Situado a orillas del río Odra, este pueblo burgalés se deshabitó en los años 70, dejando tras de sí una iglesia del siglo XIII en imparable ruina
El trajín cotidiano en las labores del campo, el crujido del abrir y cerrar de puertas, el cacareo de las gallinas o el jolgorio de las fiestas, hace tiempo que ya no se escuchan en Tabanera, un pueblo cuyo recuerdo cada año está más difuso.
Pero Tabanera no esconde su ruina. Al menos no para quien circula por la carretera burgalesa que conecta Castrojeriz con Melgar de Fernamental. De las viviendas del viejo pueblo poco se ha salvado, pero no puede decirse lo mismo de su iglesia, pues, aunque su estado no es para nada el deseable para un templo de esa envergadura, aún mantiene en pie su campanario y parte de sus paredones. Quizás por poco tiempo.
Despoblado ya en el año 1971 cuando salió la última familia, Tabanera nunca dispuso de una carreta asfaltada, aunque sí de corriente eléctrica, así como un sacerdote y unas escuelas. Sus tierras fértiles, regadas por el río Odra, fueron siempre el sustento de un pueblo campesino que nunca debió de ser muy numeroso. No obstante, para la mayoría de los servicios, dependían de Castrojeriz o del próximo municipio de Castrillo Mota de Judíos.
A comienzos del siglo XX, el pueblo llegó a tener más de 20 viviendas que alojaban a unas 77 personas. Pero tras la guerra civil, Tabanera se quedó sin servicio eléctrico que, sumado a la mecanización del campo y al envejecimiento de su población, provocó el imparable abandono de la localidad.
Actualmente cuesta imaginarse que aquí hubo vida. El camino hacia la iglesia es impracticable en coche, totalmente invadido por la vegetación y lleno de cascotes. Azulejos, ladrillos mellados y bloques de adobe deformes dominan un escenario caótico cuyo centro recae en la gran iglesia de San Miguel.
Un templo sin techo en la Lista Roja
Construida en sillares de granito en el siglo XIII, en estilo tardorrománico, la iglesia no goza de muy buena salud. Sus trazos más antiguos aún pueden observarse en la parte inferior de la torre y en su portada principal con arquivoltas apuntadas. La cabecera de la iglesia es de fábrica posterior, así como parte de las fachadas laterales. Parece ser que el edificio primitivo se hundió parcialmente, por lo que se tuvo que reconstruir a finales del siglo XV. Asimismo, se puede deducir que la iglesia sufrió modificaciones y arreglos en los siglos XVI y XVII.
Ya, antes de que los últimos vecinos abandonaran la población, la iglesia sufrió un robo y empezó su desmantelamiento. El altar mayor fue trasladado a Burgos y las campanas de la torre, al cercano pueblo de Villasilos. Una vez despoblado, la iglesia se fue deshaciendo paulatinamente, sus bóvedas y tejado desaparecieron, y una preocupante grieta separa el desplomado hastial de los laterales.
Hispania Nostra la incluyó en la Lista Roja del Patrimonio en el año 2014 ante “su degradación progresiva, el peligro de hundimientos y al continuo expolio de sillares y otros elementos, así como su exposición al vandalismo”. Una situación que no ha mejorado pese a los muchos años transcurridos desde su inclusión.