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El cuidado del patrimonio leonés y su puesta en valor

Marina Sánchez. Promonumenta

Sobre cuatro potentes pilares de diferentes especialidades se asentaba la que fue primera convocatoria que la veterana Asociación de Amigos del Patrimonio, Promonumenta, organizó para poner a examen público la situación del cuidado del patrimonio en el territorio leonés.

Con un número que duplica y triplica los bienes de interés cultural (635 BICs) respecto al resto de provincias de la ya patrimonialmente rica comunidad autónoma, con siete reservas de la biosfera, varios espacios naturales protegidos (alguno de ellos patrimonio mundial), con un reconocimiento SIPAM (Sistema Importante de Patrimonio Agrícola Mundial), tercero en extensión del mundo, acordado por la FAO a las montañas de León… en algún momento se debía parar y realizar autocrítica para valorar lo que de verdad se está haciendo y qué se está consiguiendo con ese esfuerzo.

El Ayuntamiento de la capital fue escenario con numerosísimo público de la I Jornada que celebraba el Día Mundial del Patrimonio, 16 de noviembre, fecha acordada internacionalmente para su puesta en valor y recordatorio. El profesor de la Universidad de León Emilio Moráis, el arqueólogo Emilio Campomanes, el arquitecto de patrimonio Ramón Cañas y el escritor Carlos Taranilla se dieron cita invitados por Promonumenta para debatir el grado de implicación de la población y las instituciones en su conservación, los objetivos cumplidos y los que quedan por cumplir, el retorno y el balance general hasta la fecha tras años de grandes esfuerzos de las asociaciones.

Ante la pregunta de «¿Vamos al Cielo o al Infierno patrimonial?», los cuatro expertos aportaron sus respectivos puntos de vista desde diferentes perspectivas: la idea de que hay mayor interés del público, que no más conocimiento, más respeto y más entusiasmo conservativo, no tiene discusión, pero se observa la llegada de cierto populismo que utiliza cualquier atractivo como gancho para intereses personales y/o políticos.

La propia estructura geopolítica del país, heredera del siglo XVIII, con un modelo provincial y autonomista, configura las diferentes responsabilidades de los cuidados patrimoniales. Son bien vistas las Diputaciones, pero las iniciativas y reivindicaciones de los propios ciudadanos, particulares y a través de asociaciones, se llevan una parte muy importante de la labor de cuidado del patrimonio en general.

En el pasado se hicieron cosas muy bien y también muy mal, actualmente se está más concienciado y eso da lugar a veces a la idea de que cualquiera opina acerca de lo que se debe y no se debe restaurar, y cómo, derivado del populismo. Antes la normativa era más escasa, se restauraba lo que deseaban las autoridades eclesiásticas y civiles. Con el tiempo se redactó legislación y se desarrollaron técnicas de carácter científico en el ámbito de la restauración patrimonial. Esto conlleva a otra cuestión: ¿Qué es lo que hay que conservar y qué no?

La polémica surge al observar cómo en León, al igual que en otros tantos lugares, se han derribado elementos patrimoniales de extraordinario interés cultural, histórico, etnográfico, etc., y en otras ocasiones se han conservado fachadas que carecen de importancia. En esta cuestión está el debate entre los especialistas: ¿a la hora de la recuperación patrimonial, debemos reducirnos a consolidar los restos que quedan y adivinar la forma originaria o bien reinterpretarla y reconstruir imitando su factura “real”? ¿Cómo se debe restaurar?

Y luego… ¿cuál es su nuevo uso? ¿Cuál es su nueva finalidad?

Alguno de los participantes rechazaba la idea del uso de elementos patrimoniales históricos, renacentistas por ejemplo, como sede que albergue exposiciones de arte contemporáneo, como es el caso de algún monasterio. El moderno concepto de Patrimonio Cultural es muy amplio, recalcando alguno de los participantes la idea de que no son “piedras viejas”, son “piedras históricas”, lo que facilita en territorios de baja densidad poblacional el hecho de que no se cierren los bares o restaurantes por la falta de actividad en torno a estos patrimonios.

Es muy importante distinguir los conceptos de “Conservación”, donde no se interviene sobre el bien, con trabajos superficiales muy valiosos en ocasiones, con actuaciones de carácter pedagógico entre la población para divulgar y valorar lo que se tiene. “Cuanto más se conoce más esfuerzos se realizan para conservar”.

La “Restauración” es diferente, se realiza una intervención que modifica el bien, dando lugar a las discusiones acerca de imitar lo que hubo antiguamente o actualizar con técnicas y materiales de ahora. La Teoría actual dice que la intervención debe ser mínima y reversible, con materiales testados, que no perjudiquen, que lo que se construya nuevo debe notarse, distinguirse del original, sin caer en los “falsos históricos”.

Los arqueólogos y los arquitectos han discutido mucho a nivel profesional: los “nuevos” edificios tienen que tener un uso, con salidas, despachos, baños, y esto puede ser muy agresivo para el edificio. Por otro lado, no tocar nada puede ser una intervención muy sosa…así las cosas, los intervinientes acuerdan la gran dificultad en la conservación, ya que además en este país todos tienen criterio.

En el campo de la restauración no hay un recetario, hay una metodología; los trabajos de campo son muy necesarios, así como lo que opinen los propios habitantes.

La hipertrofia de la legislación no es una garantía por lo que los movimientos ciudadanos tienen su razón de ser. Debe haber flexibilidad durante la propuesta de ejecución, que puede ir variando el proyecto. Y luego, por supuesto, es de vital importancia el mantenimiento: Las fases de Restauración y Conservación deben ir parejas, ya que el edificio será habitado por el ser humano. Surge ahí la idea de cambio del bien en cada intervención, lo mismo que fueron haciendo nuestros antepasados.

Así las cosas, y tras profundizar en las diferentes formas de conservación, se llega a la conclusión del enorme paradigma que asigna al Patrimonio la capacidad de frenar la despoblación, y lo convierte en poderosa herramienta que ayuda a que vuelva la población a asentarse en territorios de ingente legado. Su divulgación y la creatividad a la hora de asignarle nuevos usos ya depende de los emprendedores, que pueden ver en el territorio una fuente de riqueza y de oportunidades.

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