Castilla y León es un museo lleno de cuadros, pero no de los que tú te piensas, pues sus marcos son de piedra o ladrillo, y su contenido un icónico paisaje rural muy real
Daniel González
Desperdigados por toda la región se encuentran una serie de puertas y arcos pétreos de antiguas edificaciones que parecen portales a otro tiempo, a otro mundo. Lugares sacados de la mente de los más fantasiosos o soñadores, pero que son tan reales como simbólicos.
Hablamos de esas arcadas de iglesias olvidadas cuyo techo hace tiempo se derrumbó; o puertas de murallas y castillos ahora siempre abiertas que exhiben espectaculares panorámicas de las tierras que antes vigilaban. Ventanas todas ellas, cuyas vistas son pura poesía…
1. La puerta de herradura de Gormaz
Entre los siglos X y XI el valle del Duero marcaba la frontera entre cristianos y musulmanes, y en torno a esta línea proliferaron numerosos bastiones. La meseta soriana se convirtió durante esta época en centro de cruentas batallas, y uno de los lugares más determinantes a la hora de inclinar la balanza de la guerra hacia a un bando, fue el castillo de Gormaz, la mayor fortaleza califal jamás construida en territorio europeo.
Su silueta, ahora en ruinas, domina el pequeño municipio de Gormaz, así como toda la comarca, con sus numerosas torres y su recinto amurallado de casi un kilómetro de perímetro. Y dentro de todo este admirable complejo defensivo hay una singular puerta que dibuja un arco de herradura donde podrás admirar esos campos de Castilla que inspiraron la poesía de Antonio Machado.
2. Urueña, balcón de campos
Otro enclave fronterizo, esta vez entre los antiguos reinos de León y Castilla fue el municipio vallisoletano de Urueña. Erigido sobre un cerro en las estribaciones de los Montes Torozos, su casco urbano cercado por una muralla mira a los extensos sembrado de la comarca de Tierra de Campos. Unas privilegiadas vistas que convierten a este precioso pueblo, conocido por ser la única ‘Villa del Libro de España’, en todo un mirador al infinito.
Urueña cuenta con el reciento amurallado mejor conservado de la provincia, y de ella resisten varias puertas que daban acceso a la villa. Pero la más buscada por fotógrafos y turistas es la puerta de la Villa. Arrimada al borde del cerro, esta se abre a uno de los valles que arropan al municipio.
3. Medinaceli, un marco milenario
Es uno de los arcos más antiguos de España y su ubicación no se eligió al azar. Construido en el siglo II, el arco romano de Medinaceli debía ser visto a largas distancias para evidenciar la presencia y poder de Roma. Y casi dos milenios más tarde, el viajero que se acerca a este pueblo soriano sigue observando, desde la lejanía, esta maravillosa construcción de triple arcada que se eleva imponente sobre el valle del río Jalón.
El arco era y es el acceso a esta ciudad, y pese a encontrarse a 1.200 metros de altitud al sur de la provincia en unas tierras donde la rigurosidad del clima se hace notar, su conservación es bastante aceptable, salvo por su decoración desgastada. Desde aquí la panorámica es excepcional, pues puede contemplarse el cerro de la Villa Vieja (Occilis), el valle de ”Arbuxuelo” y el del Jalón, y también las salinas.
4. El arco de San Blas de Deza
Seguimos en la provincia de Soria para pararnos en la localidad de Deza, situada al suroeste, muy cerca de la frontera con Aragón. El pueblo con un gran patrimonio del que da testigo su iglesia o castillo ha ido perdiendo habitantes a lo largo del último siglo. Muestra de ello es el conocido como arco de San Blas, que es lo que queda de la antigua ermita del mismo nombre, «arruinada en los años 50 del pasado siglo y donde cada 3 de febrero se bendecían los rollos de San Blas», según informa la cuenta Soria Patrimonio en Twitter.
El arco de San Blas de #Deza es lo que queda de la antigua ermita del mismo nombre, arruinada en los años 50 del pasado siglo, dónde cada 3 de febrero se bendecían los rollos de San Blas. #soria #patrimonio pic.twitter.com/ZzDwPfcRge
— SoriaPatrimonio (@soriapatrimonio) February 3, 2019
5. Otro San Blas, esta vez en Santiago de la Puebla
Llámalo casualidad o probabilidad, pero San Blas también tiene otra ermita en la provincia de Salamanca de la que solo queda un arco mudéjar. Está situada a la afueras de la localidad de Santiago de la Puebla y es una de las cinco ermitas que llegó a tener la localidad.
Que aún se mantenga en pie este arco en medio de sembrados se debe a dos vecinos de la localidad, Mateo Arias y a Mateo Hernández, que por amor a su pueblo no dudaron en ponerse manos a la obra para consolidar su estructura y evitar su desaparición (su historia completa pinchando aquí)
6. El marco renacentista de Tierra de Campos
Aterrizamos en Tierra de Campos para mostrar uno de los marcos más bellos de esta lista. Se trata de la portada de la iglesia de San Juan Bautista de Tamariz de Campos, desmantelada y abandonada a partir de la primera mitad del siglo XX. Su torre se derrumbó parcialmente en 1995, y de sus cuatro costados solo quedó uno en pie, donde se sitúa este pórtico eternamente abierto al modesto paisaje terracampino.
7. Barcial de la Loma, encuadre terracampino
Un solitario arco de piedra llama la atención nada más entrar en Barcial de la Loma. Su aparente fragilidad nos regala una escena colmada de simbolismo, que define a la perfección la naturaleza de la comarca en la que se encuentra. El pueblo se levanta en el corazón de Tierra de Campos, en la provincia de Valladolid, y para llegar a él deberás desviarte a través de una maraña de carreteras secundarias que surcan las suaves ondulaciones del terreno.
La arcada en cuestión es el único elemento arquitectónico destacado que ha resistido de la iglesia de San Miguel, en ruinas desde 1755. Un recuerdo que ahora sirve de encuentre para ensalzar el paisaje terracampino de eternos sembrados salpicados de palomares.
8. Belmonte de Campos, 20 metros de torre y una puerta de falsa fragilidad
Con apenas una treintena de habitantes censados, Belmonte de Campos despunta dentro de la llana Tierra de Campos gracias a los 20 metros de piedra de la magnífica torre del homenaje de su castillo. Levantada sobre una pequeña mota, esta fortaleza construida entre los siglos XV y XVI ha pasado en los últimos siglos por numerosas vicisitudes: de ser palomar y cantera de piedra, a estar azotada por el clima sin ninguna prevención ni acto de conservación.
Abandono que hizo mella en el recinto adosado a la torre. De él solo se conserva dignamente la puerta de acceso con arco de medio punto, protegida por un torreón circular. La entrada, rematada con gruesas dovelas de piedra, contaba con un hastial a su izquierda que fue derribado por el viento en abril de 2013. A pesar de lo trágico de su pasado, actualmente se está acometiendo una restauración para evitar que el castillo se siga derritiendo piedra a piedra. Al menos la puerta seguirá mucho años en pie.
9. El arco de San Miguel, una portal en medio del campo
A veces la belleza necesita ser un poco olvidada para alcanzar su plenitud. Algo que se cumple a la perfección con el Arco de San Miguel, una impresionante portada tardorrománica de siete arquivoltas situada en pleno campo, a 1 kilómetro del pueblo burgalés de Sasamón.
Y es que no hace falta decir más de esta evocadora ruina, más que se trata del único vestigio que queda de la iglesia del despoblado de San Miguel de Mazarreros, ya desparecido en el siglo XV.
10. El monasterio de San Antón de Castrojeriz, un túnel del tiempo
Imagina que circulas por una de esas carreteras rurales que te llevan de un pequeño pueblo a otro, y de frente empiezas a divisar muros, columnas y arcos de piedra que simulan una antigua iglesia. Sigues avanzando y la carretera no se curva para esquivarla, sino que sigue recta dirigiéndote a lo que ya parece una gigantesca ruina. Y de repente se abren dos vetustos arcos que, como si de un túnel al pasado se tratara, atraviesa la carretera.
Parece surrealista, pero esto ocurre en el municipio de Castrojeriz. Concretamente a 3 kilómetros de su casco urbano, en las ruinas del Monasterio de San Antón, un lugar por el que también transcurre el Camino de Santiago, ofreciendo a los peregrinos uno de los rincones más mágicos del recorrido.