Al sureste de la provincia de Zamora, en plena vega del Duero se levanta, monumental, la histórica ciudad de Toro que ya sirvió de asentamiento a los vacceos. Un conjunto de fortalezas, iglesias, palacios, conventos, teatros, casas de labriegos y variadas construcciones en los que pasado y presente se dan la mano para configurar un trazado urbano que huele a historia y se saborea despacio, como el buen vino de la región.
Una historia centenaria
puesta a disposición de una sociedad viva y actual
que muestra con respeto y orgullo su pasado.
De los innumerables rincones de gran riqueza que jalonan la población, la mayoría de sus edificios son hoy de utilidad pública, vivo ejemplo de que el mayor patrimonio de la ciudad descansa ya en manos de los toresanos. El proyecto «Toro Monumentalia» nos invita a conocer varios espacios de este legado público, artístico y cultural que, en pleno siglo XXI, nos hablan de una historia centenaria puesta a disposición de una sociedad viva y actual que muestra con respeto y orgullo su pasado.
«Toro Monumentalia» nos propone una ruta que incluye:
El Alcázar (s.X), fortaleza que se supone el origen de la ciudad que hoy conocemos; la Casa Consistorial (s. XVIII), que preside la Plaza Mayor, con su monumental fachada y su galería superior; el Hospital de la Cruz (s. XVI), emblemático entre la veintena de hospitales de caridad y beneficencia con que contó la ciudad; la Iglesia de la Concepción (s. XVII), último vestigio del antiguo convento de Santa Ana, con su rico Retablo Mayor de estilo churrigueresco; el Palacio de los Condes de Requena (s. XV), que conserva un patio monumental entre gótico y renacentista, cuajado de escudos heráldicos y escenas profanas; el Teatro Latorre (s. XIX), de estilo isabelino que tiene entre sus logros haber representado el primer Don Juan Tenorio; la Torre del Reloj (s. XVIII), sobre la antigua Puerta del Mercado de la muralla, que conserva una curiosa leyenda relacionada con su construcción; el Palacio de los Marqueses de Castrillo (s. XVI), del que destaca su patio y la colorida policromía del artesonado de una de sus torres; y la Plaza de Toros (s. XIX), un conjunto único de arquitectura tradicional, edificada íntegramente en madera que se conserva prácticamente igual que cuando fue levantada.
Después de hacer un alto para reponer energías y disfrutar también detenidamente de la buena gastronomía y los mejores vinos de Toro aún podemos visitar otros bienes culturales municipales: el verraco de la época vaccea, algunas puertas y recintos de la antigua muralla, los paños originales que de ésta se conservan en distintas calles y las puertas blasonadas con fachadas labradas que hoy son testimonio de la multitud de palacios que en tiempos jalonaron la ciudad. Al despedirnos, Toro nos habrá dejado una exquisita sensación, en el recuerdo y en el paladar.