Ávila no se puede visitar con prisa. Degustar la esencia de sus calles y plazas, igual que maravillarse con sus palacios o su magnífica muralla, requiere dejar a un lado el ritmo vertiginoso de nuestras vidas, que tantas veces trasladamos a la actividad turística. Pocas ciudades hallan el mismo grado de armonía con el entorno que este conjunto de sabor medieval
La muralla abulense maravilla al mundo. Casi tres kilómetros de un impresionante paredón medieval protegen tesoros de no menos valor patrimonial entre los que hallamos la catedral y un número largo de iglesias, conventos, palacios y casas nobles. Todo ello, unido a la huella profunda de la mística Teresa de Jesús, hace que la ciudad desprenda un halo que atrapa sin remedio al visitante.
El tramo oriental de la muralla de Ávila es el más atractivo. Sobre él descansa el grueso de la ciudad extramuros. Se desconoce la fecha exacta en que se colocó la primera piedra de esta obra de la ingeniería universal, aunque algunos cronistas la fechan en el siglo XI. Mil novecientas personas, en su mayoría musulmanes cautivos, participaron durante nueve años en su construcción. De ahí que, aunque el conjunto es de estilo románico, cuente con importantes rasgos árabes.
Esta muralla defensiva, contemporánea en su construcción con la catedral de Nôtre Dame de París y que durante casi un milenio sirvió como protección y para facilitar los intercambios comerciales, fue un factor determinante en el urbanismo de la ciudad. De diseño rectangular, con dos kilómetros y medio de longitud -una hora de paseo- tiene nueve puertas de entrada y más de 2.000 almenas. La Puerta del Alcázar y la situada junto a la Basílica de San Vicente son dos importantes atractivos que el visitante no debe obviar.
La ciudad de Ávila, Patrimonio de la Humanidad desde 1985, es la muestra más interesante y mejor conservada de lo que fue una ciudad amurallada del medievo español. En pocos lugares como este se puede encontrar una unión tan grande entre paisaje urbano y natural. Situada a 1.131 metros de altitud, en un promontorio rocoso en la margen derecha del río Adaja, es la capital de provincia española ubicada a mayor altitud. Aquí se educó e inició su obra reformadora y literaria Teresa de Jesús, donde también inició su labor el poeta místico san Juan de la Cruz, nacido en la localidad de Fontiveros.
Disfrutar de la Ávila actual requiere olvidarse de las prisas para degustar la esencia de sus calles, plazas y rincones. Es de visita obligada el paseo del Rastro, donde encontramos un espléndido mirador hacia el Valle de Amblés. También el lienzo norte de la muralla o la estampa que se divisa desde los Cuatro Postes cuando cae la noche, con la muralla completamente iluminada, son panorámicas que el viajero difícilmente podrá olvidar.
Interesantes iglesias son las románicas de San Pedro, San Andrés, San Esteban, San Segundo, San Nicolás, San Martín o Santo Tomé. La catedral está considerada el primer exponente del gótico español, en la que destacan su retablo mayor, el claustro y la girola. Para sumergirse en el ambiente medieval y renacentista que emana la ciudad bien merece la pena visitar los palacios de los Velada, Valderrábanos, Núñez Vela, Polentinos o Dávila, así como las casas nobiliarias de los Águila, Bracamonte, Almarza, Superunda, Verdugo y de los Guzmanes.
En Ávila, como en tantas ciudades, convivieron judíos, musulmanes y cristianos, dejando cada comunidad una huella que forma parte de nuestro patrimonio cultural. Si bien prolifera la documentación escrita, incidiendo en la presencia de una numerosa e influyente comunidad judía a lo largo de todo el medievo abulense, son escasos los testimonios arquitectónicos que se puedan adscribir a esta población. Recientemente este legado se ha visto enriquecido con la constatación arqueológica del cementerio judío.
A través del legado archivístico conocemos la ubicación de sus sinagogas y cementerio (corroborado arqueológicamente), dónde residían, cuáles eran los espacios urbanos donde abrieron sus comercios, cuáles eran sus ocupaciones o dónde desarrollaban sus actividades artesanales.
Será en la actual calle Reyes Católicos, anterior calle de Andrín que unía la plaza del Mercado Grande con la del Mercado Chico (puntos neurálgicos de la ciudad), donde se establezca gran número de comercios y talleres regentados por judíos. En esta calle se emplazaba una de las sinagogas de la ciudad, la sinagoga de Belforad, allí donde, en el siglo XVI, se levantará la capilla de Nuestra Señora de las Nieves. En lo que sería la casa del rabino, inmediatamente al mediodía de la capilla, se localiza la hospedería La Sinagoga, un magnífico caserón lleno de encanto y de referencias hebraicas.