Yago Costoya
La línea terrestre entre España y Portugal es la raya fronteriza más larga de toda la Unión Europea, con una longitud de 1234 kilómetros. Las poblaciones cercanas a la frontera son, coloquialmente, denominadas ‘rayanas‘ por su proximidad a ‘la Raya / A Raia‘, lo que resulta en constantes intercambios de lenguas y costumbres que conforman una simbiosis entre dos naciones con diferentes culturas.
El caso más particular de todos los municipios rayanos se halla en la provincia de Zamora, si miramos desde España, o en el distrito de Braganza si lo hacemos desde Portugal. Se trata de una localidad integrada, como decía Héroes del Silencio en uno de sus estribillos, ‘entre dos tierras’.
La línea fronteriza separó a un mismo núcleo de población en dos países diferentes: del lado español, Rihonor de Castilla, adscrito al municipio de Pedralba de la Pradería; en la parte lusa, Río de Onor, que pertenece a la União das Freguesias de Aveleda e Rio de Onor. «Es un mismo pueblo, con costumbres muy similares, al que partieron por la mitad. A nivel emocional es uno, pero administrativamente son dos», afirma Daniel Prieto, uno de sus vecinos.

Cuestiones culturales
En la localidad conviven, entre algunas bromas y vaciles, los del ‘povo de cima‘ y los del ‘povo de abaixo‘, forma que tienen sus vecinos de nombrar a la parte española y a la portuguesa, respectivamente. Daniel es originario de la zona alta, lo que le ha llevado a apellidarse Prieto y no Preto, como ocurre con sus primas, dos hermanas con distintos apellidos por una cuestión ‘exquisitamente’ geográfica
«Yo creo que no existe nadie de mi pueblo que no tenga familia de los dos lados, aunque la mezcla no es tan exagerada como la gente se lo puede imaginar», considera el vecino. En los años ochenta, había más ‘rivalidad’ entre ellos, como si de dos barrios se tratase. Por ello, aunque siempre había alguna «oveja negra», la mayoría de matrimonios se formaban en la misma parte.

En el territorio conviven el castellano y el portugués, lenguas que sus habitantes hablan o, al menos, comprenden indistintamente, e incluso mezclan, dando lugar al «portuñol«.
Además, en la comarca de Sanabria, en la que se sitúa la localidad, en el lado español, se habla una derivación del asturleonés que, «debido a su falta de formalización, ha resultado en distintas variantes en cada uno de sus municipios», asegura José Antonio Rodríguez, administrativo del ayuntamiento de Pedralba de la Pradería. En Rihonor subsisten pocos vocablos de un rihonorés, «que se ha ido perdiendo con la escolarización.»
Y es que, la educación recibida durante la infancia ha sido un pilar clave en la identidad cultural de cada uno de los individuos de la localidad, pues «antiguamente la recibían en casa y era la misma para las dos partes», afirma el administrativo.
Hoy en día, los del lado español va al colegio de Puebla de Sanabria, donde aprenden todo en castellano, mientras que los de la parte portuguesa se desplazan hasta Aveleda o Braganza, y estudian en portugués. «Como cada uno iba a un sitio a la escuela, cuando nos veíamos en verano ya casi ni nos conocíamos», añade María Prieto, vecina de la parte portuguesa.
«Ahora el sentimiento es a fuego; cada uno se siente de su país y además de forma muy radical. Tú cuando divides la frontera y divides dos países, aunque te lleves muy bien con ellos te das cuenta de que no es lo mismo. Hay casos de familias que nacieron en la parte portuguesa, pero que a lo mejor tienen muchos antepasados españoles y reniegan de España», asevera Prieto, quien recibió su educación en una escuela española. Una nacionalización que está marcada, simplemente, por calles de diferencia: las zamoranas asfaltadas y las brigantinas con su característico empedrado.

También se comparten dos husos horarios, por lo que mientras el instrumento de la muñeca de un vecino marca las 15:36, es probable que el de enfrente lo haga a las 14:36. Sus habitantes deberán recalcar antes de cada cita, a que horario se acogen si no quieren quedarse ‘a verlas venir’ y tener que lidiar con el soplido del viento, pues es de los pocos sonidos que interfieren en la tranquilidad del territorio, en el que residen en invierno alrededor de 70 personas: sobre 50 en la parte lusa y 20 en la española.
Una de las tradiciones más llamativas que coincide en ambas partes es la ‘vara de la justicia‘, donde se reunían a través de rayas, las faltas que cometía cada familia durante un periodo de tiempo determinado. Estas penalizaciones se cometían, por ejemplo, cuando el ‘concejo’ convocaba una reunión que implicaba limpiar el río y alguien no acudía. Se pagaba por ellas a través de cuartos de vino, lo que se convertía, realmente, en un motivo más de reunión y celebración.
¿A nivel administrativo…?
En Rihonor de Castilla y Río de Onor «todo está replicado por dos», afirma Prieto. De esta manera, las festividades, hornos y molinos son propios de cada una de las partes, lo que no implicaba que un español pudiera tener participación en algo de la zona portuguesa o viceversa. Especialmente ocurría con las tierras, ya que los vecinos «tenían fincas en ambos lados y podían pasar de unas a otras», añade María, incluso cuando existía el ‘cuartel de guardiñas’.
Esta convivencia tan próxima entre ambas culturas bautizó al pueblo como aldea comunitaria. En el caso de las misas, que también hay una iglesia en cada división, antiguamente se realizaban cada fin de semana en un sitio y con su correspondiente cura.

Aunque uno de los clichés que persiguen a España sea la idea de que ‘todo son fiestas’, lo cierto es que, en este caso, Rihonor de Castilla se queda corto frente a Rio de Onor. «Cuando ellos organizan sus festividades, no te muestras ajeno. Yo me llevo muy bien con ellos e incluso paso más tiempo en su parte; entonces vas y les echas una mano. Estás allí y es como si fuera tu pueblo. Para mí sus fiestas son también mías, aunque en cierta manera no lo sean», describe Prieto, una sensación particular y difícil de captar para quienes somos externos al pueblo.
Actualmente, hay una relación fluida entre el ayuntamiento de Pedralba de la Pradería y la Unión de Freguesías, que están llevan a cabo proyectos conjuntos de promoción turística. La zona portuguesa recibe un mayor número de visitas gracias a que Río de Onor fue seleccionado entre las ‘7 maravillas de Portugal’. También fue mencionado por José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998, en su obra ‘Viaje a Portugal‘.
«Nosotros cuantificamos en la oficina de turismo que abrimos durante un par de meses al año, en verano, entre 2.000 y 3.000 visitas. Además, hay quienes visitan en teoría la parte portuguesa, pero, por supuesto, pasan a la parte española, aunque sea sin darse cuenta», bromea el administrativo.
«Portugal ha progresado mucho en 20 años. La diferencia era salvaje, ellos vivían como lo habían hecho nuestros padres. No tenían el mismo poder adquisitivo, a lo mejor lo que te daban de propina, ellos no lo ganaban ellos en un mes, no tenían ni agua corriente en sus casas… Actualmente su parte está más desarrollada, nosotros no tenemos nada y ellos tienen casas rurales, bares y restaurantes», compara el vecino.


Visita de la zona
Un pequeño pueblo dividido en dos, en el que los visitantes, además de lidiar con la incerteza de conocer si han cruzado al país vecino o si continúan en el mismo, podrán sumergirse en un lugar donde «el tiempo no tiene prisa», reflejaba el escritor luso. Rihonor de Castilla se sitúa en la cota más baja de toda la comarca de Sanabria, rodeado por «montes suaves» en un paraje gobernado por la tranquilidad. Las viviendas, edificadas con materiales típicos de la zona, emplean piedra y pizarra, incluyendo madera para balconadas y ventanas.
