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Una puerta mudéjar escondida en la ciudad, la última huella de María de Molina

Un monasterio, una iglesia, un colegio y un muro escamotean a la vista del público la única construcción de estilo mudéjar de la ciudad de Valladolid

Ricardo Ortega

Un arco de dimensiones colosales, que pudo dar acceso a un palacio real, permanece escondido en pleno centro de Valladolid. No es un yacimiento arqueológico, maltratado y enterrado, sino que forma parte de una torre conservada en buen estado que por un milagro inexplicable permanece escondida en pleno centro de Valladolid. Frente a la Casa de Colón y a un paso de la facultad de Medicina.

Esta construcción en ladrillo nos recuerda a otras que conocemos de localidades como Olmedo o Arévalo, pero los escasos privilegiados que se topan con ella no pueden evitar la sensación de encontrarse ante un elemento arquitectónico sacado de contexto, diríamos extraño o adventicio. “¿Dónde has estado durante todo este tiempo?”.

El hecho de que nuestro protagonista haya permanecido tantísimos años fuera del ojo público solo se puede explicar desde lo fortuito. Quiso la casualidad que quedara incluido dentro de una amplia manzana del casco histórico, entre la parroquia de la Magdalena, el Monasterio de las Huelgas Reales y el colegio Santa María la Real de Huelgas.

Solo lo pueden contemplar las personas vinculadas a esas entidades, los vecinos de la zona que residan en pisos elevados y quizá los visitantes a la vecina Casa de Colón.

Hay quien defiende en internet que el arco formó parte de la segunda muralla de la ciudad y que por tanto se trataba de una de las puertas de acceso a la villa, pero en realidad era la entrada al palacio de la reina consorte de Castilla María Alfonso de Meneses, que vivió entre 1264 y 1321 y que recordamos como María de Molina.

La monarca hizo donación de su propio palacio situado extramuros para la construcción de un monasterio cisterciense, en el año 1282. Es el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, o de las Huelgas Reales, un conjunto de la orden del Císter (femenino) que ya no conocemos en su estado original, puesto que fue incendiado por las tropas de Alfonso XI durante la represión de la sublevación de la ciudad, en 1328.

Solo se salvaron la sala capitular y una estancia principal, además de la puerta de fortificación construida en ladrillo, con arco de herradura ojival.

Hay noticias de que esta puerta, durante los siglos XV y XVI, desempeñó la función de campanario de la vecina iglesia de la Magdalena.

Es el único resto de arquitectura mudéjar que queda en la ciudad y contemplarla es una maravilla, por mucho que nos sigamos preguntando cómo es posible que semejante joya de la arquitectura permanezca en el anonimato.

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