El autor del Quijote bien podría haber sido protagonista de una de sus novelas; acosado por las deudas, herido en Lepanto, preso, acusado de encubrir el delito de amancebamiento, su obra gana valor y cobra sentido a medida que se ahonda en su ascendencia hebrea. Cumplidos cuatro siglos de su fallecimiento, numerosos autores reivindican el sello sanabrés del Quijote y del propio escritor
Ricardo Ortega
El mundo entero se encuentra este año salpicado de los homenajes a dos celebérrimos escritores, de cuyo fallecimiento se cumplen cuatro siglos: William Shakespeare y Miguel de Cervantes. En el caso del español, las huellas que dejó en Castilla y León son de todo menos anecdóticas.
Conviene acercar la lupa a la biografía del novelista y dramaturgo para comprobar que bien podría haber sido él mismo protagonista de una de sus obras. Y para percatarse de que en el escenario de la comunidad se encuentran algunos de los hilos con los que tejió su obra escrita: desde el acoso de los acreedores hasta la cárcel, con un trasfondo de historias de amor prohibido en aquella España del siglo XVII.
Hacia 1551 el autor del Quijote contaba con cuatro años de edad y se trasladó con su familia a Valladolid. Por deudas, su padre estuvo preso varios meses y sus bienes fueron embargados. En 1556 abandonó la ciudad para recoger una herencia y huir de los acreedores.
Casi medio siglo después, en 1604, el ya consagrado escritor se instala en Valladolid, por aquel entonces Corte Real. Es aquel año cuando se autoriza la impresión de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’, de modo que en enero de 1605 se publica la primera parte de la que será su gran obra.
Se dice que en la ciudad escribió el prólogo y las poesías preliminares del Quijote, además de buscar un mecenas que apoyara su labor como escritor. Residió en una pequeña casa, junto al curso del río Esgueva, en la actual calle Rastro.
Durante su estancia, de apenas dos años, tuvo la mala suerte de verse envuelto en el conocido como Proceso Ezpeleta, que le haría dar con sus huesos en la cárcel de forma breve. A las puertas de la vivienda fue herido de muerte, en duelo, el caballero de la orden de Santiago Gaspar de Ezpeleta, que pasó sus dos últimos días de vida en la casa del propio escritor. Este sería detenido al hacerse público que consentía el amancebamiento de sus sobrinas con personajes de dudosa reputación.
Hoy la ciudad recuerda al escritor con una magnífica estatua en la plaza de la Universidad y sobre todo con la Casa de Cervantes, el museo y centro cultural instalado en la que fue su vivienda y que, por cierto, fue descubierta al estudiar los documentos relativos al Proceso Ezpeleta.
La casa se compone de seis estancias, a través de las cuales el público puede conocer el estilo de vida, decoración y costumbres de la época en la que el escritor vivió en la ciudad.
Con el paso del tiempo la casa ha sufrido algunas alteraciones tanto en su exterior como en el interior, “a consecuencia de las diferentes obras de mantenimiento que ha necesitado; no obstante, se ha mantenido íntegra su estructura, así como su disposición interior”, subrayan desde la entidad.
Sentir viva la historia
Valladolid le recordará este año con una ruta turística teatralizada para reproducir la ciudad que conoció Cervantes. Para el dramaturgo y director de la compañía Azar Teatro, Javier Esteban, la ruta se centrará en la importancia para la ciudad del autor del Quijote, y también en su relevancia para el idioma que hablamos, que es una parte fundamental de nuestro patrimonio.
Supondrá hacer un recorrido coherente por la ciudad, con mimbres como la historia o el uso que el escritor daba al lenguaje. Para Esteban, “Cervantes recoge el lenguaje popular y lo eleva a otra categoría. Apela más a las sensaciones que a la lógica de la lengua, y eso poetiza mucho. Porque la poesía es eso: trasladar el lenguaje al resto de sentidos”. Desde su experiencia, el espectador que siga la ruta “podrá sentir viva la historia: huir de los datos e ir a los hechos; no recrearlos, pero sí que le aporten un dato que le abra la curiosidad por aquello que está viendo, que le haga recordarlo… y recomendarlo”.
Cervantes, sanabrés y judío
El año cervantino será una convocatoria vacía si no se tiene en cuenta a quienes defienden la condición del autor del Quijote como judío nacido en Sanabria.
Esta tesis tiene ya más de cien años y es tal el cúmulo de datos aportado por sus defensores que ya se ha convertido en un clamor. En la actualidad la voz más autorizada es la de Leandro Rodríguez, doctor en Teología, economista, historiador y catedrático de Derecho Europeo en la Universidad de Ginebra, quien habla “desde la certidumbre de una realidad contrastada, y no desde la especulación”.
Rodríguez destaca las decenas de coincidencias entre el recorrido del Quijote y la toponimia sanabresa (que se pueden repasar en www.rutasdelquijote.com), pero sobre todo la referencia a la Mancha como excusa: se refiere a su origen ‘manchado’ como judío, “en un tiempo en el que todo elemento judaizante estaba prohibido y todo judío que se descubriera era quemado directamente, sin proceso”.
Hay que recordar que Cervantes era coetáneo de Felipe II, durante cuyo reinado se producen las terribles ejecuciones que narra Miguel Delibes en la novela ‘El hereje’.
Cervantes, “que nunca fue bautizado”, riega toda su obra de pensamiento “puramente judío”; así, los derechos humanos, el ser amigo del contrario y el admitir que las diferencias enriquecen son temas desarrollados en la obra cervantina, según Rodríguez, quien anima a aprovechar este año para una lectura “crítica” del Quijote, “atender a lo que dice y describe, y a si todo ello encaja. Y en la Mancha no encaja”, remacha.