Este sábado, 2 de febrero, el Centro de Iniciativas Turísticas de Tordesillas dará a conocer el nombre de la nueva reina Juana I de Castilla. La joven, que ha de tener 29 años de edad (los que tenía Doña Juana cuando llegó a la villa), será elegida mediante sorteo en un encuentro programado a las 12:30 horas en el Salón de Actos de las Casas del Tratado. Tras anunciar el nombre de la próxima soberana, se elegirá también el de la niña que encarnará a Catalina, la única hija de la Reina que la acompañó en su viaje a Tordesillas.
Tordesillas celebrará este año la decimoquinta edición de la recreación El Día de la Reina el sábado, 2 de marzo. Viajarán en el tiempo, así, los más de trescientos vecinos de Tordesillas que hacen posible, de forma totalmente altruista, una recreación ya consolidada y esperada con la que el municipio regresa al año 1509, cuando recibía un extraño cortejo. Encabezado por Juana I, reina de Castilla y princesa heredera de Aragón, viajaba todo el séquito junto al féretro con los restos mortales de Felipe I, rey de Castilla, archiduque de Austria, duque de Borgoña y esposo de Juana, fallecido dos años y medio antes en Burgos. Si sorprendente fue esta llegada, aún más lo acabaría siendo el hecho de que la residencia de la reina se fijara en Tordesillas durante 46 años, donde Juana I de Castilla permaneció hasta su muerte, en 1555.
Desde el año 2005, el Centro de Iniciativas Turísticas de Tordesillas celebra y recupera la memoria de uno de los personajes más interesantes de nuestra historia. Juana I de Castilla estuvo a la sombra de su marido, Felipe el Hermoso; después su padre, Fernando el Católico, la aísla en Tordesillas y, finalmente, su hijo Carlos V la ignora. Su persona permaneció en el olvido durante siglos. Pero Juana I de Castilla fue reina de Castilla durante 51 años, hija de reyes y madre de seis reyes.
El próximo sábado, 2 de marzo, el público tiene una cita con la historia en Tordesillas. Juana I de Castilla volverá a la villa tal y como lo hizo en 1509. Y llegará acompañada de su padre, Fernando el Católico, protegida y custodiada por los Monteros de Espinosa, para llegar con Catalina, su hija pequeña, damas de compañía, personal de palacio y el cuerpo de Felipe el Hermoso custodiado por numerosos monjes que alumbrarán el paso del cortejo con sus antorchas.