A mitad de camino entre Segovia y Valladolid, con un pie en el páramo y otro en el vergel del Carracillo, Cuéllar nos ofrece una impagable lección de historia y arte. Sus calles empedradas nos inspiran con el recuerdo de aquellos musulmanes que vivieron en los reinos del norte hasta el siglo XVI
La Edad Media y el periodo moderno siguen vivos en las calles de Cuéllar, que nos permiten imaginar cómo serían hace siglos las ciudades próximas a ella que han alcanzado un tamaño mediano. La localidad segoviana es víctima de una gran desproporción entre sus menos de 10.000 habitantes y su inabarcable patrimonio histórico, tan largo de describir como los episodios históricos vividos dentro de su castillo-palacio. O incluso dentro de sus tres murallas, que suman 1.400 metros de longitud en un caso difícil de superar en Castilla y León y en España.
El triple recinto amurallado parte de ambos extremos del castillo y se compone de tres anillos diferentes: el de la ciudad, que delimita la zona más próxima al castillo y bordea la parte alta de la villa; el de la ciudadela, que recoge entre sus muros la parte más baja del casco histórico, y la denominada contramuralla, que abraza los dos anteriores.
Cuéllar se define por lo que es y por dónde está: en la frontera entre Segovia y Valladolid y justo a mitad de camino entre ambas capitales de provincia. También en pleno vergel hortofrutícola del Carracillo, puesto que una parte de su término municipal se integra en esa comarca histórica; como mínimo, las pedanías de Arroyo de Cuéllar, Chatún y Campo de Cuéllar.
El repaso a sus tesoros resulta casi inabarcable, decimos, de modo que podría servir como somero guion el estudio de los elementos involucrados en la edición de Las Edades del Hombre 2017. En la zona alta de la localidad y una de sus entradas naturales se encuentra el castillo de los Duques de Alburquerque, propiedad de los descendientes de Beltrán de la Cueva, valido del rey Enrique IV. Sus instalaciones se reparten entre la Fundación de la Casa Ducal de Alburquerque, un instituto de Educación Secundaria y la oficina de turismo de la localidad. Se trata de una edificación principalmente gótica y renacentista, más orientado al uso residencial que militar por las remodelaciones que ha sufrido. En su interior destaca el patio de armas con una suntuosa galería renacentista.
Interpretar el arte mudéjar
De las tres sedes de Las Edades, junto a la fortaleza se encuentra la iglesia de San Martín, de titularidad municipal y que alberga el Centro de Interpretación del Arte Mudéjar. A través de un montaje innovador, con audios y vídeos que trasladan al visitante cinco siglos atrás, se nos explica la razón de que este tipo de arte tenga tal presencia en la localidad. Al parecer, obedece a la presencia de población musulmana, muy numerosa hasta su expulsión de los diferentes reinos de la península. Construida en mampostería y ladrillo, su planta se asienta sobre una nave central y dos laterales más pequeñas. Finalizan en un triple ábside de tramo recto y remate semicircular.
También es de estilo mudéjar la iglesia de San Esteban, del siglo XII y construida junto al barrio judío. Su ábside fue definido por el Marqués de Lozoya como una de las obras más originales de su estilo y su retablo mayor, de estilo neoclásico, contiene las imágenes de San Esteban, San Lorenzo y San Geroncio. Además, en una hornacina se encuentra la imagen del Niño Jesús de la Bola, de gran tradición en la localidad. San Esteban fue sede de la Cofradía de la Cruz de los Caballeros Hijosdalgo, que agrupaba a los hidalgos de la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. Pero su valor histórico va mucho más allá: durante su restauración se realizaron excavaciones arqueológicas en el interior del templo y en el recinto exterior, que permitió localizar una vivienda de la segunda Edad del Hierro, así como gran parte de la necrópolis parroquial.
Cabeza de arrabal
Con todo, el ejemplo más característico es el templo dedicado a San Andrés, edificado en el siglo XIII extramuros pero bastante próximo al castillo. Durante la Edad Media fue cabecera de un pequeño arrabal que con el tiempo se fusionó a la villa. Fue levantada en mampostería de piedra y ladrillo sobre una edificación de sillería anterior, perteneciente a un templo románico. Pese a las diversas modificaciones, conserva su traza original. Se trata sin duda del mejor ejemplo del mudéjar cuellarano y, a juicio del arquitecto Vicente Lampérez y Romea, posee la mejor planta de iglesia de este estilo. Así, consta de una amplia nave central y dos más estrechas, todas ellas rematadas con un triple ábside decorado con arquerías ciegas de medio punto.
Estos son los mimbres con los que cuenta la villa para albergar una edición de Las Edades del Hombre entre abril y noviembre. La que sin duda será la edición más mudéjar.