Como vecino del vallisoletano barrio de San Juan, siempre me llamó la atención ese enorme edificio, presumiblemente religioso, de ladrillo y piedra que, en silencio, vigilaba el devenir diario de residentes y transeúntes desde hacía siglos.
Mi imaginación se disparaba al ver tapiada la monumental puerta de su capilla, y me hacía preguntarme qué tesoros se esconderían allí dentro para tener que tomar tan drástica decisión. Nunca había visto entrar ni salir a nadie y mi corazón ardía en deseos de encontrar la forma de colarme, como los héroes de mis libros juveniles, y resolver los mil y un misterios que seguro allí me aguardaban…

Pasaron los años y mi interés por el misterioso edificio decayó, hasta que, caprichos del destino, ya de adulto, pude satisfacer mis sueños infantiles y acceder a su interior, empapándome de la sorprendente historia que sus muros escondían.
El Real Colegio de San Albano, conocido coloquialmente como “Los Ingleses”, es un seminario católico en el que estudian jóvenes ingleses en su mayoría, aunque también cuenta con alumnos de Gales, Canadá, Irlanda y otros países de habla inglesa.
Esta institución, única en toda Europa, fue fundada en el verano de 1589 por el jesuita exiliado inglés Robert Persons, el cual obtuvo permiso del rey Felipe II de España para establecer un seminario en Valladolid con el fin de formar sacerdotes para ser enviados clandestinamente a Inglaterra y Gales.
Una vez allí tendrían como objetivo combatir la sangrienta persecución de los católicos iniciada durante el reinado de la anglicana Isabel I, bajo el mandato de la Iglesia católica en la conocida como la Misión Inglesa.

Como muestra del compromiso de la corona española con Persons y con la propia Misión, el segundo de los Austrias visitó, en compañía del futuro Felipe III, el Colegio en construcción que, bajo la advocación de san Albano, ya atendía a numerosos estudiantes.
A este Colegio le sucedieron en su fundación y consolidación los de San Gregorio, en Sevilla (1592), y San Jorge, en Madrid (1610), cumpliéndose el sueño de Persons de establecer toda una infraestructura de formación de sacerdotes católicos a lo largo de España y germen de los Colegios fundados por escoceses e irlandeses.
En 1595, el padre Henry Walpole, compañero de Persons y uno de los fundadores del Colegio, fue torturado y ejecutado en Inglaterra, acusado de sacerdocio católico. Así se convirtió en el primer mártir de San Albano, sirviendo de inspiración a muchos jóvenes que anhelaban imitarlo.
Desde el siglo XVIII, los pasillos del seminario están decorados, entre otras obras de arte, con los retratos de los estudiantes martirizados siguiendo el ejemplo de Walpole.
El año 1600 es una fecha grabada a fuego en la historia de Los Ingleses por la importancia de los hechos que acontecieron. En el verano de ese año, los reyes Felipe III y Margarita de Austria visitaron el Colegio para continuar manifestando un apoyo que, a ojos de Robert Persons, no era tan entusiasta como el de su padre. Pero si importante fue la visita de los monarcas, la entrada triunfal de la imagen de la Virgen Vulnerata en Valladolid, el 8 de septiembre, marcó un antes y un después.

LA VIRGEN VULNERATA
La historia de esta torturada imagen se remonta a 1596, cuando tropas inglesas y holandesas asaltan la ciudad de Cádiz, dedicándose a la rapiña y la destrucción de los símbolos católicos. Dentro de las múltiples barbaries que cometieron, cobró especial importancia la profanación y posterior mutilación de una Virgen del Rosario, a la que arrastraron por toda la ciudad y, a sablazos, cortaron distintas partes de su cuerpo, incluyendo al Niño Jesús que descansaba en su regazo.
Los Condes de Santa Gadea, horrorizados por tan salvaje acto, la recogieron, trasladándola a la capilla de su palacio madrileño. Enterados los seminaristas ingleses de Valladolid de lo acontecido en Cádiz, solicitaron a la condesa el poder reparar los agravios cometidos por sus compatriotas, acogiendo en San Albano a la imagen mutilada.
Aunque en principio la condesa se resistió, pues era muy grande la devoción que le tenía, acabó cediendo y el 8 de septiembre de 1600, la imagen de la Virgen entraba con gran solemnidad y expectación en Valladolid, transportada en la litera de la reina Margarita de Austria, convirtiéndose en poco tiempo en el centro de devociones del seminario.
Fueron pasando los años y la devoción hacia la Virgen Vulnerata (bautizada así por el Obispo de la diócesis) no paraba de crecer entre los fieles. Al coger fama de “milagrera” entre el pueblo llano y la nobleza, obligó a construir una capilla más grande, siendo inaugurada el 11 de octubre de 1679.
La escultura, fechada a finales del siglo XVI, pertenece a la escuela andaluza y está tallada en madera de pino. Actualmente participa en la Semana Santa de Valladolid junto con la Real y Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre, siendo su encuentro, a hombros de los seminaristas, con el ‘Cristo del Olvido’, uno de los momentos más emotivos de la Semana de Pasión.

TIEMPOS DIFÍCILES
En el siglo XVIII el Colegio entró en una etapa de decadencia de la que tardó en recuperarse. Cada vez contaba con menos alumnos, consecuencia del nuevo orden internacional, llegando al punto de que, al expulsar Carlos III a los jesuitas de España en 1767, solo contaba con dos estudiantes.
Debido a la errónea creencia de que el colegio pertenecía a la orden jesuítica, un funcionario real, acompañado de soldados, tomó posesión de San Albano, asumiendo su administración. Gracias a las gestiones del embajador español en Londres y de los obispos católicos de Inglaterra, pudieron recuperar su titularidad y restablecer las clases un año después.
Se aprovechó la circunstancia para cerrar los otros colegios de Sevilla y Madrid, y reunificarlos en el de Valladolid. Carlos III emitió un decreto real por el cual el rector de San Albano debía ser nombrado por el propio rey. A día de hoy, de forma protocolaria, se sigue haciendo de esta forma.

La ruptura de relaciones entre el colegio y la jerarquía inglesa, que ya no veía tan necesario mantener un seminario en Valladolid, llevó al extremo la supervivencia de la institución. Al borde de la bancarrota, y con las tropas napoleónicas invadiendo España, en 1808 la situación se vuelve crítica, hasta tal punto que deciden vender ornamentos, objetos de plata y algunos libros valiosos para evitar la ruina.
Ni la visita del monarca Fernando VII en 1828 consiguió mejorar la situación. Para 1838, los obispos ingleses habían ordenado volver a los seminaristas y enviaron al padre Standen como custodio de un colegio vacío. No sería hasta 1846 cuando, al fin, verían la luz al fondo del túnel con la llegada de treinta nuevos seminaristas y la vuelta del apoyo de la jerarquía inglesa, que volvió a creer en la labor que allí se realizaba.
Tras un largo periodo de estabilidad, la disputa de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial traerían como consecuencia que el seminario quedara nuevamente vacío de alumnos, manteniéndose en su puesto el rector Henson ese tiempo para que el colegio no quedara abandonado, dedicando su tiempo a catalogar los libros de la biblioteca.
Cesadas las hostilidades, en 1947 el seminario reabrió sus puertas, recibiendo de nuevo estudiantes que comenzaron a cursar un programa de formación de seis años.
Los años fueron pasando sin mayores sobresaltos hasta que en 1997, con la llegada a San Albano de monseñor Peter Dooling como rector, comienza una política de apertura al resto de la sociedad e integra cultural, religiosa y socialmente al colegio y a sus integrantes en la ciudad, siendo su carta de presentación ante la sociedad la maravillosa exposición ‘Una Isla de Inglaterra en Castilla’. Su sucesor en el cargo, monseñor Michael Kujacz, no solo continuó con esta línea de actuación, sino que la superó ampliamente.
Hoy día se puede visitar el colegio para disfrutar de todo su arte e historia y se ha ampliado la política aperturista que implantó Dooling.

Gran derrota del Real Madrid
Para finalizar este rápido paseo por la extensa historia del Colegio de San Albano, no puedo dejar de mencionar un par de anécdotas que ayudan a reforzar la singularidad del ligar en el que nos encontramos. La primera de ellas sería que su rector es nombrado por el rey de España y tiene tratamiento de prelado doméstico de Su Santidad el Papa.
La segunda, mi preferida, es que se cree que el primer lugar en el que se jugó al fútbol en nuestro país fue en los jardines del propio colegio, a finales del siglo XIX, como empezaba a ser costumbre en Inglaterra.
Con razón presumen de haber derrotado, con un equipo formado por seminaristas ingleses, al Madrid FC (posterior Real Madrid) el 29 de abril de 1907. El resultado fue un contundente 6-2 que no deja lugar a dudas del nivel que presentaban los alumnos de San Albano y que ha pasado a la historia.

VISITANDO SAN ALBANO
Situado en un pequeño y atemporal zaguán, nos encontramos con un infranqueable portón de madera que, a seguro, cuenta sus días por siglos. Solo verlo nos transmite una curiosa sensación de estar echando hacia atrás las manecillas del reloj, caminando por las sendas de su azarosa historia.
Blanca Mateo, su archivera, descorre los pesados cerrojos para recibirnos con una amplia sonrisa y ofrecernos una cálida bienvenida. Mientras caminamos por los silentes pasillos, los retratos de los rectores que han dirigido a lo largo del tiempo la institución nos observan como dando su aprobación a nuestra presencia.
Nuestra primera parada, totalmente justificada, es en la ante iglesia. En esta pequeña sala que sirve de nexo de unión entre el colegio y la capilla, encontramos el sublime Cristo yacente (segunda mitad s. XVIII) realizado en marfil y cuyas llagas están realzadas con rubíes. Imprescindible dedicarle unos minutos para contemplar su exquisito acabado.

Cuando, tras franquear varias puertas, al fin accedemos a la capilla, quedamos extasiados ante tanta paz y belleza. De inusual planta octogonal, enseguida apreciamos que todo en ella gira en torno a la veneración y magnificencia de la solemne Virgen Vulnerata. Inaugurada en 1679, fue ampliada sobre la ya existente a instancias del rector Manuel de Calatayud para satisfacer la creciente devoción que la imagen mariana había despertado en la ciudad.
Fue ejecutada por Pedro de Vivancos y está considerada como una de las mejores muestras del barroco vallisoletano, con un claro estilo jesuítico. En su planta central cuenta con una cúpula de forma ovalada con linterna que inmediatamente llama nuestra atención por su luminosidad, estando decorada con yeserías y pinturas de Diego Díez Ferreras.

Es inevitable que nuestra mirada acabe convergiendo con la de la Vulnerata, llena de dulzura incluso dentro de su sufrimiento. Alojada en un nicho azul, que contrasta poderosamente con el blanco inmaculado que gobierna toda la capilla, destaca en el monumental retablo mayor que la acoge, realizado en 1677 por el ensamblador Blas Martínez de Obregón y por Francisco de Villota, alternando decoración pictórica y pan de oro.
Dignas de mención son las imágenes (finales del siglo XVI) de san Albano, patrón del colegio, san Tomás Beckett y san Eduardo Confesor que rodean a la Vulnerata, todas ellas atribuidas a Francisco del Rincón y que procederían de la antigua iglesia. Una bella cúpula con linterna provee a esta capilla mayor de luz natural.
De especial interés y relevancia son los retablos barrocos que decoran las seis capillas laterales, de forma rectangular y con pasos entre los contrafuertes. Para su elaboración, el rector Calatayud contó con los más acreditados imagineros del momento, entre los que destacan Juan Antonio de la Peña, Alonso de Rozas, Juan de Ávila y su hijo Pedro de Ávila.
Merece la pena dedicar unos minutos a deleitarse con todos y cada uno de ellos, aunque, el más impresionante es el de la Crucifixión (Juan de Ávila, s. XVII), por su gran expresividad y realismo.
Tras el imprescindible paso por las capillas laterales, Blanca nos reclama desde el centro de la iglesia, llamando nuestra atención sobre los ocho grandes lienzos colocados sobre las tribunas cerradas con celosías bajo la cúpula. En ellos, a través de la maestría de Diego Díez Ferreras, se narra la historia de la Virgen Vulnerata, así como su llegada a Valladolid. El pintor los acabó en 1679, justo a tiempo para la inauguración de la nueva iglesia.
Sin movernos del sitio, encontramos justo a nuestros pies, milimétricamente alineado con el centro de la linterna situada en la bóveda, un antiguo pozo cubierto por un cristal, con una curiosa leyenda: “Puteus vetus et sacrarium antiquum aediculae”, que viene a significar “antiguo pozo y antiguo sagrario del templo”.
Parece ser que el pozo perteneció a la casa que existía en este lugar antes de la construcción de la capilla y se decidió aprovechar su presencia, dándole un uso litúrgico al ser utilizado para limpiar el cáliz y la patena tras cada Eucaristía.
Actualmente ha perdido ese uso, aunque aún tiene agua, siempre cristalina. A pesar de que algunos investigadores han querido ver en él un origen telúrico, no han pasado de ser más que especulaciones nunca probadas.

Camino del refectorio atravesamos la sacristía y nos permitimos parar durante unos minutos a observar con detenimiento las maravillosas obras de arte que en ella se encuentran, destacando entre otros los lienzos ‘Visión de la Storta’ (escuela vallisoletana, s. XVII) o ‘Cristo atado a la columna’ (anónimo, primera mitad siglo XVII).
Al salir al pasillo sentimos de nuevo cómo somos objeto de escrutinio por la mirada que, desde la eternidad de sus retratos, nos lanzan los rectores. Siguiendo a Blanca llegamos al refectorio, no sin antes apreciar la impresionante colección de pinturas que vamos dejando atrás y que representan a los apóstoles de Cristo (círculo de Juan de Roelas, principios del siglo XVII).
Una vez dentro, nos sorprende que esta preciosa sala rectangular construida en el siglo XVIII, plena de luminosidad gracias a las numerosas vidrieras presentes, adornada con yeserías, con dos tramos con bóvedas de cañón y otro con cúpula ovalada sobre pechinas, esté destinada a comedor de los seminaristas.

Numerosas obras de arte decoran sus paredes, aunque el destino de todas las miradas es el ciclópeo lienzo titulado ‘El triunfo de san Gregorio’ (Juan de Roelas, 1609) que preside la estancia, recuperado y restaurado recientemente. Frente a él, no pasa desapercibido el cuadro ‘Éxtasis de María Magdalena de Pazzis‘ (Francisco Solís, s. XVII).
Con un poquito de sana envidia, imaginando lo que tiene que ser hacer en un lugar tan especial las diversas comidas diarias, nos asomamos por unos instantes al acogedor y decimonónico refectorio de los profesores. Un enorme lienzo representando a san Jorge alanceando un demonio (anónimo, 1750) vigila atento la sala, amueblada con muy buen gusto con diversos elementos realizados en madera, que nos retrotraen a siglos pasados.

A la salida nos desviamos unos metros para visitar el jardín interior, donde se respira un ambiente relajado en comunión con la naturaleza. Un lugar para desconectar, acomodándote en cualquiera de sus numerosos bancos bajo la sombra protectora de sus árboles centenarios.
De vuelta al Colegio, enfilamos otro de los pasillos que rodean el claustro, en concreto el de la impresionante Galería de los Mártires. En ella encontramos numerosos retratos de seminaristas que, tras completar su formación, volvieron a Inglaterra, siendo allí ejecutados.
Con lienzos que abarcan desde el siglo XVII al siglo XXI, nos impresiona el detalle con el que se plasma el martirio, tortura y ejecución que sufrió cada uno de ellos, entre los que figuran seis santos y dieciséis beatos.

Aún sobrecogidos por el relato del martirio de tantos colegiales, paramos frente a una antigua puerta de madera sin ningún rótulo o indicativo que nos dé una pista de lo que allí vamos a encontrar.
Con una pizca de suspense, Blanca hace girar la voluminosa llave y nos invita a entrar a la Pigskin Library, una pequeña biblioteca creada a principios del siglo XX para albergar una colección de más de 3.000 volúmenes comprendidos entre el siglo XVI y el siglo XVIII, con la particularidad de estar encuadernados todos ellos en pergamino, destacando el incunable ‘Las crónicas de Núremberg’, de 1493.

Abarcan temáticas tan variadas como los viajes, la teología, la medicina o la historia. Para su perfecta conservación las condiciones de humedad y temperatura de la sala están minuciosamente controladas.
Muy a nuestro pesar abandonamos esta sala de aspecto peculiar por su reducido tamaño y templada luz en la que nos hemos olvidado por unos minutos del paso del tiempo. Mi yo bibliotecónomo suspiraba por permanecer en la Pigskin Library el mayor tiempo posible, pero la promesa de visitar la biblioteca histórica del siglo XVIII, guardiana de la colección Saint Alban, logró apaciguarlo.
A tan solo unos metros, y tras subir unos escalones, llegamos a este auténtico templo del saber. Una amplia y luminosa sala, profusamente decorada, nos recibe expectante. Más de 7.000 volúmenes, encuadernados en su mayoría en piel, colman sus estanterías, procedentes de fondos propios, de los jesuitas y de los colegios ingleses de Sevilla y Madrid que fueron clausurados por Carlos III.

De temáticas variadas, llaman nuestra atención una serie de libros censurados a lo largo del tiempo con hojas recortadas o tachaduras, una primera edición de ‘Oliver Twist’, de Charles Dickens o la colección privada del fundador del colegio, Robert Persons, destacando su manual educativo jesuita “Ratio Stvdiorvm”, de 1591, con anotaciones personales.
Aunque intentamos dilatar al máximo nuestra estancia en la biblioteca, ávidos de absorber la cultura y los conocimientos que allí se respiran, volvemos a los pasillos claustrales para deleitarnos con los lienzos de la Galería de reyes ingleses católicos que tan magistralmente pintó Francisco Pacheco en 1601 y que, inevitablemente, nos indican el camino de salida, aunque aún dispondremos de unos minutos para asomarnos al tranquilo claustro interior.

Tras despedirnos de Blanca y agradecerle su detallada guía en la visita, vemos cerrarse tras nosotros el portón de madera, en lo que ha sido una gratísima experiencia para el alma y los sentidos. San Albano bien merece otra visita y que la ciudad conozca a su vecino inglés.
Una isla de Inglaterra en el corazón de Valladolid, un remanso de paz, arte y cultura que está deseando darse a conocer a todos los vallisoletanos y foráneos.

Real Colegio de Los Ingleses
Colección San Albano
Calle Don Sancho, 22. Valladolid
Visitas: de lunes a viernes, de 10,00 a 14,00 horas
(previa reserva en el teléfono 983 293 102 o en info@valladolid.org)
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*Reportaje fotográfico: Miguel Ángel Hernández
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*Para ampliar conocimientos sobre el Real Colegio de San Albano, es muy recomendable consultar los artículos y publicaciones al respecto de Javier Burrieza, Michael Williams y Pilar Garcés, auténticos expertos y estudiosos del tema.
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- Bibliografía:
- MARTÍN GONZÁLEZ, J. J. y DE LA PLAZA SANTIAGO, F. J.: Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid, tomo XIV. Valladolid, 1987. Diputación de Valladolid.
- BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: Una Isla de Inglaterra en Castilla. Palencia, 2000. Real Colegio de San Albano.
- BURRIEZA SÁNCHEZ, J.: Virgen de los ingleses, entre Cádiz y Valladolid. Valladolid, 2008. Real Colegio de San Albano.
- ÁLVAREZ VICENTE, ANDRÉS: Retrospectiva de la Pasión. Valladolid, 2012. Junta de Cofradías de Semana Santa de Valladolid.
- TRUSTED, MARJORIE: The Chapel of the English College in Valladolid. England, 2012. Real Colegio de San Albano.
- VARIOS AUTORES: 425 Aniversario del Real Colegio de Ingleses. Valladolid, 2015. Real Colegio de San Albano.
- Página web del Real Colegio de San Albano. http://www.sanalbano.org/