Un territorio tan amplio y variado como el de Castilla y León, y con un sector primario de semejante peso específico en la economía local, ha generado a lo largo de los siglos un rico mapa gastronómico, enológico, traducido en multitud de productos tradicionales. Vinos y alimentos que permiten poner nombre a una localidad o comarca; situarla en el mapa.
La dispersión de productores y elaboradores llevó a la Consejería de Agricultura a concebir la puesta en marcha de un distintivo de calidad como garantía para el consumidor. Era el nacimiento de Tierra de Sabor, que además de impulsar el consumo de alimentos locales debía justificar el estrecho vínculo entre territorio y calidad. Ese ha sido el secreto para convertirse en nexo para poner en contacto a productores y consumidores.
Ha sido el Instituto Tecnológico Agrario (Itacyl) la entidad encargada de analizar y valorar toda esa riqueza patrimonial, y de darle carácter oficial. Para ello sus técnicos analizan la documentación presentada, además de efectuar las inspecciones que permiten comprobar que la descripción ofrecida por el elaborador es real.

Esta labor ha permitido a la comunidad contar con cerca de 70 figuras de calidad, lo que la convierte en la región española con más sellos distintivos. Hoy son más de 900 las empresas y 6.000 los productos autorizados para usar el sello de Tierra de Sabor. El 86% de las empresas productoras o comercializadoras está ubicado en un entorno rural.
Además, entre las empresas adheridas hay un nutrido grupo de pequeñas compañías de artesanía alimentaria, que son una de cada cuatro en Castilla y León. Esta producción singular es merecedor de todo el apoyo público para poder competir con productos de carácter industrial, que son más competitivos en precio pero no poseen ni la calidad ni la diferenciación de los productos artesanos de Castilla y León.