Mirar una foto panorámica te da la increíble sensación de tener que trasladar la mirada de un lado a otro fijándote en los detalles de primer plano y de fondo sin que ningún elemento sobresalga de manera evidente porque todos son protagonistas principales.
Así es Castilla y León, una gran fotografía con infinidad de colores que cobra vida en sus muy diferentes formas para mantener viva la historia, porque nos gusta seguir descubriendo qué hubo, qué fue y qué pasó con el único objetivo de seguir construyendo sobre las sólidas bases de una herencia que cuenta quién somos para que nosotros mismos demos forma al legado cultural, físico y de pensamiento que dejaremos a las generaciones que llegarán para descubrirnos.
Esa misma historia es la que nos cuenta que el campo, en todas sus manifestaciones, forma parte del carácter de esta tierra, y únicamente la poesía es capaz de enlazar y elevar las duras jornadas y la incertidumbre con el romanticismo del cambio de tonalidad de las estaciones que tienen su propio ritmo en cada una de las nueve provincias de la comunidad, para finalmente convertirlo en una gran obra de teatro que quiere mostrarse al mundo con su mejor sonrisa y presumiendo de la riqueza que atesora.
La diversidad marca nuestro día a día y conforma una cultura común que nos lleva a valorar el potencial del turismo como elemento de desarrollo si hablamos de naturaleza, con los senderos que tejen una tela de araña infinita de norte a sur y del patrimonio que luce ante los ojos estupefactos del que ha recorrido el mundo y entra en Castilla y León por primera vez.
Seguiríamos contando excelencias pero preferimos dar paso a las historias incluidas en este número, no sin antes alzar la copa para brindar con los primeros mostos, en un final de vendimia que augura unos vinos de excelente calidad en todas las denominaciones de una orgullosa tierra de vinos.
