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El significado ancestral que esconden las máscaras

Las máscaras son objetos desconocidos, con orígenes y significados ocultos. Su uso perdura en nuestro país a través de las mascaradas de invierno, un evento singular y digno de mención

Marina Blázquez

Cuando hablamos de máscaras, lo primero que nos viene a la mente es el Carnaval de Venecia y las ostentosas máscaras venecianas, con su rica decoración, colores brillantes, detalles dorados o plateados, mucha ornamentación y pedrería. Estas piezas están inspiradas en la Commedia dell’Arte italiana, un tipo de teatro popular improvisado que nació alrededor del siglo XVI.

No obstante, las máscaras se llevan utilizando desde tiempos inmemoriales en todos los continentes y las culturas, adoptando formas diferentes según el contexto y su función. Si no se conoce bien su historia, se puede llegar a pensar que tienen un mero valor decorativo, pero en realidad esconden un gran simbolismo. En el pasado, estos elementos de origen remoto tenían diferentes funciones, entre las que destacan la religiosa o mística, la artística y la festiva.

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Una visitante al Museo Nacional de Escultura contempla la obra ‘El actor alienado’, de Juan Haro. La máscara que portamos en nuestro día a día excede la capacidad del portador, encorvado por su peso, como un actor sobrepasado por su personaje. Fotografía: Ricardo Ortega

Orígenes

Una de las primeras máscaras de las que tenemos constancia es la máscara funeraria egipcia, que se colocaba a los difuntos para que los dioses reconocieran su identidad. La más famosa y fácil de identificar es sin duda la de Tutankamón.

Esta aplicación evolucionó con los griegos y los romanos, quienes empezaron a introducir las máscaras en el mundo del teatro para permitir que los actores interpretaran a diferentes personajes en una misma representación. También servían para expresar emociones exageradas, potenciar la voz o esconder los nervios.

Más adelante, se popularizó en Italia la celebración del Carnaval y de majestuosos bailes de máscaras, que posteriormente se extendería por toda Europa. Los bailes eran una forma de entretenimiento de lo más elitista, en la que los participantes buscaban no ser reconocidos y adoptar momentáneamente una nueva identidad. A menudo, en estas noches de celebración y disfrute se diluían las barreras sociales y cada cual elegía su alter ego.

Mascaradas de invierno

En la actualidad, uno de sus usos más comunes tiene lugar durante las mascaradas, representaciones de carácter teatral cuyo elemento central son, como su propio nombre indica, las máscaras. Esta práctica cultural está muy extendida, no solo en España sino también a nivel internacional en países como Portugal o Italia. Las festividades se celebran en diferentes épocas del año, siendo las más famosas en carnaval y, aunque algo menos conocidas, también en invierno.

En particular, las mascaradas de invierno son ritos ancestrales, de origen prerromano e influencia pagana que, en sus orígenes, se festejaban tras el solsticio de invierno, principalmente durante los llamados doce días mágicos del año (del 26 de diciembre al 6 de enero).

Estas celebraciones de carácter teatral tienen como objetivo ahuyentar a los malos espíritus y propiciar la fertilidad y aún conservan una fuerte dimensión espiritual. Las mascaradas de invierno son típicas de pequeñas comarcas rurales, en las que suele primar la actividad agrícola o ganadera. Se llevan a cabo en diferentes regiones y cada una de ellas tiene características propias. No hay dos iguales.

Las máscaras que predominan en estas fiestas son un tanto peculiares, con formas demoníacas o zoomorfas, es decir, de aspecto animal. A diferencia de las elegantes máscaras venecianas de Carnaval que pretenden ocultar la identidad del que las porta, estas permiten encarnar al personaje que representan. La creencia original es que el enmascarado pierde su personalidad para adoptar la de aquel cuyo rostro ha asumido, convirtiéndose en un intermediario entre lo terrenal y lo divino que puede comunicarse con el más allá.

En nuestro país, esta tradición está particularmente arraigada en la zona norte y en el centro peninsular. En Castilla y León, por ejemplo, las mascaradas fueron declaradas Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial en 2023, reconociendo la importancia de esta tradición para la identidad de la región. 

En un viaje por Castilla y León a través de la historia nos trasladamos a Aldeadávila de la Ribera, localidad de la provincia de Salamanca. Allí se festeja la ‘Bufa de San Antón’, una tradición singular que ha sobrevivido al paso del tiempo. Es además la única mascarada de invierno que se conserva en territorio salmantino y tiene lugar el 16 de enero, en la víspera de San Antón. Además de la Bufa de San Antón, muchas otras localidades de la comunidad autónoma, especialmente pertenecientes a la provincia de Zamora, aún conservan esta tradición única de origen remoto.

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