Joaquín Sabina sale a hombros en su comparecencia en la plaza de toros Campos Góticos de Palencia, diez años después. “¡Ehhhh Sabina, esto aquí no se termina” clamaba un público entregado que pedía prolongar los bises pasadas las doce de la noche
Texto: Raúl G. Leralta/ Fotografía: Silvia del Río
Poco después de las diez, y con una plaza de toros palentina repleta y expectante, arrancó Sabina negándolo todo, como no podía ser de otra manera, con esa canción que da nombre al último álbum y a la gira, en la que Sabina de nuevo, con esa capacidad artística y poética, y con el aire canalla que tanto atrae a su público, juega al despiste; al despiste autobiográfico, claro está, cantando en primera persona.
Un concierto que, además, contó con un público entregado, en el que destacaban, por encima de los negros bombines que poblaron los tendidos y el albero, el rango de edades a los que es capaz de emocionar Sabina con su particular sensibilidad y talento.
Por este orden: ‘Lo niego todo’ desmontando estereotipos, ‘Quien más, quien menos’, interpretada con la guitarra blusera, deleitándonos con el sonido bottleneck al más puro estilo americano (esta fue una de las muchas canciones en las que quedó patente la mano de Leiva -ex Pereza- en la producción del último disco), y a continuación ‘Postdata’, con música de Ariel Rot.
Después Sabina subió una velocidad con ‘No tan deprisa’: movida, alegre, volviendo a los ritmos americanos bluseros que tanto le gustan a Leiva, y cuyo ritmo y fraseo, en el arranque, no cabe duda, es un guiño a otro de sus grandes clásicos: ‘Rosa de Lima’.
Continuando con la selección de canciones de su último trabajo sonaron en Palencia los ritmos de reggae de ‘Qué estoy haciendo aquí’, ‘Lágrimas de mármol’ (preciosa canción en la que de nuevo juega al despiste autobiográfico, recalcando y celebrando su condición de superviviente) y, para culminar el primer bloque, ‘Las noches de domingo acaban mal’, dando un repaso a los días de la semana con aires rockeros.
Con el público completamente entregado, de nuevo Sabina se tomó un respiro, sus fatigadas cuerdas vocales lo necesitaban, y en esta ocasión fue Antonio García de Diego quien al piano, y previo a hacer un guiño futbolístico al Leganés y a su ascenso a primera división, interpretó ‘A la orilla de la chimenea’. A continuación, el rock guitarrero con mucha fuerza de Jaime Asúa interpretando ‘Seis de la mañana’.
“Ehhhh!! Sabina, esto aquí no se termina” fue el grito unánime de los presentes que obligó al regreso de la banda al escenario.
Ya eran las doce de la noche cuando sonaron en Palencia ‘Contigo’ y con el de Úbeda platillos en mano ‘Pastillas para no soñar’. Es fácil imaginar con qué soñaron los presentes esa noche.