Ricardo Ortega
Se han escrito ríos de tinta sobre la crisis en el consumo de vino pero en Valladolid, junto al mercado del Val, hay quien apuesta por las texturas, por los aromas, por los sabores que traducen los colores del paisaje y los condensan en el volumen de una copa de cristal.
La Microbodega Urbana es uno de esos establecimientos que rodean el mercado, un baluarte que aporta solidez a la zona de vinos que se va consolidando frente a otras más tradicionales, como la plaza Mayor o la de Martí y Monsó.

Es un ágora que congrega a bodegueros, enólogos, estudiantes que sueñan con incorporarse al mundo del vino… También es parada habitual de algunos de los escritores más renombrados de la ciudad, de funcionarios municipales, de concejales de muy diferentes opciones políticas, que fuman la pipa de la paz al son del blues, del jazz… de una banda sonora de calidad que va diseñando Roberto para que arrope al consumidor, pero sobre todo para que no altere la estructura de las elaboraciones que descansan en los estantes y la cava del establecimiento.
Más de 550 marcas de vino pasan por esta enoteca a lo largo del año. Corresponden a 60 zonas productoras de toda España y también de Italia, Francia, Alemania, Portugal, Grecia o México. Sobre esta variedad el cliente pide una zona específica o se deja aconsejar sobre un mapamundi imaginario.
No hablamos de un consumidor conservador, cuadriculado, de los que se ciñen a una sola comarca vitivinícola. “No viene nadie que quiera siempre la misma marca. Saben que en mi local cambio mucho de marca y de bodega, y no solo no les importa sino que es lo que vienen buscando”, recalca. Incluso cada vez llegan más turistas, “casi siempre viajeros que hacen noche en Valladolid con la idea de visitar alguna bodega”.
Un químico con raíces en Tierra de Campos
Roberto nació en Valladolid, aunque sus orígenes familiares se remontan a Tierra de Campos desde al menos el año 1800. Sus raíces sustentan el árbol familiar en localidades como San Pedro de Latarce o Moral de la Reina.
Al escoger formación se sintió atraído por Ciencias Químicas, carrera que cursó antes de redactar su tesina en el departamento de Química de la Materia Condensada, “con un gran investigador como Fernando Rull, y su colaborador Aurelio”.

El siguiente paso fue trabajar en el laboratorio en Emilio Moro. De hecho, como estudiante iba todos los años con sus amigos «a vendimiar el viñedo de esa familia y, cuando acabé la carrera, José Moro me propuso ir a su laboratorio”, recuerda. Allí estuvo durante una vendimia y, para ampliar sus conocimientos, pasó cuatro meses realizando prácticas en la Estación Enológica de Rueda, dependiente de Itacyl.
El tedio se apoderó de él en proyectos posteriores y encontró la salvación en la oferta que apareció publicada para trabajar en el viñedo de Finca Museum, una de las grandes novedades de Cigales por aquel entonces.
“Quería aprender algo sobre viñedo, porque no tenía ni idea ni de podar ni de absolutamente nada relacionado con el cultivo. Fui a la entrevista y el responsable de la bodega, Tomás Jurío, me dijo que había una vacante para el laboratorio”, recuerda.
En Museum estuvo diez años y aprendió mucho del equipo técnico. Por allí pasaron cuatro enólogos riojanos. “Fue un lujo; tengo aún amistad con ellos y han pasado más de una vez por la Microbodega”, destaca.

En el 2013 finaliza la relación profesional con Museum. Todavía reverbera el terremoto de la crisis de 2008. Roberto se dirige a todas las bodegas de España, pero el sector se encuentra en una crisis galopante. “La única opción era irme fuera de España o esperar a que se arreglaran las cosas mientras cobraba el paro…”.
A las dos semanas estaba visitando cervecerías artesanas y obradores de pan artesanos. La opción más viable era el autoempleo y por lo visto Roberto empezaba a oír la llamada de las fermentaciones.
“Otra idea era hacer una bodega elaboradora de vino en la ciudad, pero los requisitos legales eran muchos y creo que imposibles de cumplir, así que lo que iba a ser una Microbodega Urbana elaboradora de vino derivó en una Microbodega Urbana vendedora de vinos”, recuerda.
Se enamoró del local que dirige desde entonces, en la calle Francisco Zarandona. Sus dimensiones permiten un diálogo cercano con el cliente y, además, dispone de una bodega subterránea donde se celebran catas y otros eventos.
Viñas viejas en la DO Cigales
Imposible preguntar a Roberto cuál es su región vitícola favorita, puesto que “todas tienen algo único que hace que merezcan la pena”.
Reconoce cierta afinidad con la DO Cigales, tan cercana a la ciudad y que incluso abarca una parte del término municipal de Valladolid. Y con una presencia importante de viñas viejas.

Una escena de esa comarca ilumina una de las paredes del local; una fotografía tomada a un miembro de su familia política que vendimiaba y elaboraba en Trigueros del Valle: Gregorio Manuel Román, que tenía una bodega subterránea al lado del castillo y cultivaba un majuelo en el pago de Sallana, en el páramo, ya dentro de Cubillas de Santa Marta. “La parcela sigue teniendo viñedo y hoy pertenece a una bodega de La Seca que elabora rosados de la zona de Cigales”, señala.
La conversación con este químico se puede prolongar durante horas, como todas las que se entablan entre las paredes de la Microbodega. Porque no hay tertulia que supere aquella que se genera al calor del vino cuando se han descorchado la magia y la historia encerradas en una botella.