Una senda entre pinos y acebos nos lleva a conocer la toma de agua diseñada por los romanos con destino a Segovia. Una ruta de senderismo que enlaza historia y naturaleza a apenas diez kilómetros de la ciudad
Ricardo Ortega
El acueducto de Segovia pasa por ser la obra de ingeniería romana más importante de cuantas se conservan en la Península Ibérica, y no hay duda de que es uno de los hitos turísticos más fotografiados. Pero su trazado no se limita a la arquería que dibuja una L y atraviesa la plaza del Azoguejo para adentrarse en el casco histórico.
Sus quince kilómetros enlazan el alcázar con la falda de la Sierra de Guadarrama, en una ruta que nos dice tanto de la mentalidad romana como los grandes sillares de piedra que han aguantado en pie 2.000 años.
El embalse de Puente Alta
La mejor forma de conocer la gran obra hidráulica nos lleva a diez kilómetros del centro de Segovia, hasta Revenga, entidad local menor de la propia ciudad. Nuestro camino puede empezar allí mismo y nos llevará hasta el embalse de Puente Alta, que toma las aguas del río Frío para abastecer a la ciudad.
Al bordear esta masa de agua y comenzar el ascenso por la ruta señalizada seremos conscientes de que nos adentramos en la Sierra de Guadarrama; nos encontramos en las faldas de la Mujer Muerta, la cadena visible desde gran parte de la provincia de Segovia y cuya silueta está formada por las cumbres de la Pinareja, la peña del Oso y el pico de Pasapán.
Uno de los puntos de mayor interés de la senda es que se cruza con la Cañada Real Soriana Occidental, la gran ruta que penetra en la provincia por Ayllón y la atraviesa hasta llegar a Villacastín. Así nos lo advierte la completa cartelería, que permite interpretar la fauna y la flora del lugar y que nos invita (quizá en otra ocasión) a recorrer esta ruta hasta
Olivenza, en la provincia de Badajoz.
Continuamos la marcha y unos hitos de acero nos van informando de los diferentes espacios que atravesamos (como el arroyo de Valdeconejos o el arroyo de las Charcas), mientras el paisaje cambia a medida que ganamos altura. Se suceden sotos, robledales y pinares y, de hecho, la senda discurre junto al río Frío hasta que cambia su nombre por el de la Acebeda, denominación que obedece a la abundancia de acebo que apreciamos cuando nos acercamos a nuestro objetivo.
Habremos caminado poco más de una hora cuando llegamos al azud del Acueducto.
Azud es la barrera que se construye en pleno cauce de un río para facilitar el desvío de una parte de su caudal y es aquí donde los descendientes de Rómulo y Remo decidieron que era el mejor punto para robar parte del agua con destino a la ciudad.
También es el mejor espacio para descansar y resguardarse del calor, con un verdor y una humedad que se aprecia a lo largo de todo el año.
Ya no quedan elementos romanos de esta sencilla, pero inteligente, estructura que toma el agua para llevarla en las mejores condiciones hasta la ciudad. El azud eleva el nivel del caudal y toma una parte hacia el canal de derivación, que se prolonga unos treinta metros hasta el decantador. Este elemento de forma laberíntica depura el agua por gravedad, con diferentes compuertas reguladoras.
Del decantador parte la conducción del Acueducto hasta Segovia. Será a través de una tubería enterrada, que en algunos tramos aprovecha el antiguo conducto romano.
Un didáctico retorno
Este curso de agua, aunque soterrado, se puede seguir fácilmente en nuestro camino de vuelta gracias al eco del agua que escuchamos en los diferentes registros y pozos de aireación. En algunos puntos podemos observar una antigua cacera o zanja, ya en desuso, que se viene identificando como original romana.
El caminante ya ha conocido la forma en que se tomaba y filtraba el agua del río. Por eso en el regreso parecen cobrar sentido los hitos con los que nos vamos topando. Es posible regresar a Revenga en línea recta o buscar una de las múltiples sendas que se abren a nuestra derecha, en las que nos sorprenderán las vistas.
Son el premio al empeño por conocer en su conjunto esta joya del periodo romano, la mejor forma de conjugar historia y naturaleza a apenas diez kilómetros de la ciudad.