El Barco de Ávila está en uno de esos muchos rincones con un encanto especial de nuestra Castilla rural, al sur de la provincia de Ávila, en la cara norte de Gredos. Tres mil habitantes, mil metros de altitud, un clima invernal duro…
Sin duda, un pueblo precioso donde perderse por sus calles alrededor de la soportalada plaza de España, aprovechando para visitar la Casa del Reloj, subir por la comercial y siempre concurrida en fechas señaladas, calle Mayor.
Asomarse a la cárcel juzgado, huella de otra época, y también al rehabilitado teatro Lagasca, y desde allí subir al castillo de Valdecorneja, darse un paseíto alrededor, con las mejores vistas al río Tormes, al Puente Nuevo, al puente románico -espectacular, imponente, con sus siete ojos- y bajar a ver la iglesia, la plaza de las Acacias, su pilón castellano, y desde allí bajar por la Gallareta y cruzar el río a visitar la ermita del Cristo del Caño; sin duda seña de identidad de los barcenses, querido y venerado.
Aquí nacieron ilustres como el conquistador Juan del Barco, el anacoreta San Pedro del Barco, el pacificador del Perú Pedro Lagasca o el el cardenal Arturo Tabera Araoz.
Cuna del Señorío de Valdecorneja, pasaron y se quedaron prendados desde el emperador Carlos V, camino de Yuste, hasta el genial Nobel de literatura Ernest Hemingway documentándose para ‘Por quién doblan las campanas’, o la santa de Ávila, Teresa de Jesús, buscando cura a su enfermedad.
Este rincón de Castilla, a las faldas de Gredos, no es para nada una tierra fácil, más bien al contrario. Nos encontramos con un entorno duro en lo económico, un sector empresarial casi inexistente, un territorio de montaña con pocas posibilidades agrícolas, que se concentran en unas escasas zonas de vega en el Valle del Tormes, y un sector servicios centralizado en El Barco de Ávila como cabecera de comarca.
Esta básica radiografía tampoco difiere demasiado de otros entornos rurales que encontramos en la periferia montañosa de la Comunidad, donde ganarse la vida no es sencillo, y en el que el ingenio, la constancia, la formación, el reciclado y las nuevas tecnologías son claves a la hora de desarrollar proyectos empresariales innovadores y ejemplificadores.
Y, si bien, no es una tierra fácil, de lo que sí se trata es de una tierra generosa por sus recursos, por su paisaje, y por sus gentes Sin duda, un territorio de oportunidades con ejemplos que lo atestiguan y de los que me permito el lujo de seleccionar una muestra que reúne valor y riesgo económico y personal. Y muchas dotes de actitudes y aptitudes de emprendedores, que tenían claro que sus vidas no tenían sentido si no se desarrollaban en lo personal y en lo familiar, en su pueblo, mi pueblo. En El Barco de Ávila.
JOSÉ MANUEL MENA Y PALOMA DE LA FUENTE
Una vinoteca de referencia en Castilla y León
José Manuel Mañoso y Paloma de la Fuente -él Barcense, ella madrileña con raíces en el cercano pueblo de Navamorisca- son un ejemplo claro de cómo el medio rural nos brinda oportunidades si mezclamos ingenio, dotes de gestión y, cómo no, valentía y atrevimiento.
José Manuel se crio detrás del mostrador de la tienda de alimentación que sus padres regentaron en la villa durante más de 50 años. Emprendedor de raza, con el paso de los años fue diversificando ese negocio familiar para incorporar progresivamente productos gourmet, una marca propia de las famosas Judías de El Barco y crear una frutería anexa.
De la mano de su esposa ha dado forma a la vinoteca Mayor 22, con más de 4.000 referencias y distribuidor exclusivo para la provincia de Ávila de las bodegas más prestigiosas de las diferentes denominaciones de origen. Destacan vinos de la comunidad autónoma, como Pago de Carraovejas o Viña Pedrosa, entre otros.
Actualmente, la empresa cuenta con ocho empleados. Sin duda, una cifra a considerar en un entorno rural de montaña, donde los municipios dependientes de esta cabecera de comarca pierden progresivamente población y no queda más remedio que reinvertarse y agudizar el ingenio.
Así, esta pareja supo encontrar el hueco y las posibilidades de las nuevas tecnologías, siendo unos avanzados en este aspecto, y desarrollando una de las primeras tiendas de vino y productos agroalimentarios ‘on line’ de nuestro país www.gallareta.com.
ISABEL ALBI Y JESÚS SAYANS
Clínica veterinaria
Isabel Albi es cordobesa, aunque de familia barcense, y Jesús Sayans de una de las conocidas sagas del pueblo. Ambos pasaron juntos la niñez, sobre todo los veranos. Isabel estudió Veterinaria en su tierra, Jesús se formó en la escuela de Forestales de Palencia, pero el pueblo les llamaba y, como no podía ser de otra forma, volvieron. Formaron una familia y montaron un negocio.
Previo a esto, Isabel trabajó y cogió experiencia en la administración pública, desarrollando sus labores en sanidad animal, ya en Castilla y León. Jesús hizo, y sigue haciendo, trabajos diversos de desbroces, acondicionamiento de entornos, e incluso pequeñas obras.
Actualmente tienen una clínica veterinaria en la Plaza Mayor, donde atienden mascotas y venden todo tipo de alimentos y enseres para ellas, sin dejar de realizar labores veterinarias para el ganado, principalmente vacuno, que es lo que más abunda en la comarca.
Se trata de un proyecto empresarial que, sin duda, supone un proyecto de vida. Y es uno más de los muchos del medio rural que han contado con el apoyo económico del programa europeo Leader, a través de los grupos de acción local, en este caso de Asider.
Es esta una asociación constituida para el desarrollo rural del territorio que aglutina las comarcas de El Barco de Ávila, Piedrahíta y los distintos pueblos de la cara norte de la Sierra de Gredos.
MARÍA JOSÉ CASTAÑO Y JORGE PERELLÓN
Un taller de grabado y arte en la Sierra de Gredos
Este sin duda es un ejemplo claro de cómo jóvenes bien formados, con condiciones laborales excelentes en una gran ciudad, pueden optar en un momento dado por un cambio de vida. Un cambio que afectó a su lugar de residencia, mejorando la calidad y retornando al entorno en el que se criaron, pero realizando una actividad ya consolidada, con una cartera fija de clientes que se mantiene y abriendo las posibilidades de ampliarla aprovechando las nuevas tecnologías y el buen hacer.
Todo ello les ha llevado a vender arte desde El Barco de Ávila a muchos rincones del mundo.
Jorge Perellón empezó en Madrid hace más de dos décadas su andadura como artista gráfico, de su propia obra y de la de otros artistas. Es un especialista en grabado calcográfico, otro de esos oficios artesanos en peligro de extinción, aunque mundialmente conocido por las obras de Goya a través de sus populares aguafuertes.
El trabajo lo centra en libros de artista con ediciones limitadas, y ha realizado obras tan importantes como la ilustración del Romancero Gitano, de Lorca, galardonado por el Ministerio de Educación y Cultura con el primer premio en la sección de libros de Bibliofilia, en el año 2017.
María José Castaño, licenciada en Derecho, ejerció de abogada durante veinte años en Madrid y dejó su trabajo cuando hace casi cinco decidieron trasladar el taller de grabado de Jorge a El Barco de Ávila y buscar un local bonito para instalar, junto al taller, una galería de arte en la principal calle del pueblo.
Podemos encontrar en ella óleos y acuarelas de Jorge Perellón y otros artistas conocidos -locales o no- alfarería artística, esculturas y joyas. Y, de esta forma, lograron desplazar, con éxito y sin mirar atrás, el medio de vida a su querido pueblo.
DAVID G. LERALTA
Un relojero especialista en cañas de pescar
Barcense, hijo y nieto de relojeros, se fue a estudiar a Ávila, pero tuvo siempre claro que su vida estaba en el pueblo.
Por circunstancias de la vida decidió hacerse cargo, junto a su madre, actualmente jubilada, del negocio familiar: reparación y venta de relojes, especializado en los antiguos. Un oficio que cada vez escasea más.
Este negocio siempre estuvo complementado con una sección de trofeos y artículos para la pesca, por afición familiar. David Gutiérrez consolida la actividad, se casa con Verónica Noya, barcense, la actual enfermera de la residencia geriátrica del municipio, y junto a sus dos hijos, tienen claro que su vida está en El Barco de Ávila.
Hace tres años dio un pequeño giro empresarial a su negocio (diversificando, sin dejar sus relojes) y decide crear una marca propia de cañas de pesca a mosca: Draga Leralta Rods. Realiza sus propios diseños, no solo estéticos, y mantiene vínculos comerciales con varias empresas asiáticas para la fabricación de estas cañas pensadas para el estilo de pesca que diferencia a los competidores españoles. Ha conseguido consolidarse como una de las marcas reconocidas, no solo en España, con distribución en países como Francia, Irlanda o Italia.
Las redes sociales e Internet han sido fundamentales en el desarrollo de este negocio, que demuestra cómo puedes distribuir un producto desde el medio rural a todo el mundo utilizando el escaparate de Internet, que abre posibilidades impensables sin una buena conexión, una de las demandas constantes de nuestro medio rural.