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Segovia: cuando Roma habla

Los descendientes de Rómulo y Remo dejaron en Segovia una impronta que no pueden borrar los siglos. No solo por la magnífica obra del acueducto, sino por la forja de la idiosincrasia local y por un trazado urbano diseñado a propósito de un cerro que es también fortaleza. Sus monumentos son historia viva, como comprobaron Lope de Vega o Isabel la Católica, proclamada aquí soberana de la Corona de Castilla

Ricardo Ortega

El agua de la sierra de Guadarrama se canalizaba durante 16 kilómetros para abastecer a una ciudad, sus habitantes y sus termas hace casi veinte siglos. La construcción erigida para hacerlo posible no es otra que el acueducto de Segovia, la colosal obra de ingeniería levantada por los romanos para prestar este servicio, pero sobre todo como extraordinaria acción de propaganda en favor del Imperio, y quizá de las autoridades encargadas de sufragar la infraestructura.

Nos encontramos en lo que en realidad fue una pequeña población arrebatada a los celtíberos, perteneciente al ‘conventus’ jurídico de Clunia Sulpicia y una de las puertas de acceso al valle del Duero. El carácter que le imprimieron los descendientes de Rómulo y Remo se sigue respirando en la actualidad y es uno de los responsables de que esta ciudad se encuentre entre los referentes españoles de turismo de interior.

Una de las mejores formas de conocer la herencia latina es visitar el Museo de Segovia, instalado en lo que fue el matadero judío, en la muralla sur. Pero los restos nos pueden asaltar en cualquier momento, bien al realizar cualquier pequeña excavación en el casco histórico, bien al contemplar diferentes elementos arquitectónicos, como la cimentación del alcázar o las fases iniciales de la muralla en las inmediaciones de la Puerta de San Andrés, también en la cara sur.

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Una ciudad para caminar

Un buen punto de partida para recorrer Segovia es la Plaza del Azoguejo. Junto a este lugar de reunión, nexo de comunicaciones y núcleo de comercio se apean del autobús, a diario, centenares de turistas, que aquí inician el ascenso al casco antiguo por la Calle Real, la de mayor tránsito y comercio de la ciudad. Esta calle se divide en varios tramos: Cervantes; Juan Bravo, en recuerdo del comunero segoviano; Plazuela del Corpus, por la antigua Sinagoga Mayor, hoy iglesia de Corpus Christi, y por último Isabel la Católica, desde donde desembocamos en la Plaza Mayor.

En la Calle Real muchos edificios presentan en su interior una estrecha escalera que da acceso a las viviendas desde la puerta, situada en un extremo de la fachada, al estilo musulmán. Esta tipología urbana se conserva en la actualidad, pero las fachadas originales, de materiales pobres, se cubrieron desde el siglo XIX con otro de los elementos característicos de la ciudad: el esgrafiado.

Algunos conjuntos arquitectónicos de gran belleza son injustamente olvidados en guías y material divulgativo. Es el caso de la Plaza de Medina del Campo, donde destacan la estatua de Juan Bravo, la iglesia de San Martín o el Torreón de Lozoya, además de dos esfinges neoclásicas con busto de mujer y cuerpo de leona, incomprensiblemente conocidas como las Sirenas. A pocos metros está la antigua cárcel, hoy biblioteca, que albergó a huéspedes tan insignes como Lope de Vega.

Memoria segoviana de la revolución comunera
Juan Bravo preside la Plaza de Medina del Campo.

La Plaza Mayor y las Canonjías

Es poco conocido que la Plaza Mayor vio modificado su aspecto a causa del hundimiento de la iglesia de San Miguel, acaecido en 1523. La iglesia estaba situada en el centro de la plaza y en ella fue proclamada reina Isabel la Católica, pero debió ser reedificada en un lateral. La calle Marqués del Arco parte de aquí para descender hasta el alcázar, y aquí volvemos a toparnos con el acueducto, cuyo canal discurre soterrado hasta la fortaleza.

Antes de llegar al alcázar atravesaremos el barrio de las Canonjías, el mejor conservado de la ciudad alta, y no podemos dejar de lado la judería. Los años apenas han dejado rastro de sinagogas, madrazas o ‘mitvés’, aunque el visitante puede recrear la antigua aljama siguiendo su bien conservado urbanismo, recuperado en la última década para el conjunto de la ciudad.


Reportaje gráfico: Ricardo Ortega Bombín

Una escapada furtiva a Segovia

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