Enamorado del dibujo y de la historia, el ilustrador Francisco Tapias aplica a los restos recuperados de la tierra los saberes que ha acumulado durante toda una vida como artista plástico
Ricardo Ortega
Comprender y plasmar las características de los objetos recuperados en una campaña de excavaciones es la función del ilustrador Francisco Tapias en el departamento de Prehistoria, Arqueología, Antropología y Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Valladolid.
Nacido en Calatayud (Zaragoza), dio con sus huesos en Valladolid en la resaca del Mundial 82. Después de mucho pelear, consiguió su objetivo de encarrilar su carrera profesional dentro de la universidad.
Hoy este enamorado de la Edad del Hierro reconoce que abre cada saco de restos como un niño pequeño cuando recibe los regalos de los Reyes Magos.
-¿Cómo comenzó su relación con las artes plásticas?
-Desde casa mis padres nos contagiaron su pasión por el arte, en concreto por la pintura, el dibujo, el grabado y sobre todo el absoluto solaz que proporciona la lectura, aunque yo siempre me fijaba más en los “santos”, y si eran en formato comic mucho mejor; raro el día que no estuviese alguien por allí acometiendo alguna que otra práctica pictórica o simplemente emborronando unos simples folios.
Recuerdo de muy enano ver fascinado en el comedor de casa cómo tanto mi padre como mi hermana pintaban con resuelta destreza unas acuarelas y pensar “esto es facilísimo” … ¡Qué equivocado estaba! Me refugié en los socorridos rotuladores y no fue hasta la adolescencia que probara suerte con la aguada, acrílicos u óleo.
Dibujaba todo el tiempo, seguramente por encima de mis posibilidades, incluso en horas de clase, desarrollando una elaborada y eficiente disciplina de garabato disimulado mientras fingía atención en el cole. Huelga decir que ello mermó mi rendimiento escolar pero quiero pensar que computó en práctica como valiosas “horas de vuelo” a los lápices.
-¿Cómo surge su relación con la arqueología?
-Durante mi último año en la Escuela de Arte respondí una oferta de trabajo de un gabinete local que buscaba un delineante/dibujante arqueológico. No me contrataron, con buen criterio, ya que para nada daba el perfil técnico pero sí me encargaron algunas ilustraciones con recreaciones de poblados de época romana de un yacimiento zamorano, algo que bien asesorado como estaba y teniendo un carácter más “artístico” sí me vi capaz de acometer.
Seguí trabajando esporádicamente en el campo de las recreaciones para esta y otras empresas, así como en infinidad de dibujos muy olvidables para un sinfín de zarandajas diversas más, cuando un buen día, allá por el 2004, me enteré -gracias a un providencial amigo- de la convocatoria de la UVA al puesto de dibujante arqueológico.
Aunque nos presentamos muy pocos nada tuve que hacer frente a Ángel Rodríguez, mi predecesor en la plaza y con diferencia el mejor dibujante en su negociado del mundo entero.
-¿Qué sucedió a partir de ahí?
-Seguí en el proceloso ámbito del ilustrador ‘freelance’, garabateando horas y más horas por una propinilla, hasta que en 2015 Ángel se jubiló y entré como interino a dibujar puesto que me encontraba el primero en la bolsa de trabajo de la universidad.
A día de hoy, y ya estabilizado, puedo decir que es el trabajo más gratificante que podía imaginar, no solo por la tranquilidad laboral, algo inaudito en la profesión, sino también por la magnífica gente del departamento y mi labor del día a día, dibujando piezas extraídas de los yacimientos o recreando cualquier escena de la prehistoria.
-¿Cuál es la función de la ilustración arqueológica?
-El dibujo arqueológico de materiales, rama perteneciente a la ilustración científica, constituye una herramienta esencial para la arqueología, ya que permite comprender y plasmar las características de los objetos recuperados en una campaña de excavación; sirve para la comparación, la organización y la clasificación de los materiales hallados, por lo que los dibujos figurarán en cualquier publicación científica o informe de intervención arqueológica.
Fomenta el intercambio de información de manera gráfica y es un valioso soporte visual en el campo de la divulgación.
-¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta en su día a día, desde el punto de vista técnico?
-No soy un gran innovador, pero desde que puse un pie en la universidad opté por agilizar el proceso de trabajo mediante la herramienta digital. Aunque mis dibujos tienen un acabado netamente inferior a los de mi predecesor, quien entintaba con los precisos ‘rotring’, yo consigo agilizar los tiempos de entrega dado que no tengo la limitación de una técnica tan artesa y laboriosa como la suya (por no mencionar su talento).
Las comparaciones son como son y saldría siempre perdiendo, pero me consuela saber que aporto una fría pero eficiente nutrida producción en la ‘cadena de montaje’.
-¿Hay alguna pieza que se le haya resistido especialmente?
-Por lo general, al abrir una caja o bolsa repleta de materiales uno se encuentra como un niño frente a los regalos en el día de Reyes. Más adelante, con los primeros esbozos, tomando medidas con nivel y reglas vas empezando a verle las orejas al lobo y entendiendo la complejidad de la pieza, independientemente de su periodo.
Por no alargarme mucho pondré un par de ejemplos: son intrincados de plasmar los recipientes cerámicos que han sufrido algún tipo de deformación en un momento dado, o bien tienen una decoración alambicadamente profusa, y, dentro del material lítico, aquellas herramientas de esa primera humanidad que utilizaba el cuarzo como materia prima; resulta muy arduo de discernir por dónde han sido realizadas sus extracciones, es decir, dónde y cómo está trabajada la pieza.
-¿Alguna le ha aportado especial satisfacción?
-Por citar algunos que recuerde ahora mismo, diría que encuentro estimulante (y exigente) reflejar las primeras herramientas en piedra que fabricó el hombre, o mejor dicho, su primo muy muy lejano, en la Garganta de Olduvai (Tanzania), o plasmar el rico material lítico de ‘El Pendón’, en Reinoso (Burgos), o la cerámica campaniforme del ‘Molino Sanchón’ de las Lagunas de Villafáfila (Zamora), pero a prácticamente todos los encargos acaba uno sacándole el gusto.
-¿Qué periodo histórico (o prehistórico) le resulta de más interés?
-Así a bote pronto encuentro bastante entretenida la plasmación de objetos metálicos de las llamadas edades de los metales, sobre todo de la Edad del Hierro en nuestro país.
Es muy estimulante garabatear fíbulas, torques, brazaletes así como la nutrida y sugerente panoplia propia de aquellos tiempos. Por otro lado, recrearme en detalles aparentemente nimios como la oxidación o las concreciones de estas piezas creo que les resta frialdad y rigidez a mis dibujos.
-¿Con qué herramientas trabaja?
-Comienzo el proceso midiendo la pieza para posteriormente dibujarla a mano alzada a escala natural, con lápiz, papel, calibre, reglas y poco más. Escaneo este primer paso para ya darlo el acabado final mediante el ordenador, lo que sería aplicar la tinta, rotulado, meter tramas, etc., y si se diera el caso de tener que modificar algún aspecto de la imagen siempre echo mano del socorrido Photoshop, evitando así tener que volver a dibujar la pieza desde un principio.
-¿Percibe la ‘amenaza’ de la inteligencia artificial?
-Tengo conocimiento de alguna que otra aplicación de dibujo específicamente arqueológico con inteligencia artificial y reconozco que será una revolución a la hora de registrar ciertos materiales, como por ejemplo la cerámica romana a torno y a molde, la cual al estar tan estandarizada es cuestión de poco tiempo que margine al dibujante tradicional.
Sin embargo, otro tipo de materiales, como la industria lítica, la ósea o artefactos en hierro estimo más lejano que nos los arrebaten los ‘robots’. Oscuros e inciertos nubarrones para la profesión, no voy a negarlo…