Miguel Barcenilla
El Monasterio de la Santa Espina, con casi 900 años de historia, sigue siendo uno de los tesoros más valiosos de Castilla y León. Fundado en 1147 por la orden Cisterciense, ha sido testigo de una rica evolución estilística y funcional que abarca desde el románico hasta el neoclásico. Su historia es tan compleja y multifacética que a menudo se compara con una cebolla, por las múltiples capas de influencias artísticas y cambios a lo largo de los siglos.
Ubicado en los montes Torozos, un área que entre los siglos XVII y XVIII se describía como inhóspita y solitaria, el monasterio fue erigido en un lugar apartado, ideal para la vida contemplativa de los monjes cistercienses. Este entorno, con su geografía peculiar y el caudal irregular del río Bajoz, ofrecía las condiciones necesarias para la construcción de un asentamiento monacal: aislamiento y acceso a agua.
El monasterio, además de su función religiosa, destacó por su habilidad en la gestión del riego, esencial para la agricultura de los monjes.

Miguel Cidoncha Ceballos, guía turístico del monasterio, detalla que la historia de la Santa Espina es una crónica de transformación y adaptación. Desde sus primeras construcciones en estilo Románico, pasando por la transición al gótico y el posterior renacimiento, el monasterio sufrió numerosas remodelaciones. Las influencias artísticas incluyen el purísimo estilo cisterciense, el gótico isabelino y, más tarde, el neoclásico. Sin embargo, su esplendor fue interrumpido por un incendio en 1731, la invasión francesa y la Desamortización de Mendizábal en 1835.
A mediados del siglo XIX, el monasterio pasó por varias manos privadas, entre los que destaca
la figura de Susana de Montes y Bayón, quien transformó el monasterio en un orfanato y escuela agrícola en 1888. Esta escuela, una de las más antiguas de España, ofreció formación en agricultura y ganadería durante más de 135 años.
La marquesa fue reconocida por su labor con el título honorario de Condesa de la Santa Espina.
El siglo XX trajo consigo diversos acontecimientos, incluyendo su declaración como Bien de Interés Cultural y Monumento Nacional en 1931. Durante la Guerra Civil, el monasterio albergó un campo de concentración y en 1969 recibió la visita de Francisco Franco, cuya placa conmemorativa fue retirada años después por la Ley de Memoria Histórica.

En la actualidad, la gestión del monasterio de la Santa Espina está a cargo de la Fundación Santa Espina y la Fundación Educatio Servanda, con lo que continua así con la tradición educativa y turística del lugar. El monasterio sigue siendo un testimonio vivo de la riqueza histórica y cultural de Castilla y León. Refleja la perseverancia y la capacidad de adaptarse a lo largo de los siglos.
La Santa Espina: ¿historia o leyenda?
Comprender la historia y el desarrollo de un monumento comienza siempre con rebuscar en su pasado. En él, encontraremos el germen o la semilla de la que brota esta historia, unas veces más
nutrida por la leyenda, otras más cimentada sobre hechos reales.
Dice la historia que la Santa Espina nació a raíz de que la hermana del emperador Alfonso VII, la infanta-reina Sancha Raimúndez, que se encontraba en un largo peregrinaje hacia Tierra Santa, recibió de Luis VII de Francia en París una espina de la corona de Cristo que se encontraba en la
primera iglesia de Saint-Denis. A su vuelta, donó sus heredades en San Pedro y Santa María de Aborridos para la fundación del monasterio que albergara la reliquia, encomendado a la Orden del Císter.

En la actualidad dicha reliquia se encuentra en una de las capillas de la iglesia del monasterio, donde puede ser admirada y venerada, dentro de una ampolla de vidrio, un rico relicario y una custodia en metales preciosos. Se distingue una gran espina de varios centímetros revestida de plata trenzada en filigrana, y tres anillos dorados que la sostienen. Fue revestida porque fue “vulnerada” a comienzos del siglo XVI: un monje se dedicaba a bendecir el agua sumergiendo directamente la reliquia en ella. La humedad afectó negativamente a la reliquia, y precisó de este revestimiento para mantenerla erguida y conservada en el tiempo.
Un recorrido histórico y de ensueño
El recorrido de la visita comienza en los jardines y el exterior de la hospedería del monasterio. Este punto de partida permite a los visitantes apreciar la majestuosidad del muro del siglo XVI que rodea el monumento, con su arco de entrada adornado con elementos grecorromanos y torres rematadas con casquetes esféricos. El escudo de armas de la Corona de Castilla y los relojes solares que custodian el arco añaden un toque histórico.
En el interior del primer claustro, se pueden observar reformas recientes destinadas a la Escuela de Capacitación Agraria, que actualmente imparte formación en jardinería y horticultura. Este claustro, de estilo herreriano, conserva mobiliario original y una placa conmemorativa a Susana de Montes y Bayón, fundadora de la escuela. El segundo claustro, el más antiguo de los dos, presenta una combinación de estilos neoclásicos y barrocos, resultado de un incendio en 1731.
La Sala Capitular, de transición entre el románico y el gótico, impresiona con sus arcos apuntados y bóvedas de crucería. La sala presenta signos de su pasado, incluyendo manchas de hollín del incendio de 1731 y restos de policromado de los siglos XIII y XIV. Los pequeños huecos en las paredes revelan el uso original de la sala para los capítulos generales de los monjes.

La sacristía, accesible por una escalera, sigue la tradición arquitectónica cisterciense con
arcos apuntados y una bóveda de arista. Destacan dos aspectos: un armario empotrado que
probablemente servía como tumba y las entradas dobles, que reflejan el uso antiguo de la sala
como almacén de los tesoros del monasterio.
La iglesia presenta una variedad de estilos arquitectónicos, desde restos del siglo XIII hasta
ampliaciones renacentistas del siglo XVI. Entre sus elementos destacados se encuentran la capilla
de San Pedro, el altar mayor con su retablo renacentista y la capilla de la Espina, que custodia la reliquia principal del monasterio.
El Salón del Císter, originalmente el refectorium o comedor de los monjes, ha sido reformado para
eventos privados. Destacan en la sala un respiradero y un mural moderno que celebra la tradición
de los monjes cistercienses y la actividad actual de la escuela agraria.
Cada rincón del monasterio, desde sus claustros hasta los vestigios de sus antiguos sistemas de riego, cuenta una parte de esta fascinante historia que, contra todo pronóstico, llega hasta nuestros días. La evolución arquitectónica y funcional del Monasterio de la Santa Espina demuestra cómo un edificio histórico puede conservarse en el tiempo, seguir siendo utilizado como un centro de capacitación y que pueda vivir otros 900 años de historia, como uno de los tesoros más valiosos de Castilla y León.



