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El ‘cimorro’ que vigila la ciudad de Ávila

El ábside de la catedral de Ávila es probablemente el elemento más sobresaliente de este complejo edificado como templo y fortaleza. Un ‘cimorro’ o cimborrio que hace las veces de cubo defensivo de la muralla más conocida de España

Ricardo Ortega

Iniciada su construcción en el siglo XII sobre una base románica, la Catedral de Cristo Salvador es el principal templo católico de la ciudad de Ávila y la primera catedral gótica española. Por razones más que obvias, constituye uno de los puntos mayor interés de la ciudad, una referencia mundial por su muralla de origen militar, edificada en el periodo románico.

El casco antiguo, la muralla y las iglesias situadas extramuros están reconocidos como Patrimonio de la Humanidad. El antiguo muro protegía de los ataques a sus pobladores, y afortunadamente el ‘progreso’ no consiguió fondos suficientes para su demolición y posterior expansión del casco urbano.

Gracias a ello se da la perfecta conjunción entre templo y muralla, lo que permite al visitante disfrutar de un edificio religioso como este en el contexto en el que fue construido. La Catedral de Cristo Salvador fue construida entre los siglos XII y XV. En más de cuatrocientos años tuvo tiempo para conocer las corrientes de la arquitectura románica y gótica.

Pragmatismo y espiritualidad. A veces resulta difícil separar un ámbito de otro, y la edificación de este edificio magnífico es un ejemplo de ello. Templo y fortaleza. Al espíritu aguerrido y protector de sí misma que poseía la ciudad medieval no le bastó con la formidable muralla, de manera que la catedral también fue concebida con propósitos militares, como si se tratase de un fuerte inexpugnable. Salta a la vista: la torre norte está junto a la entrada, el cimborrio (rebautizado popularmente como ‘cimorro’) en el ábside y las cubiertas tienen su perímetro almenado.

Tres naves y crucero

La construcción está formada por tres naves, crucero y cabecera semicircular de doble girola, con capillas entre sus contrafuertes, flanqueado a los pies por dos torres de planta cuadrada. La de la derecha está inacabada y la izquierda rematada en merlones con saeteras, cubiertas mediante bóveda de crucería. Los nervios descansan sobre semicolumnas adosadas a los pilares de separación de las naves, y refuerzo de arcos fajones apuntados.

En la diferencia de altura de las naves -siendo la central de mayor alzada- se abre un doble cuerpo de ventanas formado por paños de vidrieras, las cuales resultaron dañadas en el terremoto de Lisboa del año 1755 y tuvieron que ser repuestas posteriormente.

La mayoría de los historiadores otorga al maestro Giral Fruchel la autoría de la catedral y la fechan en el siglo XII, coincidiendo en la línea temporal de la repoblación castellana llevada a cabo por Raimundo de Borgoña.

Se cree que Fruchel construyó la parte más antigua de la catedral, la correspondiente a la cabecera, mientras que el cuerpo de naves, las capillas adyacentes y el remate de las torres, serían fruto de las sucesivas obras entre los siglos XIII y XVI.

Fruchel es considerado el precursor del templo tal y como existe hoy en día, así como de traer a Ávila las primeras formas góticas de Borgoña (Francia). Fue él quien se encargó de las obras a partir de 1172 y que a su muerte en 1192 vería casi finalizada la compleja cabecera llevada a cabo principalmente con piedra de «arenisca sangrante» por su impactante veteado rojo férrico sobre fondo blanco, procedente del Valle de Amblés. A partir de su muerte otros maestros continuarían y modificarían el plan de las obras, ya en estilo gótico y con piedra berroqueña.

Apogeo del gótico

La tercera fase de las obras pertenece a los años de apogeo del gótico, finales del siglo XIII hasta mediados del siglo XIV. Por entonces se reformó el crucero, se realizaron el claustro y las sacristías y se terminaron los muros superiores de la nave central, sustentados por arbotantes sobre gruesos contrafuertes. Durante estas obras, impulsadas por el obispo Sancho Blázquez Dávila, también se remataron los muros con un cuerpo de ladrillo y el tejado a dos aguas que protegen las bóvedas de piedra, aunque quedó sin concluir la torre derecha de la fachada por falta de medios.

A lo largo de los siglos fueron construyendo diversas capillas, como la de San Segundo y Los Velada, en el siglo XVI. Otra obra importante de Juan Rodríguez, en colaboración con Lucas Giraldo, es el altar de Santa Catalina.

El altar mayor lo comienza, en 1502, Pedro Berruguete, autor de las ocho tablas de la predela: evangelistas, doctores de la iglesia, la Flagelación y la Oración en el Huerto, probablemente terminada por Santa Cruz, artista que continuaría la obra con las tablas de la Crucifixión, Resurrección y Epifanía. Finalmente termina el retablo Juan de Borgoña.

Como ha quedado dicho, su ábside o cimorro, quedó entestado en la propia muralla como un elemento más del conjunto defensivo. Está considerado el más fuerte. La parte externa fue dotada de un forro que aumentó su carácter bélico a finales del siglo XIV, ocultando los absidiolos.

Por cierto, el cimorro posee un pasillo de ronda sobre un matacán corrido defendido por grandes almenas. Sobre esta se sitúan dos barreras almenadas más. El propio templo está integrado como un elemento más de la defensa contando con muchos elementos militares en él.

¿Quién descansa en la catedral?

Dentro de la catedral abulense descansan los restos de Claudio Sánchez Albornoz, intelectual que en 1926 entró a formar parte de la Real Academia de la Historia. Fue rector de la Universidad Central entre 1932 y 1934, diputado por Ávila entre 1931 y 1936, ministro de Estado en 1933, vicepresidente de las Cortes en 1936 y embajador de España en Lisboa. Falleció en Ávila en 1984.

La otra figura relevante enterrada en el templo es la de Adolfo Suárez, abulense de Cebreros que falleció en 2014 y que descansa junto a su esposa, Amparo Illana. Suárez fue uno de los artífices del proceso para devolver la democracia a España, la denominada Transición, y su imagen ha quedado vinculada para siempre a su resistencia al golpe del 23-F.

Una ciudad para un rey niño

El escudo de la ciudad fue entregado por Alfonso VII al Concejo de Ávila entre los años 1130-1135, y originalmente consistía en una torre almenada en la que aparecía el propio Alfonso VII de niño, con la leyenda ‘Ávila del Rey’ en su parte inferior.

Con ello aludía a la lealtad que le prestó la ciudad a este monarca durante su minoría de edad.

El escudo representa el ábside murado y almenado de la catedral, desde el cual se controla la puerta del Peso de la Harina.

 

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