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Una Espiga de Oro muy contestada

‘La imatge permanent’, dirigida por Laura Ferrés, sale de la Seminci aupada entre lo más destacado del cine de autor, aunque una nutrida parte del público se siente defraudada

Ricardo Ortega

Los círculos de aficionados que habitaban las calles de Valladolid durante la 68 edición de la Seminci habían aplaudido la inclusión de ‘La imatge permanent’ en la Sección Oficial.

La decisión respondía a la vocación de este festival por apostar por este tipo de cintas independientes, de ensayo, en cuya producción participan múltiples partes pero que no hace concesiones al mercado ni a los caprichosos gustos del público.

Un certamen que defiende su identidad de cine de autor debe tener como ‘timbre de honor’ el contar con este tipo de producciones, se decía. Máxime en un año como 2023, con nuevo director y con una crítica que había lamentado el “exceso” de cine español en la sección oficial.

‘La imatge permanent’, digámoslo ya, estaba destinada a un circuito marginal, quizá con algún hueco en plataformas como Filmin o FlixOlé, con un paso efímero -en el mejor de los casos- por las salas minoritarias, como las que aún quedan en la ciudad del Pisuerga.

De hecho, se le daban pocas posibilidades incluso respecto a un premio de los considerados simbólicos, como el Premio del Público, puesto que el espectador ya habló en el pase del Teatro Calderón, principal sede del festival, con muy escasos aplausos (emitidos sin convicción y por mero compromiso) y algún pataleo.

Un pataleo que, por cierto, se repitió cuando se hizo pública la decisión del jurado, que concedía a esta película menor la Espiga de Oro.

Cabe aplaudir la decisión por lo que significa para el equipo responsable de la película, para el cine español, para el cine en catalán y para algunas de las joyas que hemos descubierto gracias a la cinta, como la enorme Rosario Ortega.

Sin duda recorrerá los cines, cubrirá gastos y será bien mirada por un público que siempre ve con buenos ojos la apuesta de este certamen.

Pero para muchos espectadores la película se dedica a despistar al público mientras lo aburre, con una ruptura de la historia transcurrido el primer cuarto de hora que hace pensar que nos hallamos antes dos historias diferentes.

De hecho, el espectador no sabe si ambas están relacionadas (¿Quizá una película compuesta por diferentes cortos?). Lo puede barruntar durante media hora y saldrá de dudas al final.

Porque los diálogos incoherentes, la sucesión de gags que no son gags y determinadas actuaciones (no daremos nombres) le llevan a uno a pensar que hay una cámara oculta dirigida hacia el público.

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