Yago Costoya
El trampantojo, una técnica pictórica que juega con la ilusión de tus sentidos, haciéndote ver algo que, en realidad, no es. Un fenómeno parecido a lo que les está ocurriendo a los vecinos de Ventosa de la Cuesta, que reciben «buenas palabras, pero nadie se involucra para conservar su obra», uno de esos tesoros que alberga la España Vaciada.
En el municipio vallisoletano residen 100 habitantes: pocos vecinos, pero un gran orgullo, pues la localidad puede presumir de un doble lienzo único en España, protagonizado por Andrés Gervolés en 1893. Existen otras dos obras de características similares en el país, en la provincia de Navarra y en el País Vasco, pero ninguna como la de Ventosa de la Cuesta.
Su colocación recae en la iniciativa de los propios vecinos del municipio, que llevaban años volcados, cada Semana Santa, en lucir esta singularidad en la parroquia de Santa María de la Asunción, donde, según los escritos, yace Alonso Berruguete. Reúne la participación de en torno a diez personas, «de las más mayores», añade María Luisa Escalante, alcaldesa de la localidad, «que suben hasta lo alto de la cúpula por dentro y tiran con cuerdas de abajo a arriba». Requiere de un gran número de manos por la complejidad de su montaje y el gran peso que tiene, un proceso cauteloso debido a la fragilidad de su material.

Sin embargo, este año la festividad religiosa va a tener un sabor más amargo, pues se ha decidido no colocarlo por miedo a que se pueda acentuar su deterioro. «Llevamos diez años reivindicando su consideración como Bien de Interés Cultural y, pese a haber recibido visitas de distintas instituciones, nunca llega a término», lamenta Escalante.
De esta manera, el trampantojo de Gervolés se guarda como ‘oro en paño’, pero su esperanza se funde, descansando en silencio, sin poder desplegar su esplendor ante quien lo contempla.