Desde siempre el vino ha ido unido a un origen, que en muchos casos llegaba a nivel de un viñedo por su suelo, por la variedad, por la orientación… o simplemente porque el viticultor dejaba su impronta. Los franceses lo llaman terroir
Los ríos, aparte de ser una “corriente de agua continua y más o menos caudalosa que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar” tal y como lo define la RAE, son algo más, mucho más. Los ríos y sus cuencas a lo largo de la historia han sido testigos de grandes civilizaciones, han dado nombre a valles, a selvas, han prestado el apellido a poblaciones asentadas en sus recorridos, se han inmortalizado en la gran pantalla, y lamentablemente han sido protagonistas en importantes batallas.
No cabe duda de que los ríos son una fuente innegable de riqueza que han ayudado al desarrollo de la actividad humana, así como de la vida vegetal y animal. Los ríos fijan población y vertebran el territorio. Los ríos son un patrimonio de todos.
También hay ríos que además de llevar agua llevan vino, son los grandes ríos del mundo que han ayudado a que se desarrollen grandes zonas vitícolas de prestigio, e incluso a algunas les han dado su nombre. En España tenemos algunos de estos ríos, uno de ellos es el río Duero. La cuenca del Duero es la más grande de España incluyendo siete comunidades autónomas, aunque más del 95% corresponde a Castilla y León.
El Duero es también el más caudaloso en valor absoluto de la península ibérica. Nace en el lado sur de los picos de Urbión, en la provincia de Soria, a más de 2.100 metros de altitud y a partir de ahí irá bajando con mayor o menor pendiente hasta desembocar en el atlántico portugués, en Oporto.
Su recorrido total es de casi 900 kilómetros de los cuales casi 600 kilómetros están en Castilla y León, algo más de 200 km en Portugal y 100 kilómetros entre la frontera de los dos países, consideradas por tanto éstas últimas aguas internacionales.
Tiene múltiples afluentes tanto por la margen derecha como por la izquierda que lo van haciendo grande, siendo uno de los más importantes el río Pisuerga, y de ahí el dicho “el Pisuerga lleva el agua y el Duero la fama”. El Duero atraviesa de este a oeste las provincias de Soria, Burgos, Valladolid, Zamora y Salamanca para posteriormente entrar en territorio portugués.
En la cuenca del río Duero concerniente a Castilla y León se han creado paulatinamente, hasta el momento, trece Denominaciones de Origen (DO) y son las siguientes: Ribera del Duero, Valtiendas, Arlanza, Cigales, Rueda, Toro, Tierra del Vino de Zamora, Tierra de León, Valles de Benavente, Arribes, y las tres recientes DO vinos de pago Abadía Retuerta, Urueña y Dehesa Peñalba.
Ahora bien, bañadas directamente por el propio Duero se quedarían en tan solo siete: Ribera de Duero, Abadía Retuerta, Dehesa Peñalba, Rueda, Toro, Tierra del Vino de Zamora y Arribes.
En anteriores artículos ya explicamos el porqué de las DO, cómo se formaron y cuál es el objetivo de una DO. Y aquí es precisamente donde en algunos foros empieza el debate en lo referente a las zonas vitícolas que se asientan en el curso del río Duero, e incluso en su cuenca. Actualmente una de esas DO tiene asociada en su denominación el nombre del río Duero, algo que en mi opinión no debería haberse permitido, pues como he dicho anteriormente los ríos son patrimonio de todos.
Ahora bien, si dicha DO no se hubiese posicionado como una de las mejores de España, las palabras Duero y Ribera no entrarían en el debate, pero como ha logrado algo que hace cincuenta años era impensable, otras DO asentadas en el Duero reclaman su nombre, pero no les está permitido porque la legislación vigente les prohíbe su uso.
Como nota aclaratoria he de comentar que el nombre de la DO Ribera del Duero fue cedido por una prestigiosa bodega de Peñafiel que lo usaba como marca para uno de sus vinos. Por ello, la gran pregunta es si se podrían unificar todas esas DO que se asientan en el Duero en una sola. Desde el punto de vista administrativo resultaría relativamente fácil en Castilla y León crear una DO marco llamada Duero o Ribera del Duero, aunque por otra iría en contra del ADN de lo que debe ser una DO.
Seguramente la DO Ribera del Duero se opondría y quizá al resto de DO les daría igual o apoyarían la idea, pensando los primeros que comercialmente les iría peor y el resto que les iría mejor. Sinceramente creo que haríamos un flaco favor a los aficionados y consumidores de vino, que lejos de ayudar a identificar el origen de un vino y sus atributos, lograríamos justo lo contrario.
Si ya muchas DO abarcan territorios amplios y dispares en cuanto a suelos, altitud, orientación, variedades, elaboraciones, etc., no digamos nada de una super denominación de origen que abarcara los casi 600 kilómetros del recorrido del Duero.
Si buscáramos similitudes entre las diversas DO, diría que la DO Ribera del Duero se parece a la DO Arribes, como coloquialmente se diría, “lo que un huevo a una castaña”. Incluso dentro de la primera, la ribera soriana con la ribera de Peñafiel las diferencias son notables. Por no mencionar los vinos de Oporto, que son totalmente diferentes.
Desde siempre el vino ha ido unido a un origen que en muchos casos llegaba incluso a nivel de un viñedo, unas veces por su suelo, otras por la variedad, a veces por la orientación o simplemente porque el viticultor mediante sus prácticas culturales y/o la elaboración en bodega dejaba su impronta. Los franceses lo llaman terroir, que no es otra cosa que la unión entre la naturaleza y el viticultor.
A lo largo de los siglos y siguiendo el curso del río Duero se han ido desarrollando asentamientos humanos que han ido plantando y cultivando diversas vides, moldeando el paisaje y elaborando vino con técnicas diferentes.
La riqueza vitivinícola del Duero es brutal, encontramos viñedos a 600 metros, pero también a 1.000; vides en llanura, en valles, en páramos, en bancales; suelos con distinto origen geológico que han conformado litologías muy diferentes, arcillas, margas areniscas, calizas, cantos rodados, pizarras, granitos; variedades diferentes tanto tintas como blancas y algunas minoritarias que se están recuperando; incluso nos encontramos con tres grandes zonas climáticas diferentes que hacen que la temperatura, la pluviometría y las horas de sol sean distintas.
Todo ello permite que existan diferentes DO en el Duero, cada una de ellas con una historia y personalidad diferente que iremos desglosando en sucesivos artículos.
El vino no es solo una bebida, el vino es historia, tradición, paisaje, cultura, arte. Es historia porque siempre ha estado unido a diversas civilizaciones a lo largo de los siglos; es tradición porque el cultivo de la vid, su elaboración y las fiestas donde es protagonista, ha ido pasando de padres a hijos; es paisaje porque fija población y moldea laderas, cerros, planicies y valles; es cultura porque desde siempre se ha representado en la literatura, en la pintura, en la escultura, y hasta en las iglesias, llegando incluso a tener sus propios dioses; y es arte porque cada viticultor, cada elaborador lo interpreta de distinta manera haciendo que podamos disfrutar de su color, de su aroma y de su sabor, regalándonos un placer para los sentidos.
Escribiendo estas líneas en abril, mes crucial para la viticultura de la parte más alta del Duero, quisiera terminar el artículo con un refrán muy castellano, “brotes de abril no llenan el barril”, debido a que es un mes donde las heladas primaverales son relativamente frecuentes pudiendo dañar los brotes nacidos y, por tanto, mermar en mayor o menor medida la producción de uva.