Uno de los proyectos más ambiciosos de Itacyl es el de la ‘arqueología’ vitícola que repesca variedades olvidadas. Una selección clonal que consigue material vegetal sano, que permite recuperar un patrimonio natural y etnográfico como es el viñedo
Ricardo Ortega
Los investigadores de Itacyl llevan en sus mochilas un trabajo de años, en el que el contacto con los viticultores ha sido fundamental. Detectada una ‘rareza’ en un majuelo cualquiera de Castilla y León, se envía a la Oficina Española de Variedades Vegetales para que la evalúe y ayude a su identificación, además de certificar que se encuentra libre de virus.
Nueve de esas ‘castas’ ya han aparecido publicadas en el BOE, con lo que están inscritas en la lista de variedades comerciales de España. Otras cinco están ahora mismo en evaluación, “algunas de ellas con muy buenas características”, señala José Antonio Rubio, responsable de Cultivos Leñosos de Itacyl.
Esas variedades deben ser ‘traspuestas’ a la normativa autonómica, tras lo que cada consejo regulador puede decidir si la incluye en el pliego de condiciones de su DO. Así sucedió con la bruñal y así ha sido con otras de la DO Arribes, como la Puesta en cruz, la Tinto Jeromo o la Mandón. O la estaladiña en la DO Bierzo.
En Castilla y León se comenzó en los años 90 con las variedades más implantadas, como la tempranillo o la verdejo, en unos años en los que la mayor parte de los clones procedía de otras comunidades autónomas, como La Rioja.
Fue en la primera década del año 2000 cuando se obtuvieron los primeros clones certificados, en un proceso en el que a las variedades mayoritarias se sumaron otras menos implantadas, o más locales.
Un trabajo que está ayudando a completar el mapa vitícola de Castilla y León. A escribir con buena letra la historia del vino de la comunidad.