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Una senda por el corazón del Duero

La Senda del Duero (GR-14) es un Sendero de Gran Recorrido que sigue el curso fluvial desde Duruelo de la Sierra hasta Oporto. En el tramo entre Peñafiel y Olivares de Duero discurre junto a las tranquilas aguas del río, inmerso en su bosque de galería

Peñafiel y su castillo son los protagonistas de un sendero que se adentra en el corazón de la Ribera. Un parque fluvial junto al río Duratón, en el centro de Peñafiel, sirve de punto de partida. Un pequeño sendero que discurre por la orilla izquierda del río permite observar diversas instalaciones ya en desuso, como molinos, azudes y un puente de estructura metálica para el ferrocarril, que poseen el encanto de pertenecer al comienzo de la industrialización y modernización de la comarca.

Más adelante se alcanza la tranquila unión de Duratón y Duero, dos ríos que aguas arriba han imprimido su carácter al territorio por el que han ido horadando y abriendo su paso.

Restos de un palacio que encontramos a nuestro paso. Fotografía: José Miguel Martín

El recorrido continúa por un estrecho sendero encajonado junto al río Duero, bordeando el pinar de San Pablo, donde crece principalmente el pino piñonero (Pinus pinea).

El sendero discurre a tramos por el bosque de ribera, por el pinar y en otras coquetea con ambos y avanza por su límite. La ausencia de cruces permite caminar de forma relajada, disfrutando del sonido del río y sus habitantes, y así con la compañía de las tranquilas aguas del río se va haciendo camino.

Pesquera de Duero

Al llegar a un marcado meandro se puede observar en la otra orilla Pesquera de Duero, donde una gran pasarela nos invita a entrar en esta localidad de gran tradición vitivinícola. El sendero continúa lentamente para subir hasta la llanura aluvial y abandonar la zona encajonada y de depresión que ha conformado el Duero. Se cede la compañía del pinar por la de terrenos de secano y eriales al abrirse el horizonte en una zona dominada por ellos.

No muy lejos la señalización indica un desvío en el camino, para ir hasta el yacimiento de Pintia, con una zona preparada para los visitantes. Con una superficie aproximada de 125 hectáreas, presenta una gran riqueza, con presencia de restos de las culturas vaccea, romana y visigoda.

Desde la senda del Duero podemos acceder a la localidad de San Bernardo. Fotografía: José Miguel Martín

El sendero desciende de nuevo hasta las proximidades del río, pudiéndose observar una minicentral hidroeléctrica, que produce energía gracias al salto de agua del azud existente. De nuevo la presencia de pinos piñoneros y del bosque de ribera configura el entorno del camino.

En varias ocasiones el sendero desciende y asciende de nuevo hasta la llanura aluvial, donde se puede disfrutar de unas buenas vistas tanto del río como de los pinares de pino piñonero, que encuentran en estas zonas su óptimo ecológico.

Debido a la existencia de taludes escarpados que impiden seguir en las cercanías del agua hay subidas y bajadas, que aunque cortas, son en ocasiones empinadas, por lo que será necesario realizar un pequeño esfuerzo e incluso, en el caso de que se esté recorriendo en bicicleta, descender de ella y tener más precaución en esos tramos.

Ya cerca de Quintanilla de Arriba, el camino cambia de margen a través de una pasarela que permite unas buenas panorámicas del río, para seguir descendiendo por el otro lado del cauce.

Claustro del monasterio de Santa María de Valbuena. Fotografía: José Miguel Martín

En este mismo punto, existe un ramal de unos dos kilómetros, convenientemente señalizado. Diversas pasarelas de madera y tramos de escalera sumergen al caminante en las entrañas del río hasta llegar a esta localidad, donde es posible darse un baño en su playa fluvial o bien contactar con una empresa de turismo activo y dar un paseo en piragua durante la época estival.

Una pasarela de madera

Si se opta por continuar la ruta y no acercarse hasta Quintanilla de Arriba, se debe cruzar el río Duero en el desvío citado anteriormente y seguir el recorrido por la orilla opuesta.

El sendero continúa junto a la orilla del río, entre chopos, fresnos y sauces, aunque encinas (Quercus ilex) y pinos piñoneros también se dejan ver con frecuencia. Mientras el camino discurre al nivel del agua es la vegetación de ribera la que se observa, pero en cuanto éste asciende hasta la terraza aluvial, son los pinos, encinas, viñedos y cultivos agrícolas los que protagonizan el paisaje.

Un capitel con motivos vitícolas nos saluda en el monasterio de Valbuena. Fotografía: José Miguel Martín

Poco después de pasar junto a una central hidroeléctrica se puede observar el monasterio de Santa María de Valbuena, actual sede de la Fundación Las Edades del Hombre. Son casi 900 años de historia desde que Estefanía de Armengol, condesa de Urgell y nieta del conde Ansúrez, fundara este recinto, que sirvió para impulsar la repoblación de los señoríos de Curiel, Peñafiel y Cuéllar.

El conjunto del monasterio es una joya de la arquitectura del siglo XII. De aspecto sólido y robusto conforme marcaban los cánones de la época, el interior alberga las características de la estructura benedictina bajo la que se construyó: iglesia, claustro, sala capitular, refectorio, dormitorios… Encontramos en todos sus rincones muestras icónicas del arte medieval en España, así como su evolución a lo largo de los siglos.

Imprescindible la iglesia monacal, la capilla de San Pedro, la sala de trabajo, el refectorio, el claustro, el patio del Compás y las caballerizas.

A nuestro paso nos topamos con apetecibles áreas de recreo. Foto: José Miguel Martín

Puestos de pesca

Abandonamos el monasterio y el recorrido continúa por el soto ribereño, donde existen algunos puestos de pesca o bancos para descansar y contemplar el relajante fluir de las aguas. El siguiente hito en la ruta es la localidad de Valbuena de Duero, donde se puede practicar la pesca, el baño o el remo junto al camino, o hacer una pausa en el parque de la isla, a la salida del pueblo.

El último tramo de la etapa continúa siguiendo el curso y las revueltas del río Duero. Pequeñas y encantadoras sendas, puentes de madera sobre pequeños cursos de agua y serpenteantes pasarelas sobre el suelo se abren paso a través del bosque de ribera hasta llevar al puente sobre el río, construido entre los siglos XVI-XVII, que une las villas ribereñas de Olivares de Duero y Quintanilla de Onésimo. Es el final de nuestra ruta.

Frescos conservados en la sede de la Fundación Las Edades del Hombre, en Santa María de Valbuena. Foto: José Miguel Martín
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