Estos cinco insospechados lugares te mostrarán la verdadera identidad de la comarca de El Barco de Ávila y Piedrahíta
Regada por ríos como el Corneja o el Tormes y a las puertas de la Sierra de Gredos y la Béjar. Estos son los elementos naturales que han marcado el carácter y forma de la comarca de El Barco de Ávila-Piedrahíta, la más occidental de la provincia de Ávila. Los dos pueblos principales que le dan su nombre son bien conocidos y son de obligada visita si te dejas caer por aquí.
Sin embargo, cabe decir que hay otros rincones mucho menos populares que también debes conocer y con los que podrás obtener una fotografía muy completa de la esencia de esta tierra, su historia y su evolución hasta la actualidad. Vamos con ello…
1. El Castillo de El Mirón. Una ventana con muy buenas vistas
El nombre de este monumento le va al dedillo. El llamado castillo de El Mirón se denomina así por el pueblo al que pertenece y protege desde las alturas. Está situado a unos 15 kilómetros al suroeste de Piedrahíta y desde sus muros gozarás de una de las más espectaculares panorámicas de la provincia de Ávila.
Y es que, quienes construyeron este castillo, allá por el siglo XI y XII, sabían muy bien donde lo hacían, pues con un solo vistazo se puede contemplar la Peña Negra, Gredos, pueblos como El Barco de Ávila, Bonilla de la Sierra o Piedrahíta, así como el Valle del Tormes y el del Corneja.
Una maravilla con la que podrás hacerte una idea de las dimensiones de la comarca y que está totalmente acondicionada para visitas a pesar de estar en ruinas.
2. Aldeanueva de Santa Cruz: ¿una plaza Mayor o un claustro?
Este pueblo está situado a mitad de camino entre Piedrahita y el Barco de Ávila y cuenta con una Plaza Mayor muy especial.
En medio de la localidad se levantaba un convento de las Dominicas fundado en los primeros años del siglo XVI y que se abandonó definitivamente a finales del siglo XIX. Una historia nada nueva hasta ahora. Pero lo curioso de Aldeanueva de Santa Cruz es que tomaron la inteligente y llamativa decisión de convertir el viejo claustro del convento en su plaza Mayor porticada.
Este espacio es un amplio patio, con galería de dos pisos formado por de arcos escarzanos y pilares ovalados de basas góticas. Luego, el resto de las dependencias del convento se ha reconvertido en viviendas y sede del Ayuntamiento.
3. Villafranca de la Sierra: ¿una plaza de toros o un castillo?
Parece que en esta comarca son expertos en reutilizar viejas construcciones y transformarlas en otra cosa. Aldeanueva de Santa Cruz y su claustro-plaza Mayor no es el único caso. A 25 minutos en coche y muy cerca de Piedrahita nos encontramos con Villafranca de la Sierra y su particular plaza de toros.
Esta, además de ser la más antigua de la provincia de Ávila y la tercera de Castilla y León, cuenta con la singularidad de que fue construida con las piedras del antiguo torreón del castillo-fortaleza con el que contó la localidad.
El nuevo coso fue levantado en 1854 por una decena villafranquinos y lleva cerca de 30 años abandonada. Ahora el titular de la plaza es el Ayuntamiento de Villafranca, el cual tiene previsto acometer la consolidación, restauración y adecuación para uso público de la construcción.
4. El molino del Tío Alberto
Dentro del término municipal de Villafranca, a unos 3 kilómetros al sur, se encuentra una pequeña joya del patrimonio industrial de la provincia de Ávila. Se trata del molino harinero del Tío Alberto, el último que estuvo en funcionamiento en el Valle del Corneja, una comarca de larga tradición molinera.
Lo más destacable de este lugar es que se conserva en perfecto estado la maquinaria, además de la vivienda del antiguo molinero, Alberto Jiménez, el Tío Alberto, quien se hizo cargo de su gestión y de mantenerlo vivo antes y después de su jubilación en 1963. Luego, la Diputación de Ávila lo convirtió en un Centro de Interpretación de los Molinos del Río Corneja.
5. Neila de San Miguel: un campanario único
Por último, y en el límite de la provincia de Ávila con Salamanca, erige su caserío el pequeño pueblo de Neila de San Miguel. Como todos los pueblos de la zona su arquitectura está marcada por la piedra granítica que emana de su suelo.
Y, precisamente encima de una gran roca de granito, se levanta el campanario de la iglesia. Se trata de una espadaña exenta al templo y a la que se accede por una escalinata.
Una estampa muy singular y que ensalza esa cultura de aprovechamiento e ingenio que caracteriza a esta comarca.