Marina Blázquez
Los signos de interrogación y exclamación tienen una historia muy antigua. Según la RAE, el primero se lo debemos a los carolingios, la dinastía de origen francés que dominó Europa Occidental entre los siglos VIII y X. El segundo, por su parte, ya se encontraba en diversos manuscritos medievales.
¿A qué se debe esta diferencia ortográfica?
En sus orígenes, el español, como el resto de idiomas, solo usaba un símbolo al final de la frase para expresar interrogación o exclamación. No obstante, los académicos decidieron que esto no era suficiente para oraciones largas. Ellos alegaban que no se entendía bien la entonación que había que adoptar porque el símbolo estaba demasiado lejos. En 1753 se tomó una decisión trascendental: el mismo signo de interrogación se iba a invertir para ser utilizado también al iniciar las preguntas. En la Ortografía del año siguiente se estableció que su uso quedaba restringido a las oraciones largas, mientras que en las breves se seguiría empleando sólo el de cierre.
Pronto se dieron cuenta de que era muy subjetivo definir cuándo una frase se podía considerar larga y cuándo no. Para remediarlo, en 1870 se estableció la obligación de incluir el signo de interrogación inicial, independientemente de la extensión del enunciado.
En lo que respecta al signo de exclamación, este llegó a los tratados de ortografía algo más tarde bajo el nombre de signo de ‘admiración’. Su reconocimiento como signo doble se reflejó en el diccionario de la lengua española en 1884.
De admiración a exclamación
Es importante saber que estos símbolos (¡!) que hoy denominamos ‘de exclamación’ se conocían en sus orígenes con el nombre de ‘admiración’. Aunque pueda sorprender, hasta hace relativamente poco, en la 23ª edición del diccionario de la RAE de 2014, no se rebautizó este signo, pasando a llamarse de ‘exclamación’. Varios autores y expertos exponían que este símbolo no solo evocaba admiración, sino otros sentimientos como sorpresa, asombro, alegría o mandato. Por estos motivos se produjo el cambio de nombre.
Contraste con otros idiomas
A diferencia del español, la gramática de otros idiomas como el inglés o el alemán incluye estructuras al inicio de la frase que indican que un enunciado es exclamativo o interrogativo. En inglés, por ejemplo, se realiza una inversión de la posición del sujeto y el verbo cuando se quiere hacer una pregunta. Es decir, se diría ‘you have a brother’ pero ‘do you have a brother?’ si es una interrogación. En español se utilizaría en ambos casos el mismo orden (‘tienes un hermano’), por lo que los únicos indicadores de la entonación son los signos, en este caso de interrogación (‘¿tienes un hermano?’).
Para muchas personas de otros países que aprenden el español, tener que añadir estos marcadores de interrogación y exclamación al inicio de la oración es un gran choque al que cuesta acostumbrarse. Muchas veces los extranjeros se cuestionan sobre la utilidad de este símbolo, inexistente en sus lenguas maternas.
Sin embargo, los signos de apertura (¿ ¡) se consideran elementos característicos y representativos del español, que no deben ser omitidos bajo ningún concepto, según las instituciones lingüísticas del país.
¿En peligro de extinción?
Hoy en día, en un mundo tan interconectado, las personas están muy expuestas a otros idiomas. Además, con la influencia de las nuevas tecnologías, es frecuente que se olvide escribir el símbolo inicial de interrogación o exclamación. En las redes sociales y en Internet cada vez se usa menos, por lo que existe el riesgo de que esto se traslade a ámbitos académicos o profesionales.
¿Acabará desapareciendo por completo el símbolo de apertura? Solo el tiempo lo dirá.