Ricardo Ortega
Los tonos ocres del otoño se van adueñando del paisaje, un fenómeno que cobra especial belleza en los rincones más singulares de nuestra geografía; aquellos en los que el fotógrafo detiene su marcha y busca la estampa con la que elevar su afición a la categoría de arte.
Así sucede en los jardines del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, que mantiene su flujo turístico a lo largo de todo el año pero que cobra especial sentido estético cuando bajan las temperaturas y la naturaleza empieza a anunciar una pausa en su ciclo.
Hay que disfrutar del trazado afrancesado de este espacio para el recreo, donde podemos perdernos si lo deseamos; bastará con introducirnos en el laberinto situado en un rincón de los jardines, que por desgracia no oculta a ningún minotauro. Tampoco habrá una Ariadna enamorada esperándonos a la salida.
Pese a todo, la visita a las instalaciones supone una lección de mitología clásica, pues conoceremos las figuras de Neptuno, Apolo, Minerva y Anfítrite, así como a las Tres Gracias (Aglae, Talia y Eufrosina) y a la serpiente Pitón.
Tampoco cabe desdeñar las lecciones de historia y, así, en esta antigua granja podremos aprender por qué Felipe V, ‘el Animoso’, responsable del aspecto actual de este espacio, trató de imitar el Escorial de Felipe II y terminó emulando el Versalles de Luis XIV.
Fotografía: Ricardo Ortega Bombín