Ricardo Ortega
Hay pocas dudas sobre los beneficios físicos y mentales que nos aporta la práctica de caminar. La marcha favorece la circulación de la sangre y la generación de masa muscular, pero también ayuda a reflexionar y atrae a las musas.
Fue Aristóteles quien se distinguió por dar sus clases caminando junto a los alumnos; era el inicio de la escuela de los peripatéticos. La receta se la aplicaron Nietzsche, Virginia Woolf o Charles Dickens, incapaces de llevar a buen puerto el proceso creativo si no era caminando por el campo o por la ciudad, solos o en compañía.
La revista Más Castilla y León se hace caminando. Su equipo de redacción busca la inspiración al aire libre, observando las formas geológicas o descubriendo los secretos de la urbe. Así ha podido trasladar a lo largo de los años que Burgos posee una larga y poderosa muralla, que Ciudad Rodrigo muestra orgullosa todas las cicatrices de la historia, que León es quizá la ciudad más romana de la Península o que Valladolid esconde en su subsuelo tres ramales del río Esgueva.
Hubo un tiempo en que caminar estaba mal visto, como actividad propia de rufianes y matones. Hay países europeos en los que se mira con extrañeza a quienes salen a caminar sin un destino concreto. Es una extraña forma de ignorancia, que impide apreciar todo lo que tiene de bello y relevante el paisaje que se despliega ante nosotros; muchas son las fotografías que podrían tomar con esas magníficas cámaras de fotos que antes llamábamos teléfono. Qué cantidad de ocasiones perdidas…
Sin embargo sigue habiendo demanda de sendas urbanas, de rutas por la naturaleza, en una sociedad cada día más consciente de las virtudes de un ‘deporte’ que no genera lesiones; que nos aporta conversación, ocio, conocimiento.
El compromiso de nuestra publicación es el de seguir pateando comarcas, pueblos y ciudades. No bajar la guardia para poder detectar y reflejar aquella riqueza histórica y cultural “que de puro necesaria públicamente es secreta”, como dejó escrito Quevedo a propósito del Esgueva, el río que atravesaba la ciudad de Valladolid y cuyo cauce soterrado sigue dándonos pistas sobre la historia de su casco urbano.
Son claves que están ahí, que hay que saber interpretar, porque la cultura se encierra en los museos pero también se desparrama por los escenarios habituales de nuestro día a día.