Editorial del número 54 de ARGI
El otoño es la estación del año más propicia para que el ser humano se reconcilie con su territorio, ese espacio cercano en el que a veces no repara, pero que le otorga un escenario en el que desarrollar su vida. El suelo que pisamos y en el que trabajamos nos proporciona alimento, vida silvestre, está salpicado de elementos patrimoniales y de poblaciones, y es un verdadero reto el tratar de abarcarlo y comprenderlo.
Como se destaca en el reportaje que este número de ARGI dedica al Camino de Santiago francés, la ruta jacobea es en sí misma un argumento en favor de esa visión global del paisaje, los pueblos y sus habitantes. Lo mismo cabe decir de las actividades señaladas en el calendario para este periodo, como la vendimia, en la que se vuelcan tantas poblaciones de las doce comarcas amparadas por una figura de calidad, y que este año gana impulso como reclamo turístico.
En su repaso obligado por la actualidad, esta revista también se hace eco de las iniciativas que han permitido organizar y sacar el máximo partido a un sector como el de la micología, que cuenta con 600.000 hectáreas reguladas en Castilla y León. Un recordatorio de la importancia de un producto como las setas, que además de constituir una actividad de ocio para numerosos aficionados también representan un sector que mueve más de 65 millones de euros en la comunidad. Y que pone en circulación a miles de personas gracias a las exposiciones, charlas y jornadas gastronómicas que se organizan por doquier.
Destacan en este panorama los cocineros que hacen también de recolectores y que, como Miguel Ángel de la Cruz desde Matapozuelos, ponen su grano de arena para dignificar el producto local. El territorio.
Fotografía, Miguel Ángel Muñoz Romero