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Viaje por 6 de las ermitas más simbólicas de Castilla y León


Modestas, pero indiscutiblemente bellas. Así son estas seis ermitas que debes visitar en Castilla y León

Aisladas, solitarias, camufladas en la naturaleza o resaltadas sobre lo más alto de algún montículo. Las ermitas son construcciones que fascinan, no tanto por su ostentosidad artística, sino por su simbiosis con el entorno que las rodea, y que ensalza su misticismo y encanto. En Castilla y León son numerosas, casi tantas como municipios hay en la región. Pero hay una pequeña selección de ellas que son imprescindibles de conocer:

Ermita de Santa María de Muñó. Foto: José Daniel Navarro

Ermita de Santa María de Muñó

Empezamos por, quizás, una de las más desconocidas. Se trata de la ermita de Santa María de Muñó, aupada sobre la falda de una de las muelas que franquea el valle del río Arlanzón, en la provincia burgalesa. De estilo tardorrománico del siglo XIII, este templo no brilla tanto por sus dotes artísticas, sino por su dominio sobre un paisaje casi desnudo que le hace acaparadora de todas las miradas.

Ermita de Santa María de Muñó y la pequeña mota sobre la que se levantaba el castillo

El lugar donde se encuentra la ermita está pegado a una pequeña mota que despunta del terreno y donde antiguamente se situaba el castillo de Muñó. Este fue la capital de uno de los numerosos alfoces burgaleses de repoblación: el alfoz de Muñó. Se cree que fue construido en el siglo X, y después de varias disputas nobiliarias por su propiedad y el asedio por los comuneros, este acabó muy malparado. A partir de este momento comenzaron los lugareños a llevarse la piedra hasta la completa desaparición de sus muros.

Ermita de San Miguel de Sacramenia

Iglesia de San Miguel de Sacramemia

Si hablamos de románico rural segoviano, hay muchos lugares que se te pueden venir a la cabeza. Y, uno de los más simbólicos, es la iglesia o ermita de San Miguel en Sacramenia, una pequeña construcción en ruinas, sin tejado, y con parte de los muros caídos, que asoma solitaria y dominante sobre un cerro que se alza sobre la localidad.

Su construcción se inició entre los siglos XII​ y XIII cuando el primigenio pueblo de Sacramenia se levantaba sobre este cerro. El traslado de la población más abajo, hacia terreno más llano, provocó que la ermita se quedara desangelada y sin compañía. Finalmente, en nuestro siglo, fue salvada del derrumbe total tras una urgente rehabilitación hace siete años. Destaca su cabecera con ventanales que apoyan en esbeltas columnas de capiteles con iconografía, así como su portada románica de cinco arquivoltas.

Ermitas de Tobera. foto: José Daniel Navarro

Las ermitas de Tobera

Uno de los lugares más icónicos de la comarca de las Merindades (que no son pocos), es Tobera, una población perteneciente al municipio de Frías, que crece al amparo del río Molinar, cuya corriente desciende por un pronunciado desfiladero dejándonos hasta cinco saltos de agua en una bella asociación entre naturaleza y ser humano.

Y, aunque las cascadas del río Molinar son la seña de identidad de este pueblecito burgalés, no todo se queda aquí. También es digno de mencionar su ermita, o mejor dichos ermitas, en plural, ya que son dos: la de Santa María de la Hoz, y a sus pies, la del Cristo de los Remedios, que junto con el puente romano-medieval que atraviesa el río, regalan una de las estampas más hermosas y buscadas de la provincia.

Ermitas de Tobera
Ermitas de Tobera

De las dos ermitas, la de Santa María de la Hoz es la construcción más destacada, de estilo tardorrómanico y levantada en el siglo XIII sobre los restos de un templo anterior, está compuesta de una única nave decorada con frescos. Además, fue una hospedería en la Edad Media para los peregrinos de uno de los ramales del Camino de Santiago. Por otro lado, tenemos la ermita más resultona y moderna del Santo Cristo de los Remedios, que data del siglo XVII.

Ermita de San Bartolomé en el Cañón del Río Lobos

Ermita de San Bartolomé

Convertida en el símbolo más reconocido del Parque Natural Cañón del Río Lobos, la ermita de San Bartolomé es el perfecto ejemplo de templo camuflado con su entorno. Situada dentro de la provincia de Soria, se erige sobre uno de los meandros del río Lobos, bajo el abrigo de unos altos farallones de piedra anaranjada esculpidos a lo largo del tiempo por las aguas de la corriente.

Ermita de San Bartolomé en el Cañón del Río Lobos

El santuario es una construcción templaria del siglo XIII que, al parecer, fue originalmente la iglesia de un convento. De su arquitectura destaca la colección de canecillos con figuras labradas en piedra, y su rosetón con estrella de cinco puntas, adoptado actualmente como logotipo del parque natural.


Ermita de San Pantaleón de la Losa. Fotografías de José Daniel Navarro

Ermita de San Pantaleón de la Losa

Volvemos a las maravillas que nos deja la comarca de las Merindades, para hacer una merecida reseña de la ermita de San Pantaleón de la Losa. Su particularidad radica de la orografía sobre la que se construyó, en un crestón rocoso que domina el caserío de la villa. Todo el conjunto nos recuerda a la proa de una quilla de barco conocida como Peña Colorada, a medio camino entre el Valle de Losa y el Valle de Tobalina.

Arquitectónicamente el templo es de tamaño modestos pero rico en detalles románicos. Consagrada a principios del siglo XIII, la planta de la ermita está condicionada por la pendiente del terreno, y conserva una singular portada y una espadaña.


Ermita de San Frutos

Ermita de San Frutos

Al igual que la ermita de San Bartolomé, esta ermita se sitúa en un lugar destacado sobre un meandro en el Parque Natural Hoces del Río Duratón. Para llegar al recinto cruzarás por un puente de piedra construido en 1757, el cual salva una grieta del terreno, conocida como La Cuchillada, sobre la que existe una leyenda. Siendo hostigado por los sarracenos, San Frutos, al que está dedicado la ermita, golpeó el suelo con su bastón y este se abrió provocando esta hendidura e impidiendo el paso de sus perseguidores.

Ermita de San Frutos

Según la tradición, San Frutos llevó una vida eremita en este paraje durante los últimos años de dominio visigodo en la península. No obstante, el edificio actual comenzó a construirse mucho más tarde, tras la donación que en 1076 hizo al Monasterio de Santo Domingo de Silos el rey Alfonso VI. Se trata de una iglesia románica de una sola nave y rematada por un ábside semicircular. Toda ella está construida en sillería.

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