Dicen que toda botella encierra dentro una historia, pero las elaboraciones de la cooperativa San Roque de la Encina guardan cientos de ellas. Tantas como atesoran sus socios, 250 en la actualidad, que constituyen la segunda o tercera generación de viticultores.
Podría decirse que la bodega forma parte desde siempre de Castrillo de la Vega, junto a Aranda, aunque los anales nos hacen poner los pies en el suelo: nos recuerdan que la cooperativa se fundó en 1956, integrada exclusivamente por los vecinos de esta localidad.
A pesar de esa sensación de permanencia que se respira en las instalaciones de la bodega, lo cierto es que todavía hay quien se sorprende al probar sus vinos y preguntan si tienen entre manos el vino de una bodega nueva, como recuerda divertida la enóloga Luciana Calvo.
Un rosado en la Ribera
Una de las joyas más queridas por Luciana es el Monte Pinadillo Rosado, que fue Oro en el Mundial de Rosado de Cannes y Zarcillo de Plata este año. Para la enóloga se trata de un orgullo porque la comarca de la Ribera era fundamentalmente productora de rosado. “Hoy llevarlo al mercado es arriesgado porque la corriente mayoritaria es la del tinto, pero nos gusta seguir elaborando este rosado porque nos interesa el consumidor fiel, que no fluctúa en función de las modas porque sabe lo que le gusta”, señala.
El nuevo consejo rector de la cooperativa está empujando para dar un enfoque empresarial a la bodega, con la intención de aumentar las ventas de vino embotellado. “Se ha trabajado durante muchos años para que cooperativista lleve una uva de calidad a la bodega y ahora hay que vender más, para que la sociedad pueda pagar esa uva como se merece”, recalca.
Ese nuevo enfoque incluye reducir los costes y hacerse con una imagen renovada, con especial énfasis en una gestión más eficiente, aunque sin olvidar la naturaleza de la compañía: una sociedad cooperativa que hunde sus raíces en un pueblo ribereño como el que más, donde el protagonista es el viticultor, que realiza una labor “impresionante” y que se negó a arrancar cuando el viñedo estaba puesto en entredicho. Una nueva etapa “que abordamos sin miedo a fracasar, porque partimos de un producto de elevada calidad”.
Así lo destaca Leandro Cornejo, viticultor, consejero de la cooperativa y nieto de Pedro Ibáñez, uno de los fundadores de la sociedad. Destaca que sus vinos están en países como Dinamarca y dentro de poco cruzarán el charco hasta México. “También estamos viendo las posibilidades de llevar el vino a China”, recalca.