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Héctor y Perséfone se retan en las calles del Húmedo

Cuarenta años después, el jurista y escritor Luis Ezquerra retorna a la ciudad del Bernesga con una historia de seres incompletos, pero enamorados. ‘Noche de barrio Húmedo’ es un homenaje a una ciudad inolvidable, una evocación de la juventud, una llamada a la rebeldía a sabiendas de la derrota

«Hay días preñados con una historia por nacer. Son días que, extraños, manan de una calima cuyo cuerpo gira con sensaciones pegadas a la calle”. Así comienza ‘Noche de barrio Húmedo’, una novela de reencuentros en la que el alcohol y el sexo marcan el camino a sus dos protagonistas, Héctor y Perséfone, dos barcos sin rumbo definidos por sus respectivas amputaciones, pero que se enamoran -precisamente- por lo que son.

Solo el leonés barrio Húmedo, misterioso y plagado de rincones literarios, podía ser escenario de una historia trufada de referencias a la Grecia clásica. A Héctor y Perséfone se les unen Patroclo, Helena y un tal pelirrojo que bien podríamos identificar con Ulises. Como si aquella cultura fuera contenedora, en sí misma, de todas las contradicciones humanas.

Lo corrobora el autor, el zaragozano (de Caspe) Luis Ezquerra, para quien la Grecia antigua “fue un referente de libertad, de conocimiento y de cultura. Su búsqueda del sentido de la vida. Sus poetas, los autores de tragedias. El mundo gira y se repite. Grecia lo confirma. La vida es un cliché. ¿Qué rebelión queda?”.

Se le nota la querencia poética a este escritor que bien podría haber sido cronista de guerra. No habría sido mal colofón para una vida marcada por hitos que le dejaron una impronta profunda. Perdió a su padre siendo muy pequeño y estudió dos años en el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Ávila, “una ciudad con tanta historia como frío”.

El Bachillerato lo atravesó en otro centro para huérfanos ferroviarios, esta vez en León, de 1975 a 1978. De ahí la imagen del Húmedo como evocación de tiempos imborrables. Los compañeros, un escaso vaso de vino o cerveza y todo un sábado por delante. Es de suponer que fue entonces cuando el autor comenzó a macerar la novela que ahora presenta.

Porque el entorno condiciona el sentimiento, dice, y enumera la plaza de San Martín, la calle Matasiete, la plaza del Grano, la catedral, de modo que “el mundo se confunde, se malea, y surge el turbión humano con sus giros y movimientos desnudos”.

Otros hitos que marcan la personalidad de cualquiera: estudiar la carrera de Derecho, hacer la tesis, redactar libros jurídicos, ejercer de abogado laboralista, convertirse en profesor universitario. Y sin embargo emerge el artista de forma instintiva; se introduce en ese mundo de palabras, de sinrazón, que celebra la locura del vivir, con tantas huellas de otros y con tantas calles. “El estilo técnico desaparece. No toca, ni apetece”.

Así ha nacido esta novela que refleja “la sensibilidad de la juventud hacia la vida, a flor de piel, y tan oculta. La rebeldía a sabiendas de la derrota”.


Fotografía: El escritor Luis Ezquerra visita el barrio Húmedo, escenario mágico de la novela.

Texto: Ricardo Ortega

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