La provincia de Burgos es una fuente inagotable de maravillas. Si no lo crees, vete a Castrillo Solarana y paséate por su iglesia, donde te espera un ábside tan extraño como espectacular
Daniel González.
Que no te engañe nunca el tamaño de una población, pues en los municipios más inesperados puedes encontrarte pequeños tesoros que en realidad son «grandes» del arte. Algo así ocurre en Castrillo Solarana, una localidad perteneciente al municipio burgalés de Lerma, que puede presumir orgullosa de su iglesia y el singular y bello ábside románico que la remata.
El pueblo, situado a poco más de 9 kilómetros de Lerma, extiende su perfil sobre una suave colina situada en medio del valle de La Salceda, una depresión anexa al valle del Arlanza. Todas sus calles dirigen a lo más alto de la colina, donde despunta la joya de la corona: el templo dedicado a San Pedro.
Construido a principios el siglo XIII, su parte más antigua se corresponde con la zona inferior del ábside, la portada primitiva, una ventana y varios restos de columnas y arcos en el interior. El resto de los elementos arquitectónicos, incluida la torre, datan del siglo XV al XVII.
Pero es la decoración de su ábside lo que la diferencia de otros templos coetáneos románicos. Desde un punto de vista vertical se divide en tres cuerpos: el superior, liso sin ornamentación; el central con arcuaciones ciegas de arcos trilobulados (muy comunes en el arte mudéjar); y el inferior, también ciego con arcos ojivales y sujetados por columnas dobles, algunas de ellas embellecidas con una moldura de dientes de sierra.
Todo un espectáculo geométrico que dibuja un ábside tan extraño que no se ha visto ninguno igual. Y por eso, la importancia de eliminar cualquier prejuicio a la hora de viajar por el medio rural de Castilla y León, y dejarse llevar por sus caminos menos frecuentados.