Como una rutilante estrella, Castroverde de Campos destaca en el firmamento terracampino con dos esbeltas torres románicas y una gastronomía galardonada
Daniel González // Provincia de Zamora
Un domingo al mediodía, las campanas de la iglesia de Santa María del Río de Castroverde de Campos retumbaron para llamar a los fieles a misa. Un vecino casi centenario era el encargado de hacerlas sonar 104 veces y “a veces incluso 109”, según el día. Cansado de tal labor a su edad, rogaba un relevo que sigue sin llegar.
Anécdotas como esta no son difíciles de encontrar en el medio rural de Castilla y León, donde el grueso de la vida, de la economía de los pueblos, sigue recayendo en los pocos que quedaron tras la sangría demográfica del siglo pasado. Pero en Castroverde de Campos algo está cambiando. Se empiezan a atisbar brotes verdes.
Ruinas y dos iglesias declaradas BIC
Situado dentro de la provincia de Zamora, en el corazón de Tierra de Campos, el pueblo contaba en 1950 con cerca de 1.700 habitantes censado. Ahora no llegan a los 300. Una dura estadística que ha hecho mella en su legado patrimonial, arruinándose o desapareciendo iglesias y conventos ante la ausencia de fieles. De las cinco iglesias que llegó a tener, solo se conservan dignamente dos de ellas. Una está abierta al culto, mientras la otra es una ruina consolidada sin techumbre.
Un panorama que no extraña en estas tierras de pasado glorioso. En Castroverde de Campos se conservan restos de la prehistoria y hasta asoma un puente romano. Pero no será hasta la Edad Media cuando alcance su plenitud. La localidad fue uno de los lugares ocupados durante la repoblación leonesa del valle del Duero y en el siglo XII y XIII cobró una singular importancia como centro fortificado del sistema defensivo leonés. La villa estuvo amurallada y llegó a contar con un castillo. Construcciones que ahora son prácticamente imperceptibles dentro del casco urbano.
Durante esta época también se construyeron y reformaron los templos que han llegado a nuestros días. La iglesia de Santa María del Río, declarada BIC, es la más llamativa y la mejor conservada. Su maltrecha torre de tintes románicos, rematada en lo más alta con un colorido chapitel de azulejos mudéjares, y su portada meridional de cuatro arquivoltas apuntadas, son los elementos más destacados del exterior. Pero, como suele suceder en Tierra de Campos, es el interior el que guarda la sorpresa más mayúscula.
Al ser la única abierta al culto (aunque estuvo 16 años cerrada para su rehabilitación), en ella se guarda todas las esculturas y retablos procedentes de las demás iglesias arruinadas. No obstante, el elemento más sorprendente se encuentra en el techo de la nave central, recubierto de un magnífico artesonado de formas romboidales y hexagonales con esculturas colgantes en el centro. Una maravilla.
En el lado opuesto tenemos la iglesia de San Nicolás. Su interior contaba con un artesonado mudéjar del siglo XVI que cubría el crucero y que se derrumbó el 6 de diciembre de 1969. Gracias al 1% cultural se consolidaron los restos que quedaron, y se restauró su alta torre románica-mudéjar. Recientemente ha sido declarada BIC, tras resolverse el expediente iniciado en 1983.
Del resto de edificios religiosos solo quedan tímidas sombras. Sus piedras están dispersas por las casas del pueblo, y solo la iglesia de Santa María de la Sagrada, escondida entre estrechas callejuelas y construida en el siglo XII, enseña unos recatados muretes.
Una estrella michelín para la cocina de Tierra de Campos
Aparte del buen arte, una de las señas de identidad de Castilla y León es la gastronomía. Bien es sabido por propios y extraños. Y una familia de Castroverde de Campos ha sabido aprovecharlo. Abrieron el restaurante Lera, haciendo honor a su apellido, con un menú tradicional que contaba con el ‘Pichón Bravío de Tierra de Campos’ como plato estrella.
Tras años funcionando, el año pasado fue premiado con una estrella Michelin. “Es el resultado de la evolución de la casa de comidas que la familia Lera fundó en 1973, dedicada a redescubrir la cocina tradicional castellana con un estilo muy personal», explican en su web. Una hazaña basada en la perseverancia sin dejar de lado sus raíces que ha situado a Castroverde en el mapa gastronómico y turístico.
Un busto para quienes construyen futuro
Una estrella Michelin y dos iglesias declaradas BIC son buenas noticias para un pueblo en el que todavía hay mucho que hacer. Uno de los vecinos más ilustres, don Diego de Ordás, hombre de confianza de Hernán Cortés en el descubrimiento de América, cuenta con un busto en el centro de la Plaza Mayor del pueblo. Pero, bien podría merecer un reconocimiento similar ese insistente campanero, que de más modestamente ha llenado de sonidos unas calles de normal silenciosas. O ese galardonado cocinero, que exprime al máximo y hace evolucionar las bondades de la gastronomía de Tierra de Campos.
Son ellos, los que construyen los cimientos para un futuro que a veces cuesta vislumbrar, los que hacen historia, o al menos garantizan su continuidad.