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Mieza y su almez, un bosque único en el corazón de las Arribes

La provincia de Salamanca, entre su gran diversidad natural, esconde un territorio que podemos catalogar sin lugar a dudas como verdaderamente extraordinario, excepcional y especial: las Arribes del Duero. Este territorio está ubicado en la parte oeste de la provincia haciendo frontera con Portugal, compartiendo ambos tanto el ilustre río Duero como su propio espacio natural y caracterizado por el grandioso cañón granítico que atraviesa el río en su camino hacia el océano Atlántico.

Roberto Bernal
Roberto Bernal

Todo viajero que se asome a cualquiera de sus números miradores desde las alturas de este imponente cañón, con más de cien kilómetros de recorrido, quedará asombrado e impresionado, y guardará seguramente en su memoria una imagen y sensación difícil de olvidar ante la gran fuerza natural que desprende el lugar y a su vez el silencio y quietud de un río que parece haberse detenido en su discurrir.

El asombro aumentará aún más al comprobar que muchas de las laderas del cañón están modeladas por gran cantidad de olivos cultivados en terrazas o bancales de piedra (llamados por los lugareños paredones) por la fuerza y sola mano del hombre, nunca mejor dicho, y que parece más obra de dioses que de humanos.

Y nos preguntaremos, ¿olivos en la meseta castellana? Pues sí, esa es otra de las singularidades de este territorio, pues hay que tener en cuenta que mientras la altitud de Salamanca ronda los 800 metros, los pueblos de las Arribes pasan a estar en la zona de penillanura entorno a los 650 metros, pero es el cañón con una caída de 400-500 metros, lo que ha permitido que este territorio, junto a lluvias algo más elevadas como consecuencia de los vientos húmedos del Atlántico, tenga un microclima propicio para que se desarrollen y cultiven plantas y árboles de latitudes mediterráneas.

Olivos, almendros e incluso naranjos son los frutales más abundantes en las laderas del propio cañón. Todo apunta a que fueron los antiguos romanos los que iniciaron el cultivo del olivo en este lugar, continuando generaciones tras generaciones y durante siglos con su cultivo y viviendo así de la aceituna y su aceite.

Hoy en día, tras varias décadas de inactividad casi plena, se están recuperando y realizando nuevas plantaciones, dando lugar a un resurgir de la producción de aceite de oliva. Además este territorio está declarado como parque natural y reserva de la biosfera. Aparte de gozar de una rica diversidad de flora, también podemos apreciar los majestuosos vuelos sobre el gran cañón, de grandes aves como el buitre leonado o el alimoche.

El bosque de almez más extenso de Europa

Y es en pleno corazón de las Arribes, en el municipio de Mieza, donde el viajero puede encontrar uno de los paisajes más excepcionales y bellos de este territorio, ya no solo por las magníficas vistas del cañón y su río desde los espectaculares miradores que tiene este pueblo (como el de La Code, por donde incluso pasó Miguel de Unamuno y le dedicó bellos versos), sino por encontrarse aquí el bosque de almez más extenso de Europa, con una extensión de más de 250 hectáreas. Científicamente llamado Celtis australis, también se le conoce por lodón, o más tradicionalmente por los propios lugareños como Hojaranzo.

Y son estas limitaciones y características orográficas las que han permitido la conservación de comunidades vegetales de gran interés ecológico, como este bosque de almeces del cañón del río Duero, pues no es fácil la concentración de este tipo de árboles, que sí se encuentra aquí, siendo otra de sus circunstancias excepcionales, pues es una especie de climas más suaves que encontró refugio en estos cañones durante los últimos periodos glaciares del planeta.

Se trata de un árbol de no más de 10 o 12 metros de altura, tronco derecho y corteza prácticamente lisa, hojas muy verdes y caducas, ovado-lanceoladas, de borde dentado, estrechadas en punta en el ápice y con la base asimétrica; las flores nacen sobre los brotes del año en curso, poco llamativas y el fruto es una pequeña baya redonda rojiza que se ennegrece cuando madura, floreciendo a mediados de primavera y madurando durante el verano, llamadas graninas de sabor dulce y apetecible golosina de los viejos abuelos, y actual alimento de muchos animales salvajes.

Este árbol se encuentra fundamentalmente en barrancos y laderas muy escarpadas y pedregosas, donde no pueden penetrar las encinas ni los enebros, prefiriendo suelos frescos y poco profundos. El almez se suele desarrollar en ambientes mediterráneos de veranos calurosos e inviernos libres de heladas, creciendo en suelos frescos y raramente forma masas boscosas, de ahí la singularidad del almezal que se extiende en Mieza.

Este bosque se puede divisar desde este pueblo en varios miradores que tiene el cañón, pues es prácticamente imposible adentrarse en él. Aunque también se puede apreciar muy bien desde algunos miradores al otro lado del río, desde el lado portugués, en la vecina Fornos o desde el propio río mediante el viaje en barco que hay para el turismo y desde el que podremos disfrutar de otra perspectiva totalmente diferente y también muy recomendable. Este viaje en barco parte desde el embarcadero del que dispone el municipio vecino de Vilvestre.

En este viaje, la mirada del viajero volará como esas grandes aves que cruzan el cañón y su río de orilla a orilla, de país a país, sin fronteras y sin más limitaciones que las propias fuerzas de sus alas y el manejo del viento, que siempre es favorable para quien es capaz de observar la grandeza de la naturaleza.


Roberto Bernal es autor del blog lamiradadelviajero.es

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