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El desconocido Monasterio que acoge una importante escena de Memento Mori

Tras un incendio, varios actos vandálicos y varios derrumbes, el Monasterio de Santa María de Palazuelos, entre las localidades de Cabezón de Pisuerga y Corcos del Valle comenzó en 2012 un proceso de recuperación, y a día de hoy se puede visitar

Después de la aparición del cadáver de una joven con los párpados arrancados en Valladolid, el inspector Sancho (el actor Francisco Ortiz) presagia una cadena de asesinatos y se alía con un experto en asesinos en serie, el apodado ‘Carapocha’ (Juan Echanove), para dar caza a Augusto (Yon González), un sociópata que firma sus crímenes con poemas.

Así podríamos describir Memento Mori, la nueva serie española basada en la novela homónima del escritor César Pérez Gellida. Se estrenó el pasado mes de octubre y toda la historia está ambientada en la localidad vallisoletana, la ciudad de nacimiento del autor.

A lo largo de la serie van apareciendo escenas por calles y monumentos de Valladolid como el Puente de Poniente, la Plaza de la Universidad, la Plaza Vieja del Coso, el Pasaje Gutiérrez, la Iglesia de La Paz, Plaza España o el Túnel de Delicias.

Pero si hay una escena que puede trastocar a aquellos que conocen al dedillo la ciudad es la que aparece en el Museo del Patio Herreriano. Es cierto que el patio sí que pertenece a este edificio, pero el interior de la iglesia pertenece al Monasterio de Santa María de Palazuelos, en Cabezón de Pisuerga.

La historia del Monasterio

Esta edificación está definida por la austeridad, la sencillez y la sobriedad. La falta de ornamentación, la carencia de elementos superficiales y la desnudez de los muros son sus principales características. Ni pinturas, ni esculturas, ni vidrieras coloridas que cierren las ventanas. Nada que pudiera distraer a los monjes de sus rezos está presente en este edificio.

El Monasterio estaba integrado por la Iglesia, la sacristía, el claustro, la fuente, el armalorium, la sala capitular, el dormitorio de los monjes, la cárcel, el locutorio, el dormitorio de los novicios, las letrinas, el calefactorio, el refectorio, la cocina y las dependencias de los conversos.

Aunque con características típicas de los monasterios del Cister, en esta Iglesia tienen cabida las tradiciones locales pasmadas en diferentes materiales de construcción como el ladrillo, o en el diseño de diferentes cabeceras, con uno, tres o cinco ábsides o con girola.

El claustro es una galería de cuatro lados que se abre a un patio central mediante arquerías. El reglar se construye junto a la Iglesia, a la que se accede directamente, y en torno a él se distribuyen las dependencias de la vida de los monjes (sacristía, sala capitular, locutorio, dormitorios, refectorio, cocina, pasillo de conversos, bodegas…).

El claustro de la hospedería, por su parte, se dedica a la atención de los peregrinos que van al monasterio para buscar cobijo. Este está más alejado del templo y no tiene acceso directo para no perturbar las actividades diarias de los monjes. En su entorno se encuentran las dependencias para el cuidado de los peregrinos como la enfermería o los dormitorios.

La fuente se sitúa en el claustro reglar y el armolorium es un nicho excavado donde se depositaban los libros de los monjes. La más importante de todo el monasterio es la sala capitular, una habitación con una bella arquitectura.

El dormitorio de los monjes se solía ubicar en la segunda planta del claustro y estaba comunicada con el claustro y con la Iglesia, para poder acceder directamente a la oración nocturna. Por su parte, los novicios dormían separados de la comunidad monástica, fuera del claustro reglar, en el dormitorio de los novicios.

El locutorio, la única sala en la que se podía hablar, era donde se organizaba el trabajo diario de los monjes. El calefactorio era la única sala con calefacción del monasterio y la más iluminada, donde los monjes se encargaban de copiar textos.

Pasado y presente de Santa María de Palazuelos

El monasterio fue víctima de un incendio provocado por los franceses durante la Batalla de Cabezón en 1808, pero su declive definitivo fue propiciado por las desamortizaciones decimonónicas, especialmente la de Mendizábal, entre 1834 y 1854, con la que el monasterio pasó a convertirse en una explotación agrícola.

Posteriormente, la Iglesia pasó a ser parroquia abierta al culto durante los días festivos hasta la primera mitad del siglo XX y su abandono propició el vandalismo por lo que, durante los años 90, el Obispado rescató los bienes más valiosos del templo y la Iglesia fue sacralizada.

En 1996 estuvo a punto de ser sede del Museo Provincial del Vino, pero finalmente se decidió que fuera el Castillo de Peñafiel. El paso del tiempo y la lentitud burocrática provocó que se derrumbara en 1998 un tramo del tejado, que se llevó también una parte de la bóveda de ábside.

En el año 2012, el Ayuntamiento de Cabezón de Pisuerga, voluntarios de la Asociación Amigos de Palazuelos y un grupo de vecinos comenzaron un proyecto para recuperar el monasterio e hicieron posible que, a día de hoy, se pueda visitar y utilizar para actos culturales.

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