En la construcción de la identidad de los pueblos la música tiene un peso fundamental. Es un elemento que aglutina tradiciones, hace que la gente se junte, que se divierta, que llore. Nos acompaña en las fiestas, en los actos formales y en las citas más íntimas. Forma parte de nosotros, de las raíces, de lo que somos.
Reivindicar la identidad castellana y su folklore a través de canciones es el objetivo principal que busca Abrojo Folk desde hace 27 años. Con 4 álbumes publicados, ya han acumulado más de setecientas actuaciones por toda la geografía española, y han culminado un verano intenso en el que han tocado en lugares como Riaza, Sepúlveda, el Teatro Cervantes, Burgos, Torrelodones, Cáceres o Salamanca.
El vínculo con la historia de Castilla está en el nombre del grupo. Las ruinas del antiguo monasterio franciscano del Abrojo, que se situaba en la zona de Laguna de Duero, inspiran esa denominación, y conectan con la esencia vallisoletana, ya que San Pedro Regalado llegó a ser prelado del santuario.
La localidad lagunera es el centro neurálgico de la banda, que se reúne los jueves para ensayar. Siete son los músicos que forman Abrojo Folk, y no siempre es sencillo coordinar a tanta gente, pero en palabras de Pedro Fraile, solista del grupo, a todos les une “un sentimiento de defensa” del tipo de música que tocan. Jotas, seguidillas, pasacalles o cantos de ronda son algunos de los géneros.
La pasión es parte troncal de la banda, ya que no se dedican de manera profesional a este proyecto, y, según Fraile, el perfil del miembro es claro: “Es muy importante el tema personal, que seamos una piña, todos son muy buenos músicos y mejores personas”.
El público, parte activa de los conciertos
Al no ser un grupo de música comercial, es posible que la gente no sepa qué se va a encontrar en un directo de Abrojo Folk. Y la mayor particularidad es la conexión con los asistentes. El repertorio se basa en su último disco, ‘El sueño que sobrevive’, un trabajo que da pie a que el público participe con palmas o coros”. Llevamos más de 700 conciertos y todavía no ha habido ninguno en el que no nos hayan pedido un bis”, comenta con orgullo Fraile.
Este éxito de los directos no siempre es inmediato. Abrojo Folk toca principalmente en municipios de Castilla, y ya dice el tópico -que quizá no sea tan tópico-, que los castellanos son un público difícil, al que cuesta entrarle. “Hay conciertos en los que la gente no se anima hasta la sexta o séptima canción, pero siempre se acaban conectando”, asegura Fraile.
La banda también suele coger carretera en sus giras, lo que da lugar a curiosidades: “Hay veces que vamos a tocar a Extremadura o Asturias y nos encontramos con versiones que son, en el fondo, iguales a canciones castellanas, lo cual habla de la unión entre el folklore de los pueblos”.
Proyectos vinculados al entorno
Después de casi tres décadas de trayectoria, un grupo tiene que buscar nuevos horizontes para no anquilosarse. Con la idea de estar vinculados al entorno, Abrojo Folk tiene intención de llevar a cabo una iniciativa solidaria. Uno de sus miembros ha sufrido de cerca una enfermedad rara y grave, y la historia de ese padecimiento se va a convertir en canción. El grupo, además, quiere que ese tema sirva para hacer un videoclip y colaborar con alguna asociación para luchar contra esas dolencias que no están en el foco.
Abrojo Folk es un proyecto relativamente enfocado a gente de mediana edad, lo que influye en la concepción de sus álbumes. “El lanzamiento de discos es una forma de dejar plasmado el trabajo de los ensayos”, indica Pedro Fraile, que añade que para un grupo de folk como el suyo “es complicado vender discos”. Esto se suma a problemas derivados de las nuevas formas de consumo de la música. “Hay personas que nos dicen que los coches ya no tienen lector de CD, por lo que nos planteamos lanzar los próximos álbumes en formatos como el USB”, comenta.
Preservar la historia es un objetivo que siempre se menciona por los estamentos regionales, pero según los miembros de Abrojo es necesario algo de más de compromiso. “En la radio no escuchas nunca una dulzaina, vas a Galicia y tienes las gaitas en todos lados, debemos valorar más lo nuestro”, concluye.
Por Edu Mongil