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Un tótem para Medina del Campo

La Colegiata de San Antolín resume en sí misma el espíritu de la Villa de las Ferias. Encierra mil lecciones de historia del arte y alguna paradoja: ¿importa que dejara de ser colegiata en 1851, si hace 90 años alguien emplazó una ametralladora en su campanario?

Ricardo Ortega

Contemplada desde el exterior, la Colegiata de San Antolín aparenta ser sobria y aburrida. Es el precio que debe pagar por ser una iglesia de salón -es decir, que posee tres naves de la misma altura- a la que se han añadido nuevos muros y capillas, siempre revestidas del ladrillo que otorga a Medina gran parte de su personalidad.

Vista desde dentro, San Antolín nos depara sorpresas, detalles de gran belleza y una impagable clase de Historia del Arte, puesto que su construcción ha ido sumando todos los estilos arquitectónicos que se han sucedido desde los Reyes Católicos hasta el mismísimo siglo XX.

Aunque sus orígenes se remontan a 1177, el templo que conocemos data de una remodelación encargada por Isabel y Fernando. El templo fue construido en su mayor parte entre los siglos XVI y XVII y las tres naves -de la misma altura, ya lo hemos visto- se cubren con bóvedas de crucería estrellada.

Para descubrir la historia del templo y su relación con la villa hay que dejar que cada una de las capillas nos vaya narrando su propia historia. En ellas descubrimos diferentes estilos artísticos que denotan la larga y activa vida de este templo. Así podemos hacer un recorrido por el camino recorrido desde el Gótico hasta el más puro Barroco.

Pero el estilo que más abunda en este templo coincide con su momento de esplendor: el Renacimiento. Gran parte de las capillas y de las tallas que alberga este templo se pueden englobar bajo esa escuela, como sucede con el imponente retablo mayor que nos recibe desde la cabecera de la iglesia.

Siempre en grupos y previa reserva, se pueden visitar tanto el templo como la torre, y hemos de decir que la visita resulta tan obligatoria como la del castillo o el Palacio Real Testamentario. Su fachada y el balcón que se abre al exterior, del que ya hablaremos, nos dicen tanto de la Plaza Mayor como la fachada del Ayuntamiento. En algún recoveco de su arquitectura podremos escuchar, a poca imaginación que tengamos, los ecos de cientos de ferias celebradas en el espacio que se extiende bajo sus pies.

A pesar del nombre con el que se la conoce popularmente, el templo actualmente es una más de las parroquias de Medina; la categoría de colegiata con abadía libre y exenta le fue otorgada por el papa Sixto IV en 1480.

Casi cuatro siglos después, en 1851 el conjunto fue rebajado a la categoría de Parroquia Mayor, con lo que perdió sus privilegios. Pero ¿quiénes somos nosotros, simples aves de paso, para dejar de proclamar que Medina posee entidad para tener su colegiata, y aun su catedral?

Y es que San Antolín es catedral, aunque no aquí, sino en la ciudad de Palencia. Y precisamente de aquella provincia llegaron en el siglo XII repobladores a Medina, agrupados en esta parte de la ciudad, donde fundaron su propia parroquia. ¿Tiene o no tiene cosas que contar este templo medinense?

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