Cuando llegas a esta localidad salmantina tiene la sensación de haber llegado tarde, con más edificios en ruinas de los que quedan en pie
Salvatierra de Tormes es más fantasma que cuerpo físico. Con un casco urbano que parece sacado de un escenario de guerra, sus calles, pinceladas por el color negruzco de la pizarra, están prácticamente vacías. De los 800 habitantes que llegó a tener en 1950, se descendió bruscamente a menos de la mitad en una década, y así sucesivamente hasta nuestros días, con 76 vecinos censados en 2021, según datos del INE.
¿Hubo una guerra de verdad?
En realidad, no fue el campo de ninguna batalla, o al menos no de artillería ni bombas. Su lucha fue contra las aguas del Tormes que le da su apellido. Con el fin de controlar el caudal del río y evitar crecidas catastróficas, se construyó el embalse de Santa Teresa, cuyas aguas, irónicamente, inundaron buena parte de las tierras del municipio.
El proyecto inicial del embalse contemplaba, también, que cubriría gran parte del pueblo. Hecho que finalmente no sucedió. Sin embargo, no evitó que la población abandonara sus viviendas, ya que la inundación del valle se llevó por delante las mejores tierras y que, junto a las expropiaciones, hicieron imposible continuar con la vida como era antes.
Una villa fortificada
Ahora, Salvatierra de Tormes ligeramente elevada sobre el embalse de Santa Teresa, mira de frente al culpable de su infortunio, del arruinamiento de su historia.
Los orígenes de la localidad se remontan a los romanos y visigodos, como muestran los hallazgos en un yacimiento dentro de su término, actualmente bajo las aguas del pantano. No obstante, la fundación del pueblo en el asentamiento actual se remonta a la época de la repoblación, llevada a cabo por el rey de León Alfonso IX a principios del siglo XIII.
Su posición estratégica en el valle del río Tormes y la cercanía a la frontera con el reino castellano, hizo que la villa prosperara, dotándola de un castillo y de un reciento amurallado. A lo largo de los siglos el pueblo fue creciendo: se construyeron la sinagoga y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Monviedro, de origen románica, pero con consecutivas reformas en siglos posteriores. Se levantaron grandes casonas de piedra blasonadas, lavaderos, caños, una antigua cárcel y escuelas.
Pero cuando el pueblo se vació, su historia empezó a difuminarse, quedando solo fragmentos aislados que, afortunadamente, se han consolidado. Los muretes mellados del castillo, con el curioso nombre de la Mora Encantada, quedaron mirando a las aguas del pantano, junto a la única puerta de la muralla que se ha conservado, la Puerta del Río. Otra de las ruinas llamativas es la sinagoga, que mantiene en pie un vetusto arco y el cuerpo inferior de algunas de sus paredes.
Salvatierra se salvó del agua, pero no pudo escapar de la dura realidad de la tierra. Y, aunque pudo convertirse en una escombrera de pizarra y ladrillo, su silueta pervive deseosa por contarnos su historia.