Ricardo Ortega
La cocina, las exposiciones, las recreaciones históricas y las rutas en la naturaleza son solo algunos de los planes posibles que recoge Más Castilla y León para las próximas semanas. Nuestro equipo sigue buscando propuestas de interés para un lector ávido de conocer las historias que aquí le contamos, pero también de vivirlas.
El planteamiento turístico de los últimos años se basa en las experiencias que se ofrecen al visitante, esa persona foránea que por lo general demanda descanso, diversión o enriquecimiento intelectual, aunque se puede decir que no hay nada nuevo bajo el sol: hace un cuarto de siglo nacía la política enoturística en la provincia de Valladolid, basada en la calidad de los vinos locales y con epicentro en el Museo Provincial del Vino.
La apuesta entrañaba cierto riesgo por ser pionera en la comunidad y por buscar el encaje de la colaboración entre los ámbitos público y privado. Pero resultó un éxito y a esta fórmula se fueron sumando bodegas y comarcas vitivinícolas, al mismo tiempo que iban tomando cuerpo propuestas nacidas en otros territorios.
Hoy el enoturismo forma parte del paisaje y no representa un modelo cuestionado por nadie, por mucho que (como en toda actividad humana) las ideas necesiten ser refrescadas para que la fórmula no se agote.
No solo eso, sino que ofrece a todos aquellos sectores que lo consideren oportuno un modelo para turistizar cualquier actividad, cualquier acontecimiento y cualquier fenómeno histórico.
Ese es el verdadero éxito de las bodegas, de las rutas del vino y de las instituciones que abogan por este reclamo para atraer visitas: el haber encontrado un paradigma que entrelaza iniciativas públicas y privadas, patrimonio, antropología, elaboración y ocio.



