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El orgullo de la verdejo

Desde Medina del Campo, Finca las Caraballas mima la uva para obtener un verdejo de color dorado, que no disimula su alcohol y que se redondea en botella, incluso durante años, pese a no estar envejecido en barrica. Una apuesta muy justificada por la agricultura sostenible

Ricardo Ortega

En ocasiones el vino parece cosa de locos, y en Medina del Campo ha surgido un proyecto de agricultura ecológica que parece diseñado por un puñado de románticos geniales. En primavera saldrá al mercado la cuarta añada de Finca las Caraballas, un verdejo joven con un sorprendente color dorado, que presume de alcohol y que se redondea en botella, hasta el punto de que podría parecer madurado en barrica, sin estarlo. “La razón es que elaboramos un verdejo con color de verdejo, olor de verdejo y sabor a verdejo, fruto de una uva con gran potencial, que hace que el vino gane si se conserva unos años”. Así lo resume Elías Redondo, un riojano de 42 años al que gusta hacerse eco de los piropos recibidos desde el mundo de la sumillería: “Finca las Caraballas sabe a los verdejos de antes”.

El proyecto es la plasmación de un sueño reciente. Hace ocho años cumplió su deseo de vincularse a la agricultura ecológica, y lo hizo principalmente a través de una finca de 58 hectáreas de viñedo, si bien dentro de una explotación de 140 hectáreas. Para ello fue del brazo de Daniel Sánchez, su socio al frente del Hotel Villa de Ferias, de Medina del Campo, y completan el equipo el ingeniero agrónomo Jesús Hermida, la enóloga Esmeralda García y el capataz Florín Sentes.

Son 80.000 botellas anuales de un vino con fuerte personalidad, que le aporta el terruño. La apuesta por lo ecológico no responde a un cálculo comercial, sino a la convicción de que, “si quieres un producto de calidad, tiene que pasar por un cuidado especial del suelo y el viñedo; la tierra es la que debe aportar la materia prima”, recalca. De hecho, “con la uva pasa igual que con un tomate: si cuidas la tierra y la planta tendrá sabor, carácter, y de lo contrario no sabrá a nada”.

La finca las Caraballas, que da su nombre al vino, cuenta con 4.000 plantas por hectárea, con una orientación este-oeste que persigue la máxima exposición al sol. El rendimiento óptimo para obtener la máxima calidad en la uva es de algo más de 5.000 kilos por hectárea. El objetivo es seguir mejorando el perfil del suelo y que los análisis de fertilidad sean mejores cada año, después de una labor de integrar el material orgánico a la tierra. También abono de ovejas, algas, mostaza… En primavera el viñedo es un verdadero espectáculo, con una hierba entre líneas de cuarenta centímetros de alto. “Al principio los agricultores de fincas próximas nos llamaban la atención porque pensaban que teníamos el viñedo abandonado”, recuerda Elías.

La finca las Caraballas se encuentra en Medina del Campo, y por tanto dentro de DO Rueda, a cuyo consejo regulador se halla inscrito el viñedo. El vino, que sin embargo sale al mercado etiquetado como Vino de la Tierra de Castilla y León, ha obtenido recientemente 91 puntos Parker, la máxima nota obtenida por un blanco sin barrica. Una de sus notas singulares es que fermenta con sus propias levaduras, autóctonas y no industriales, “lo que le da esa característica de verdejo 100%”.

 

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