Lara Arias
En el corazón de Castilla y León, se despliega una de las más grandes hazañas de la ingeniería hidráulica en la historia de España: el Canal de Castilla. Nacido en el siglo XVIII bajo el reinado de Fernando VI y gracias a la visión del Marqués de la Ensenada, este canal no solo buscaba resolver problemas económicos, sino también superar el aislamiento geográfico de la meseta castellana, permitiendo un transporte eficiente de productos agrícolas.
El concepto del Canal de Castilla no fue, sin embargo, una invención del siglo XVIII. Sus raíces se remontan a 1549, cuando Bartolomé Bustamante estudió la cuenca del río Pisuerga con la intención de construir una vía fluvial que facilitara el transporte de cereales y otros productos agrícolas. Aunque sus estudios no se materializaron en aquel momento, sirvieron de base para futuros desarrollos. Bustamante tenía la visión de un canal que no solo mejorara el comercio, sino que también sirviera para el regadío de los campos de Castilla, contribuyendo al progreso agrícola de la región.
A pesar de la ambición de Bustamante, no fue sino hasta dos siglos después, con la llegada del ministro de Fernando VI, el Marqués de la Ensenada, que la idea resurgió con fuerza. Ensenada comprendió que, si España deseaba competir económicamente con otras potencias europeas, debía mejorar sus infraestructuras, y así comenzó el proyecto más ambicioso de la época.
Origen
La construcción del canal se inició el 16 de julio de 1753 en Calahorra de Ribas bajo la dirección de Antonio de Ulloa, y contó con la participación del ingeniero francés Carlos Lemaur, quien dirigió el Ramal de Campos. Sin embargo, las dificultades económicas y los conflictos bélicos interrumpieron varias veces las obras. No sería hasta 1849, bajo el reinado de Isabel II, cuando la monumental obra quedaría finalmente terminada, abarcando tres ramales: Norte, Campos y Sur, con un recorrido de 207 kilómetros que atraviesa Palencia, Burgos y Valladolid.
Un año más tarde de su inicio, las obras se paralizaron y en 1759 se retomaron las actividades hacía el área del Estrecho de Nogales, cerca de Alar del Rey, dando inicio a la construcción del Ramal Norte. Las obras de este concluyeron en 1791 al lograr unir las aguas del norte con las del Ramal de Campos en Calahorra de Ribas.
En 1792 se comenzó a navegar por el Ramal Norte y se inició la construcción del Ramal Sur, que conduce hacia Valladolid. Asimismo, fue paralizado en varias ocasiones a consecuencia de los conflictos armados. Pero no fue hasta 1828 cuando el rey Fernando VII decidió otorgar la realización del proyecto a una empresa privada a cambio de su explotación durante 80 años. Hasta 1835 no se terminaron los trabajos del Ramal Sur y en 1849 culminan las obras del Ramal de Campos, bajo el reinado de Isabel II. El 14 de diciembre de 1849 comenzó oficialmente la explotación del Canal de Castilla por los siguientes 70 años por parte de la Compañía del Canal de Castilla.
Al principio, las barcazas funcionaban provistas de vela para su tracción, pero era un sistema ineficaz por la abundancia de puentes. Así pues, pronto se impuso la tracción a cargo de tiros de dos o tres mulas que remolcaban las embarcaciones.
Ramales
El ramal del norte nace en Alar del Rey y atraviesa 75 kilómetros entre veinte términos municipales (3 de ellos en Burgos y el resto en Palencia). Atraviesa la cuenca del Pisuerga de norte a sur y en el se encuentra el epicentro en el que se dividen dos grandes ramales que se dirigen uno a Medina de Rioseco (ramal de Campos) y otro a Valladolid (ramal Sur).
El ramal de Campos recorre 79 kilómetros por las provincias de Palencia y Valladolid, atraviesa trece municipios palentinos y tiene variedad en obras de ingeniería.
Mientras el ramal Sur recorre 54 kilómetros desde El Serrón (Grijota, Palencia) a Valladolid, atravesando 10 términos municipales.
Esclusas
Las esclusas fueron uno de los mayores retos del proyecto, ya que estas debían superar los desniveles de la meseta. El canal llegó a contar con 49 esclusas de diferentes formas, desde las ovaladas, que permitían el paso simultáneo de dos barcazas, hasta las rectangulares, más eficientes y económicas.
El funcionamiento de estas se realiza con portonas de desagüe mediante el sistema de guillotina. La balsa se rellena abriendo estas portonas inferiores hasta que el nivel de la balsa se iguala con el cauce del Canal. Una vez igualado el nivel del agua se procedía a abrir la puerta e introducir la barca.
Revestidas de sillerías de piedra caliza o arenisca, pueden ser ovaladas y rectangulares. Las primeras permitían el paso de dos barcazas a la vez, porque las dimensiones eran mayores frente a las rectangulares, que eran más estrechas. Aunque tenían varios inconvenientes, entre ellos, que eran más costosas de ejecutar y más lentas de llenar.
A tener en cuenta, las esclusas rectangulares corresponden a una etapa de privatización de la construcción del Canal, que se realizó con el fin de ahorrar costes de construcción y un llenado más rápido, aunque solo permitiera el paso de una barcaza. Data del siglo XIX y son un total de 15 esclusas.
El Auge y Declive del Canal
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el Canal de Castilla vivió su apogeo. Los cereales y otros productos agrícolas se transportaban desde los campos de Castilla hasta los principales puertos y mercados del norte del país. El canal no solo era usado para el transporte de mercancías, sino que también había barcos de pasajeros que recorrían rutas diarias entre ciudades como Palencia y Valladolid. Sin embargo, esta etapa dorada fue efímera. Con la llegada del ferrocarril en 1860, el canal comenzó su lento declive. Las nuevas líneas ferroviarias, más rápidas y eficientes, condenaron al canal a un uso secundario: el riego agrícola.
El Legado del Canal
Hoy en día, el Canal de Castilla sigue siendo un símbolo de la ingeniería y la perseverancia. Aunque ya no se utiliza para la navegación comercial, continúa desempeñando un papel crucial en el riego de vastas extensiones de terreno agrícola, tal como lo había soñado Bartolomé Bustamante en el siglo XVI. Además, sus paisajes, esclusas y acueductos se han convertido en un atractivo turístico de primer orden, siendo recorrido a pie, en bicicleta o incluso en piragua por visitantes que buscan conocer de cerca esta joya de la ingeniería.
A lo largo de sus tres ramales, el Canal de Castilla ofrece una mezcla única de historia, naturaleza y arquitectura, con puntos de interés como la cuádruple esclusa de Frómista o el majestuoso Acueducto de Abánades. Para los amantes del turismo activo, el canal se presenta como una opción inmejorable para disfrutar de la riqueza paisajística y cultural de la meseta castellana.
El Futuro del Canal
El Canal de Castilla es, sin duda, una obra que ha sabido adaptarse a los tiempos. Aunque ya no es el motor del comercio que fue en su origen, sigue siendo una fuente de vida para los campos de Castilla. En los últimos años, se ha impulsado su conservación y valorización como parte del patrimonio histórico de España, y su potencial como atractivo turístico sigue en aumento.
En conclusión, el Canal de Castilla es más que una infraestructura hidráulica; es un testimonio vivo del esfuerzo humano por superar los retos de la naturaleza y un ejemplo de cómo las grandes obras pueden marcar el desarrollo económico y social de una región. Aunque su utilidad como vía de transporte fluvial haya quedado en el pasado, su importancia sigue vigente como legado histórico y cultural.
Curiosidades sobre el Canal de Castilla:
- En el Ramal Sur se construyeron 18 esclusas para salvar el desnivel de 54 metros.
- El más extenso es el Ramal de Campos, con 78 kilómetros y su desnivel es de 22 metros y tiene 7 esclusas.
- El Canal de Castilla atraviesa tres provincias: Palencia, Valladolid y Burgos.
- El Ramal de Campos termina en Medina de Rioseco. Ahí está la dársena más importante de todo el canal.
- El Ramal del Norte, de 74 kilómetros de longitud, es el que mayor desnivel presenta (87 metros) y el que mayor cantidad de esclusas tiene (24).
- El Museo del Canal está situado en Villaumbrales. Ahí se exhiben restos de los astilleros en los que se construyeron y repararon las barcas que surcaban el río artificial a finales del siglo XIX.