidos?

Es evidente que el mundo romano sigue fascinando a gran parte del público, aunque algunas voces autorizadas advierten contra un sesgo excesivamente favorable a la visión imperial.

Es el caso del arqueólogo Rafael Varón, director de ArkeoClio, presidente del Instituto Alavés de Arqueología y corresponsal de ‘Más Castilla y León’ en materia de historia y arqueología.

En su propio trabajo de fin de máster (TFM), Varón incluía una reflexión del historiador romano Paulo Orosio, citado y traducido por R. Sanz, I. Ruiz y H. Parzinger. Decía Orosio:

“¿Consiguientemente la misma felicidad que sintió Roma venciendo, fue infortunio para los que, fuera de Roma, fueron vencidos? ¿En cuánto, pues, ha de ser estimada esta gota de trabajada felicidad, a la que se atribuye la dicha de una sola ciudad, mientras una gran cantidad de infortunios producen la ruina de todo el mundo?

Si se consideran felices aquellos tiempos porque en ellos aumentaron las riquezas de una sola ciudad, ¿por qué no se consideran más bien desafortunados porque en ellos desaparecieron poderosos reinos con lamentable pérdida de muchos y bien desarrollados pueblos?

Que dé Hispania su opinión de los tiempos en que, a lo largo de doscientos años, regaba con sangre todos sus campos en toda su extensión y no podía rechazar ni sujetar a un enemigo que lo turbaba todo a sus anchas por todas partes; de los tiempos en que ellos mismos, en sus distintas ciudades y lugares, rotos por los desastres bélicos y agotados por el hambre de los asedios, ponían como remedio a sus desgracias fin a su vida, enfrentándose y matándose unos a otros, tras haber ejecutado a su vez a sus esposas e hijos.

Y no pregunto a los innumerables pueblos de las distintas razas, pueblos antes largo tiempo libres, pero sometidos entonces en la guerra, separados de su patria, vendidos por dinero y dispersos por la esclavitud; no les pregunto qué hubieran preferido en aquella ocasión, qué opinaban de los romanos, qué pensaban de sus tiempos”.

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