Las reliquias del apóstol Santiago el Mayor han generado una de las mayores rutas de peregrinación de la humanidad, y eso que cada vez resulta más cuestionado que los restos del pobre hombre, decapitado en Palestina por orden de Herodes, descansen en tierras gallegas.
Se suele tachar de aguafiestas a quien recuerda lo que los historiadores saben a ciencia cierta: que Jacob (en griego) o Ya’acov (en hebreo) falleció en el siglo I en Oriente Medio y que no existe una conexión sólida con la aparición de sus huesos en Iria Flavia (actualmente parroquia de Padrón, La Coruña) ocho siglos después, justo en el momento que resultó políticamente más propicio: cuando la expansión del islam llegaba hasta el norte de España y la francesa Aquitania.
¿Cómo pudo esto ser así? Señala la tradición que los discípulos de Santiago tomaron el cuerpo separado de la cabeza y que lo embarcaron en una nave sin timón, guiada por los ángeles hasta la costa gallega.
Colocados los restos en un carro tirado por bueyes, fueron en realidad estos quienes escogieron el lugar del enterramiento, puesto que alcanzado un punto determinado se negaron a seguir andando.
No será hasta el siglo IX, con una temblorosa frontera entre las áreas cristiana y musulmana, cuando el pastor Pelayo (nada menos) avisa al obispo de Iria Flavia de la aparición de unas luces sospechosas sobre lo que terminó por ser una tumba.
El resto ya es historia documentada y ha dado a la península algunas de las páginas más hermosas del fenómeno de las peregrinaciones. ¿Ya has recorrido algunos de los caminos a Santiago que atraviesan Castilla y León?
Texto: Ricardo Ortega
