La ermita rupestre de San Vicente fue un templo aunque por fuera no lo parezca en absoluto
En la Montaña Palentina hay una ermita que se sale totalmente de la normalidad arquitectónica. De hecho, más que un templo parece una caverna más propia de una novela de fantasía en la que en cualquier momento puede salir un troll o un orco. Pero si indagas en su historia y nos ponemos en contexto todo cobra sentido.
Los eremitorios: cuevas para un retiro espiritual
La ermita-cueva de San Vicente o Cueva de los Moros, como también se la conoce, se encuentra excavada en una pequeña peña de roca arenisca situada entre los pueblos de Cervera de Pisuerga y Vado. Tiene su origen en la invasión musulmana de la Península, entre los siglos VIII y IX, y forma parte de todo un conjunto rupestre existente en la Montaña Palentina y en el sur de Cantabria que tuvo su apogeo durante estos primeros siglos de la Edad Media.
El fenómeno rupestre fue una práctica habitual desde la prehistoria, cuando los humanos utilizaban las cuevas como cobijo natural, pero también como lugar de culto, uso que le dieron los monjes eremitas cristianos en la Península. En estas cuevas o eremitorios llevaban una vida apartada para dedicarse en exclusiva a la oración, meditación y la vida contemplativa en contacto con la naturaleza. Así comenzó lo que se convertiría después en el movimiento monástico que se desarrollaría ampliamente en los siglos altomedievales.
Los primeros eremitorios aprovechaban las oquedades ya existentes, pero en algunos casos fueron excavados y ampliados sobre la roca, y de pequeños lugares de retiro espiritual, pasaron a constituir monasterios e iglesias. Algo así ocurrió con la ermita de San Vicente que fue excavada a pico hasta erigir el extraño monumento que vemos hoy en día. Más tarde se le anexionó un pequeño monasterio románico, con una iglesia asociada y varias dependencias.
En la actualidad, de ese cenobio ya no queda nada, pues dejó de tener devoción en el siglo XIX, cuando se abandonó definitivamente, conservándose solo aquello que la naturaleza originó.
Rasgos arquitectónicos
La ermita presenta una gran sala rectangular con varias entradas y toscos vanos, a la que se suma una capilla excavada al este, diferenciada del resto por un escalón, que pudo haber estado cerrada mediante un ábside de mampostería. Al fondo del eremitorio, en el lado norte, hay una cavidad de menor altura, una pequeña sala añadida cuya función se ha atribuido a una sacristía, aunque también pudo ser una celdilla a modo de habitación del eremita.
El monumento además está rodeado de una necrópolis, fechada entre los siglos VIII y IX, que cuenta con una veintena de tumbas excavadas en la roca, de tipo antropomorfo, de las que pueden verse actualmente una docena.