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Estos son los once finalistas del Premio de la Crítica de Castilla y León

La Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (ILCYL) y el Ayuntamiento de Soria han presentado el 11 de febrero los once títulos finalistas del ‘XIX Premio de la Crítica de Castilla y León’, galardón literario convocado desde el año 2003 por el ILCYL que reconoce la mejor obra publicada en el año anterior por un autor de Castilla y León.

El director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Gonzalo Santonja, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Soria, Jesús Bárez y César Millán, miembro del jurado del ‘Premio de la Crítica de Castilla y León’ han sido los encargados de anunciar los once títulos finalistas seleccionados por un jurado compuesto por periodistas, críticos literarios y profesores de universidad de la Comunidad. El fallo se dará a conocer el próximo 24 de febrero.

Obras y escritores finalistas

  • Carrusel de sombras. Moisés Pascual Pozas (Editorial Atticus)

Como resultado de un proceso reescritura exigente y minucioso de la que fue su segunda novela, “El laberinto de los rostros”, finalista del premio Elio Vittorini en la traducción al italiano de Donatella Uchino, proceso con plasticidad equiparado al de “la construcción de una casa en la que se aprovechan los restos de otra semiderruida», el autor despliega en Carrusel de sombras un friso, narrativamente convincente, de pasiones, celos, desarraigos, venganzas, sometimientos y pesares en el que la escritura se alza como asidero de salvación. Claudia, narradora y protagonista, recrea en un diario mundos propios, pasados y presentes, y aborda mundos ajenos, en un vértigo de páginas caleidoscópicas por las que pasan personajes de muy distintas condiciones entre ráfagas de memoria y espacios para el olvido. Obra singular y compleja, distinta.

  • Días de euforia. Pilar Fraile (Alianza Editorial)

En su ópera prima novelística Las ventajas de la vida en el campo, Pilar Fraile ya demostró su capacidad para desvelar la pesadilla en que pueden convertirse nuestros sueños. Con Días de euforia, su segunda novela, sigue indagando en las contradicciones inherentes a la condición humana, en esta ocasión a través de una lúcida, satírica e incisiva distopía que retrata un futuro “espejo” de nuestros días. El texto, signado por un hiperrealismo visionario, se sirve de una estructura coral para denunciar el frenesí que envuelve nuestras tragicómicas sociedades, asfixiadas por el deber del pensamiento positivo, la tiranía de los big data y el individualismo. Y con una ironía que nunca llega al cinismo, Fraile disecciona los errores de este “mundo feliz” con tanta agudeza como soltura, logrando un retrato perturbador convincente.

  • El fondo del cubo. David Refoyo (Visor de Libros)

Poeta que hasta este libro, publicado por Visor, se expresaba desde los márgenes, la personalidad de su voz es incuestionable y se expresa nítdamente en este largo poema, vertebrado por la unidad temática y estilística, en el que despliega una escritura que aúna la sencillez con una manera particular y eficacísima de “decir” el verso y dar cauce a unas inquietudes críticas y rebeldes que saben eludir el riesgo de lo prosaico y lo irrelevante en el que se abisman tantos poetas de la experiencia. Poesía sin pureza, poesía impura, como postuló Pablo Neruda desde la primera página de “Caballo verde para la poesía”, revista histórica. Entre tanta perfección de hielo y tanto jugueteo oxidado de la poesía española actual, Refoyo es voz y no eco.

  • En los prados sembrados de ojos. Antonio Colinas (Siruela)

Intenso e iluminador poemario en el que se afirma el Colinas más hondo que, desde una serenidad asentada en la búsqueda de la belleza y en la celebración de la armonía acoge y alienta una reflexión serena y delicada sobre la condición humana a través de su propia biografía y su relación con lo sagrado a partir del encuentro con el misterio que late en las cosas humildes, en la llama de los recuerdos y en esas palabras que aún nos salvan: esas palabras semilla que el poeta, al rescatarlas, siembra en el corazón de la oscuridad para que crezcan los murmullos de la esperanza. Todo y nada: “La nieve en tus ojos”, susurra el poeta, mientras “ascendía el humo lentamente/ desde la chimenea”, un humo “que era el alma del fuego interior”.

  • Hijos del carbón. Noemí Sabugal (Alfaguara)

Hijos del carbón pertenece a un género fronterizo que se mueve en un difícil pero logrado equilibrio entre la crónica literaria con registros emocionales y el documental y responde a un planteamiento apasionadamente subjetivo, lo cual, como decía Unamuno, no quita conocimiento, sino que desde la verdad lo acentúa. Hija y nieta de mineros, Sabugal construye un texto con fuerte carga de oralidad que desde la experiencia personal se abre al reportaje periodístico, poniendo de manifiesto la situación de abandono y desgarramiento que el cierre de las minas de carbón ha impuesto en las cuencas y sus habitantes, sumidas aquellas en la desolación y despojados estos de todas sus referencias vitales. Sabugal traza un retrato imborrable.

  • Ictus. Rubén Abella (Menoscuarto)

Quinta novela de Rubén Abella y ya se sabe que, como dice el refrán, nunca hay quinto malo, mucho menos cuando los cuatro relatos anteriores han sido excelentes. En esta ocasión estamos ante la historia de dos hombres y una mujer, fortuitamente unidos en Madrid una mañana cualquiera del verano de 2015, a quienes la vida ha negado el futuro halagüeño prometido a pesar de que ellos hayan respetado todas las normas, lo que los lleva a entrelazar anhelos, quimeras, desesperanzas y rabias para levantar el retrato descarnado de la sociedad actual, con separaciones traumáticas y currículums espléndidos que sin embargo no franquean las puertas del mercado laboral. Novela de la vulnerabilidad del ser humano y la intemperie social, está escrita con ese estilo tan depurado y envolvente que caracteriza al autor.

  • Irene y el aire. Alberto Olmos (Seix Barral)

Volviendo a la novela, tras varios años de dedicación al columnismo y al cuidado de sus dos hijos, Alberto Olmos narra la historia de un embarazo con el convencimiento de que «nacer quizá sea la única historia que merece la pena contar», lo que él lleva a cabo desde la perspectiva de un padre que intenta molestar lo menos posible, dominado por el desasosiego y en muchos momentos con ganas de que no se le vea. Con escenas desternillantes y situaciones inconcebibles a través de hospitales, el autor construye una epopeya humilde con aire a veces de esperpento casero en el que la inquietud cotidiana se sortea con humor y alegría. En definitiva, historia bellísima de esa humildad que a todos nos iguala por los orígenes y que felizmente concluye cuando “el niño toca el aire”. Ingeniosísima y novedosa “autoficcción parturienta”.

  • La pobreza. Antonio Gamoneda (Galaxia Gutenberg)

Segundo volumen de las memorias del autor, que da continuación a la indagación en la infancia desarrollada en Un armario lleno de sombra. En una primera parte extensa, Gamoneda reflexiona sobre la escritura y las dificultades del proceso creativo de la historia de una vida y después aborda su aprendizaje vital y literario cumplidos los catorce años, cuando accede al mundo laboral de la posguerra en un ambiente de provincias. Su visión del franquismo, de la posguerra, de la transición y la democracia, así como del mundo del arte y de la poesía a nadie dejaran indiferente. Incitantes y sugestivas, estas memorias conjugan múltiples fórmulas de textualidad, como el diario, el dietario o las anotaciones ensayísticas, pasando desde el relato directo de lo terrible de una época hasta lo onírico, lo simbólico o lo esperpéntico. Magistral.

  • Material de contrabando. José Gutiérrez Román (Difácil)

“Sentado al borde de mí mismo”, el poeta recupera y canta episodios y sensaciones de su tiempo ido en poemas en los que afloran la ironía, el lirismo y la nostalgia para alumbrar una mirada comprensiva, evocadora y agradecida a los dones recibidos. Material de contrabando es un libro de versos libres con la excepción de un soneto de aire y alma garcilasista: “Lo mejor que viví me fue entregado/ por otras manos hechas con olvido./ Si algo pudiese al fin salvarse,/ pido que sea lo que alguna vez he amado”. Los recuerdos esencializados llaman a la puerta y el poeta sale a su encuentro, conjugando esas sílabas cautas que se le quedaron en el corazón, volviendo “a lo mío” al invocar “lo suyo” con palabras de humo: del humo que nos envuelve con el paso de los años.

  • Ritual de náufragos. Luis Ángel Lobato (Cuatro y el gato)

Con Ritual de náufragos, el poeta Luis Ángel Lobato ve completada la publicación de una trayectoria que comprende títulos tan sobresalientes como Pabellones de invierno (1997), Lámparas (2010) o Unos ojos en la travesía (2017) Escrito entre 1981 y 1983, y revisado durante los meses de confinamiento del año pasado, este poemario revela la intensidad de un poeta singular que partir de un neorromanticismo de aliento surrealista, con influencias simbolistas, también acogido al magisterio de Luis Cernuda o Vicente Aleixandre y sin perder de vista a Blanca Andreu, se remonta al primero de sus naufragios sentimentales, que se convierte en el símbolo de un mundo en crisis e inexplicable, cuyas heridas solo cerraría la plenitud amorosa, apoteosis que todo lo redime.

  • Todos estábamos vivos. Enrique Llamas (ADN)

Enrique Llamas, autor Los Caín, imprime un giro radical a su narrativa para situar Todos estábamos vivos en el Madrid de los ochenta en el que, basado en un trabajo extraordinario de documentación, contesta a la pregunta de la que surgió el texto: ¿fue la mitificada Movida el momento del “esplendor en la hierba” para la juventud española? La respuesta es no. La obra, signada por el juego con los tiempos narrativos y escrita en un estilo tan ágil como rico en matices, narra cómo los protagonistas de esos “años locos” lidiaron con la encorsetada educación recibida en su infancia, a lo que se añadió una crisis socioeconómica y dos epidemias -el SIDA, la heroína- que acabaron con muchos sueños. Época aquella de “jeringuillas y rosas”, estos “usos amorosos de la Movida madrileña” se muestran tan certeros como desencantados.

RELACIÓN HISTÓRICA DE GANADORES DEL PREMIO DE LA CRÍTICA DE CASTILLA Y LEÓN

2020. José Luis Alonso de Santos con ‘Mil amaneceres’ y Pablo Andrés Escapa con ‘Fábrica de prodigios’

2019. Tomás Sánchez Santiago, con ‘Años de mayor cuantía’

2018. José Luis Cancho, con ‘Los refugios de la memoria’ y Ángel Vallecillo, con ‘Akúside’

2017. José Manuel de la Huerga, con ‘Pasos en la piedra’

2016. Juan Manuel de Prada con ‘El castillo de diamante’

2015. Fermín Herrero, con ‘La gratitud’.

2014. José Antonio Abella, con ‘La sonrisa robada’

2013. José María Merino con ‘El río del edén’

2012. Olegario González de Cardedal con ‘El rostro de Cristo’, y Antonio Colinas, con ‘El laberinto invisible’

2011. Javier Villán, con ‘Aquelarre de sombras’

2010. Abel Hernández, con ‘El caballo de cartón’

2009. Luis Mateo Díez, con ‘Los frutos de la niebla’

2008. Juan Manuel de Prada, con ‘El séptimo velo’

2007. Adolfo García Ortega, con ‘Autómata’

2006. Óscar Esquivias, con ‘Inquietud en el paraíso’

2005. Raúl Guerra Garrido, con ‘La Gran Vía es Nueva York’

2004. Antonio Gamoneda, con ‘Arden las pérdidas’

2003. Luciano González Egido, con ‘La piel del tiempo’

Fuente: Instituto Castellano y Leonés de la Lengua

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