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La identidad charra, ¿en peligro de extinción?

Los términos ‘charro’ y ‘salmantino’ se utilizan indistintamente como gentilicios de Salamanca. Pero esta denominación no es del todo precisa y resulta incluso injusta, puesto que supone borrar buen número de matices de un término más rico de lo que parece

Marina Blázquez

El uso del término “charro” para referirse a las personas originarias de Salamanca está muy extendido. No obstante, no todos saben qué significa exactamente este término y cuál es su verdadera historia. Merece la pena bucear en los secretos que esconde esta palabra de apariencia simple. Una pista: mucha historia, tradiciones y una cultura particularmente rica.

Según la primera acepción del diccionario de la RAE, un charro es un “aldeano de Salamanca, y especialmente de la región que comprende Alba, Vitigudino, Ciudad Rodrigo y Ledesma”. Si nos remontamos atrás en la historia descubrimos que este término se utilizaba en la capital salmantina para designar de forma despectiva a los campesinos y ganaderos de las zonas rurales de la provincia. Se estima que la palabra podría proceder del euskera ‘txar’, que significa defectuoso o débil, lo que concordaría con este argumento.

Sorprendentemente, a casi 9.000 kilómetros de distancia y al otro lado del océano Atlántico, en México, también se usa el término “charro”, pero con un significado diferente al que se le da en España. ¿Tienen estas dos palabras homógrafas la misma procedencia?

En sus orígenes, la palabra “charro” se refería en México a los jinetes que recorrían las haciendas y las zonas rurales cuidando del ganado. Históricamente, tenía connotaciones peyorativas, que hacían referencia a los modales bastos y rústicos de estos individuos. Con el paso del tiempo, estos matices negativos fueron desapareciendo y el término “charro” se conserva hoy como una exaltación de esta figura, que forma parte de la identidad del país.

Tras conocer más a fondo la historia y la etimología de las dos corrientes, vislumbramos ciertas similitudes. Ambas se refieren al ámbito del campo y la ganadería y han tomado una dirección evolutiva similar, pasando de un significado despectivo a un símbolo de orgullo.

Además, en las dos culturas hablamos de traje charro para referirnos a un atuendo distintivo y particular que vestían tradicionalmente los charros, con elementos diferentes en cada país, como es de suponer.

Al desembarcar de nuevo en territorio nacional, observamos con algo de pesar que los términos “charro” y “salmantino” se utilizan indistintamente como gentilicios de Salamanca. Sin embargo, esta denominación, fruto de una excesiva generalización, no es del todo precisa. “Charro” se refiere popularmente a todo lo relativo al Campo Charro, zona de la provincia salmantina caracterizada por grandes dehesas llenas de encinas y delimitada al norte por la tierra de Ledesma, al sur por la Sierra de Francia, al este por la Tierra de Alba y al oeste por el Campo de Yeltes.

El Campo Charro no es una comarca administrativa sino una distinción cultural empleada para referirse a territorios que comparten una misma idiosincrasia, de ahí la dificultad a la hora de trazar sus fronteras.

Ser “charro” implica una identidad específica que integra expresiones y giros del lenguaje, tradiciones, bailes y vestimentas populares, paisajes rurales… Por ejemplo, en esta zona de Salamanca no cierras el garaje, te atragantas con el pescado ni atajas para ahorrar tiempo. Un charro canda la cochera, se añusga con la pesca y atrocha para llegar antes.

Otro elemento típico de la cultura charra es el traje popular, caracterizado por su riqueza y opulencia, con muchos detalles, bordados color oro y filigrana. Algo que no puede faltar en un traje charro es el botón charro, una pieza que se ha convertido en símbolo de Salamanca y que se utiliza en la actualidad en pendientes, anillos, imanes y demás recuerdos de la ciudad. La tradición incluye el baile charro, amenizado por el tamboril y la gaita charra, que consiste en una flauta con tres agujeros.

Hoy en día, cada vez es más difícil identificar los elementos distintivos que históricamente diferenciaban al territorio charro del resto de la provincia salamantina, como pasa en muchas otras zonas de España. O bien las tradiciones se han generalizado en toda la comarca o se han extinguido.

Afortunadamente, muchas de estas costumbres y tradiciones que dan un aire único a los pueblos se están manteniendo gracias al empeño de asociaciones e iniciativas locales, que hacen todo lo posible para que se valoren y se transmitan de generación en generación y sobrevivan al paso del tiempo.

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